¡®Cartas a Camondo¡¯, de Edmund de Waal: trozos de un mundo roto
El autor brit¨¢nico regresa al tono y al ambiente de su obra maestra, ¡®La liebre con ojos de ¨¢mbar¡¯, con un epistolario falso cuyo protagonista reconstruye la vida de su hijo y de sus descendientes hasta despu¨¦s del Holocausto
El color de la porcelana siempre permanece igual. No se desvanece, ni sufre por la humedad. Puedes romperla, pero no puedes destruirla. Por eso el mundo est¨¢ lleno de fragmentos, trocitos de color¡±. Edmund de Waal es un ceramista ingl¨¦s, como cont¨® en El oro blanco: historia de una obsesi¨®n, por eso no es extra?o que todas sus insinuaciones po¨¦ticas, sus met¨¢foras y sus s¨ªmiles remitan a su oficio. Los libros de De Waal est¨¢n hechos de objetos, de fragmentos de objetos y de polvo: ¡°No es que no me guste la limpieza, es simplemente que el polvo me atrae. El polvo proviene de algo. Delata que algo ha sucedido, muestra lo que se ha alterado o cambiado en el mundo. Marca el paso del tiempo¡±.
Las dos citas, que funcionan lo mismo como meditaciones generales que como programas po¨¦ticos, pertenecen a Cartas a Camondo, el ¨²ltimo libro del autor brit¨¢nico, en el que regresa al tono y al ambiente de su obra maestra, La liebre con ojos de ¨¢mbar ¡ªese texto mestizo y bastardo, hecho de memorias, investigaci¨®n hist¨®rica, ensayo pol¨ªtico y noveler¨ªa, que por s¨ª solo consagra a su autor como un imprescindible de la literatura europea del siglo XXI¡ª: el norte del distrito VIII de Par¨ªs con los palacios del parque Monceau, donde viv¨ªan a finales del siglo XIX los banqueros y los millonarios jud¨ªos que sal¨ªan en las novelas de Proust y que De Waal llama ¡°sus primos¡±.
Conviene leer ¡®La liebre con ojos de ¨¢mbar¡¯ antes de asomarse a esta coda, mucho m¨¢s breve y menos ambiciosa que la obra nodriza, pues muchas alusiones pueden sonar desconcertantes u oscuras al lector lego
El sujeto de este epistolario falso que intenta comunicarse con los muertos es Mo?se de Camondo, un jud¨ªo nacido en Constantinopla que don¨® su mansi¨®n y todas sus pertenencias al Estado franc¨¦s en 1936, a condici¨®n de que se convirtieran en un museo: hoy es el Museo Nissim de Camondo, en honor a Nissim, su hijo muerto en la Gran Guerra. Carta a carta, De Waal reconstruye la vida de Camondo y de sus descendientes hasta despu¨¦s del Holocausto. Como en su obra famosa ¡ªque narraba la historia de su familia, los banqueros Ephrussi, con ramas en Viena y en Par¨ªs¡ª, Cartas a Camondo empieza en los salones de En busca del tiempo perdido y termina en Auschwitz, pero el recorrido se hace siguiendo el rastro del polvo que cubre los muebles y los objetos del museo.
Conviene leer La liebre con ojos de ¨¢mbar antes de asomarse a esta coda, mucho m¨¢s breve y menos ambiciosa que la obra nodriza, pues muchas alusiones pueden sonar desconcertantes u oscuras al lector lego. Pero incluso quienes, contra mi consejo (pocos libros he recomendado m¨¢s que La liebre¡, y pocas veces he recibido tantos agradecimientos por la recomendaci¨®n), decidan lanzarse al palacio de Camondo sin conocer antes los netsukes de Charles Ephrussi (la persona real que inspir¨® el Swann de Proust), encontrar¨¢n en esta pieza de literatura de c¨¢mara, de ret¨®rica esquiva y minimalismo elegante, una emocionant¨ªsima inmersi¨®n en ese mundo que quiz¨¢ no est¨¦ perdido, pero s¨ª roto y diseminado en pedazos.
Es fascinante la habilidad de De Waal para adentrarnos en la oscuridad desde la banalidad del privilegio. No es f¨¢cil contar la ca¨ªda de estos dioses de la sociedad chic, fr¨ªvolos por naturaleza y refinados hasta lo insoportable. Con delicadeza admirable, el destinatario de las cartas (el lector, no Camondo) se encuentra asediado por la crudeza del antisemitismo y, entre las vitrinas y las vidrieras emplomadas que dan a los parques parisienses, siente la penumbra que avanza. Con ecos de Sebald, citas de Proust, brindis a Roth e invocaciones a Benjamin (y yo dir¨ªa que sin sombras de Zweig), De Waal se reconfirma como un maestro de ese g¨¦nero con el que los escritores europeos se palpan los traumas del mundo de ayer y demuestra que la mejor literatura es la inesperada e involuntaria, la que escribe un ceramista mientras visita un museo.
Cartas a Camondo?
Traducci¨®n de Marta Marfany
Acantilado, 2023
192 p¨¢ginas. 18 euros
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