Edmund de Waal: ¡°Nuestros hijos van a tener que rehacer Europa¡±
Poeta de la voz y del barro, es un ceramista que se convirti¨® en escritor de ¨¦xito cuando comprendi¨® que lo que dices es c¨®mo lo dices. As¨ª gest¨® La liebre con ojos de ¨¢mbar, el relato sobre su familia que logr¨® un ¨¦xito mundial y resume la historia de Europa. Como ceramista, ha expuesto en el Pompidou y en el Museo Jud¨ªo de Londres. Y como comisario, ha ideado, entre otras, la Biblioteca del exilio que permanece en la Bienal de Venecia hasta finales de septiembre. Su alma es la del artesano
La liebre con ojos de ¨¢mbar (Acantilado) es el fascinante relato de la construcci¨®n y destrucci¨®n de la Europa moderna. Tambi¨¦n el de la propia familia de banqueros jud¨ªos rusos de Edmund de Waal (Nottingham, Reino Unido, 1964) que se instalaron en Viena y triunfaron en Par¨ªs antes de refugiarse en Londres huyendo del nazismo. El oro blanco (Seix Barral) es una b¨²squeda erudita de lo que el ceramista y escritor define como ¡°el secreto mejor guardado del mundo¡±: el de la porcelana. Con la historia en la cabeza, el humanismo por ideolog¨ªa y la sabidur¨ªa como salvoconducto, este artesano de la palabra y el barro divide su vida entre las b¨²squedas de sus viajes por el mundo ¡ªque inici¨® con 17 a?os viviendo en Jap¨®n¡ª y las horas que pasa ¡°estudiando¡± y amasando en el taller blanco, luminoso y ordenado que tiene al sur de Londres. Tras una visita a su estudio, la entrevista tiene lugar en la galer¨ªa Ivorypress de Madrid, donde De Waal expuso su visi¨®n cer¨¢mica de los poemas de Paul Celan.
Alto y t¨ªmido, gesticula hablando con el cuerpo m¨¢s que con las manos. Es educadamente paciente, pero expresivamente impaciente: abre mucho los ojos en lugar de interrumpir. Habla con precisi¨®n, sin muletillas ni anacolutos. Tiene la actitud de alguien muy atento que no deja de asombrarse. Parece a la vez inquieto y tranquilo.
Usted fue un ceramista muy temprano ¡ªsupo que quer¨ªa serlo con cinco a?os¡ª, un artista maduro y, m¨¢s tarde, un ensayista muy le¨ªdo. ?Qu¨¦ es hoy? Hay una tiran¨ªa en el mundo literario que parece exigirte dedicaci¨®n absoluta. En las artes visuales sucede lo mismo: esperan un trabajo pl¨¢stico y las palabras se leen como una justificaci¨®n. No me interesa vivir con esos esquemas, busco coincidencias m¨¢s que diferencias. Con palabras o con barro, trato de dar sentido al mundo, de renovar ese sentido una vez m¨¢s, y eso solo se puede hacer respetando profundamente a la gente. Soy obsesivo y con frecuencia he dedicado a?os de mi vida a un tema concreto.
La obsesi¨®n es el subt¨ªtulo de su libro El oro blanco y describe su b¨²squeda, casi compulsiva, de conocimiento. Todo le interesa. Creo que la obsesi¨®n nace de que he investigado a gente ¡ªmi bisabuelo o mi t¨ªo¡ª que quer¨ªa regresar al mundo. Personas con cuya sombra quiero habitar. Uno no puede dejar algo as¨ª a medias.
Al mundo del arte le averg¨¹enza hablar de esfuerzo. Dominar
una t¨¦cnica te convierte en experto artesano y un artista
debe ser un ser libre
Lo que hacemos nos define. Esa cita parafrasea a Primo Levi, que fue a la vez escritor y qu¨ªmico. Como ¨¦l, pienso que parte de tu definici¨®n como ser humano consiste en tomarte en serio lo que haces sea lo que sea. Entenderlo es muy significativo. Sobre todo en el mundo de la creaci¨®n. En el arte existe un clich¨¦ sobre la inspiraci¨®n. A m¨ª me parece m¨¢s interesante la destreza. Creo que no se piensa suficientemente en la posibilidad de elegir hacer las cosas bien sin que nada azaroso, como la inspiraci¨®n, te elija a ti para hacerlas.
William Morris dec¨ªa que la destreza te hace libre. Hacer las cosas bien es una responsabilidad.
Pero desde el punto de vista econ¨®mico nos ha hecho muy competitivos. Es f¨¢cil relacionarse con lo que hace un artesano: su trabajo muestra la dedicaci¨®n, la perfecci¨®n de su t¨¦cnica. En el mundo del arte, la destreza adquirida a lo largo del tiempo y con esfuerzo no tiene espacio, como si fuera menos importante que una idea. Al mundo del arte le averg¨¹enza hablar de esfuerzo. Dominar una t¨¦cnica te convierte en experto artesano y un artista debe ser un ser libre.
?El arte contempor¨¢neo prefiere la teor¨ªa al talento? Hace 10 a?os hubiera dicho que s¨ª. Pero estuve en el estudio de Olafur Eliasson. Trabajaba con lentes de vidrio y el resultado era tan potente¡ Perder el contacto con lo que hacemos materialmente es una gran p¨¦rdida. Estamos redescubriendo la materialidad tras d¨¦cadas de arte conceptual.
Dedic¨® siete a?os a investigar y a escribir La liebre con ojos de ¨¢mbar. Descubrir y contar es una manera de estar en el mundo, ?no?
Hered¨® de su t¨ªo Iggy Leo Ephrussi una colecci¨®n de netsukes ¡ªminiaturas talladas en madera, metal o marfil que una familia japonesa se especializaba en hacer, generaci¨®n tras generaci¨®n: un ni?o mirando su reflejo en un cuenco, un n¨ªspero o una libre con ojos de ¨¢mbar¡ª. Esa colecci¨®n pertenece ahora al Museo Jud¨ªo de Viena. Pero fue el viaje por el mundo de esos netsukes lo que reflej¨® el ¨¦xodo de su familia e impuls¨® su libro. Casi todos est¨¢n en el museo. Pero subastamos 100 el a?o pasado para donar dinero a los refugiados sirios que llegaban sin familia. Fue idea de nuestros hijos.
Entonces ha triunfado tambi¨¦n como padre. Es un trabajo a largo plazo.
?La liebre [el netsuke que da t¨ªtulo a su famoso libro] la tiene todav¨ªa? S¨ª.
Ese primer libro que se convirti¨® en ¨¦xito internacional es a la vez una historia personal y la de Europa. ?Qu¨¦ aprendi¨®? Mi padre tiene 90 a?os. En aquel momento ten¨ªa 75. Empec¨¦ a investigar para hacerlo hablar. Era un hombre viejo y hura?o que nunca hablaba de su infancia. Mis hijos eran peque?os y necesit¨¦ que se conocieran m¨¢s, me parec¨ªa que no hacerlo era desperdiciar parte de la vida. Al final el libro se convirti¨® en un camino muy largo para conseguir que mi padre hablara.
Y habl¨®. Mis tres hermanos sab¨ªan algunas cosas, pero no la historia. Supongo que aprend¨ª algo central sobre m¨ª mismo. Y puse a prueba la idea de que un objeto puede encerrar una historia.
?Cambi¨® la relaci¨®n con su padre? Claro. En 2010 presentamos el libro en Viena, en lo que hab¨ªa sido la casa de nuestra familia, el palacio Ephrussi. Fuimos mis hijos, mi mujer y mi padre, que no hab¨ªa regresado desde que, en 1938, tuvo que salir huyendo de los nazis. Al principio se resisti¨®, pero al final vino. En un momento dado vi que cog¨ªa a mis hijos de la mano y los llevaba al piso donde estaba su dormitorio. Pens¨¦: ¡°Bueno, esta es una raz¨®n para escribir un libro¡±.
Su libro cuenta la historia de su familia: banqueros de Odesa que prosperaron en Viena y en Par¨ªs, de su madre holandesa y de su infancia como refugiado en Inglaterra. ?Qu¨¦ no hemos aprendido en la Europa que tenemos? El horror del Brexit y de la extrema derecha en Hungr¨ªa, Italia, Alemania, Espa?a o donde aflore es un acto de vandalismo que no se para a considerar los ¨²ltimos 70 a?os de paz relativa en Europa. Esos a?os han sido un acto pol¨ªtico colectivo. No valorar ese esfuerzo es descorazonador. Nuestros hijos van a tener que rehacer Europa.
La humanidad empieza de nuevo con cada ni?o que coge algo y monta un desastre.
La artesan¨ªa hace que el cuerpo defina
lo que hacemos
?Es dif¨ªcil encontrar a pol¨ªticos que no sean ignorantes o c¨ªnicos? Hoy s¨ª. Y nunca hab¨ªa habido tanta gente con acceso a una educaci¨®n. Mi familia me ense?¨® la falta de fronteras y la temporalidad de cualquier situaci¨®n: construir una fortuna, perderlo todo y morir como refugiado en Londres en una misma vida. ?Sabe lo que hace eso posible? Las fronteras. Tenemos que conocer el pasado para entender lo que puede pasar.
?Damos la democracia por hecho? Sin duda. Y es tan fr¨¢gil. La demagogia y la ret¨®rica actuales son calcadas de las de entonces.
?Por qu¨¦ nos cuesta dejar espacio para lo inesperado? Uno de los mayores privilegios de la vida es decidir lo que te gusta y tratar de hacerlo. No hablo de tener, hablo de hacer. Compartir ideas privadas en p¨²blico es una oportunidad que exige mucho trabajo. Pero es arrogante describirlo as¨ª porque no lo percibes como trabajo. Atender a lo inesperado es un estado mental porque por definici¨®n uno no puede esperar lo inesperado. Pero puede estar receptivo. La verdad est¨¢ en muchos sitios. A veces te asalta y a veces debes tratar de buscarla. Me siento privilegiado busc¨¢ndola.
?C¨®mo la busca? Escribiendo o comisariando exposiciones. En el Kunsthistorisches de Viena hice una historia del miedo y en la Bienal de Venecia he expuesto una Biblioteca del exilio que relaciona el lenguaje con la p¨¦rdida en autores forzados a abandonar su propio pa¨ªs. Dedicar d¨ªas de tu vida a eso es pararte a pensar en gente que tuvo que dejar todo cuanto ten¨ªa. Cada vez que conoces una vida te planteas: ?cambia eso la m¨ªa? ?Cambia eso lo que voy a hacer yo? Investigar es obsesivo, cierto, pero uno sale de uno mismo. Lo que aspiro a hacer es algo que tenga resonancia para alguien en el mundo.
?Siempre fue un buen escritor? En absoluto. La naturalidad hay que trabajarla. Antes de La liebre¡ escrib¨ª libros sobre cer¨¢mica que son mortalmente acad¨¦micos. Creo que ten¨ªa miedo de mi voz y por eso trataba de ser acad¨¦mico.
?Qu¨¦ le hizo cambiar? Me di cuenta de que la voz lo era todo. Lo que dices es c¨®mo lo dices.
?C¨®mo fue esa ca¨ªda del caballo? Ten¨ªa casi todo el libro escrito. No se lo hab¨ªa ense?ado ni a mi mujer. Se lo mostr¨¦ a una amiga, que hoy es mi agente, y me dijo: ¡°No te lo crees¡±. Ten¨ªa toda la raz¨®n. Lo hab¨ªa escrito como un juez: este es un libro sobre el antisemitismo en el siglo XX. Empec¨¦ de nuevo y cont¨¦ lo que me hab¨ªa pasado.
?Es eso lo que hace un buen libro, meterse en ¨¦l? Lo hace no decirle a la gente lo que tiene que pensar, mirar o hacer, ?no? Puedes poner algo delante del lector, pero uno necesita pensar las cosas solo. Al final, todo es lo mismo: detenerse y mirar, ?no?
Pararse parece la gran asignatura de nuestro tiempo. No dejamos de hablar de ello, pero detenerse genuinamente es un complejo desaprendizaje, un trabajo constante. Una de las maneras es ser realista con el tiempo. Eso va en contra del sistema econ¨®mico en el que vivimos, de las expectativas de las industrias ¡ªeditorial y culturales incluidas¡ª, pero a favor de uno mismo. El largo plazo no es una decisi¨®n, es una esforzada conquista continua.
?Qu¨¦ hace a un buen ceramista? Con 17 a?os cre¨ª que ten¨ªa que sentarme a los pies de un maestro y obedecer. Me equivoqu¨¦. Pero con esa edad, cualquier cosa que te haga ponerte en marcha sirve. Cre¨ªa que el talento se pod¨ªa transmitir y fui a Jap¨®n, un lugar donde hay conocimiento, grandes maestros y amor por lo que hacen los artesanos. Dar valor a lo que hacemos y a quien lo hace crea una cultura material, social y econ¨®micamente distinta. Pero sentarse a los pies de un maestro no hace nunca a un artista. No creo en los disc¨ªpulos, uno debe buscar en uno mismo. No hay otro camino.
Era menor de edad cuando se fue. Mis padres siempre estaban ocupados y, si no molest¨¢bamos a nadie ni hac¨ªamos nada malo, todo les parec¨ªa bien. La mitad del tiempo no sab¨ªan ni d¨®nde est¨¢bamos. Eso era parte del aprendizaje de la vida: no saber d¨®nde estaban tus hijos. Eran lo suficientemente bohemios y progresistas para no querer imponerse. Aprend¨ª mucho y regres¨¦ al a?o para estudiar en Inglaterra. All¨ª tambi¨¦n tuve un gran maestro del que aprend¨ª mucho hasta que decid¨ª apartarme de ¨¦l porque adoctrinaba. Repet¨ªa: ¡°Terra incognita, no vay¨¢is all¨ª¡±. Y era justo donde yo quer¨ªa ir. Los buenos profesores abren puertas, no las cierran. Por eso, cuando hab¨ªa aprendido a ser ceramista, estudi¨¦ Literatura en Cambridge, para poder mirar desde otro ¨¢ngulo.
El padre de De Waal era de¨¢n de la Iglesia de Inglaterra en la catedral de Lincoln y luego en Canterbury. Su madre, historiadora.
Pas¨® su infancia en catedrales. Eso fue salvaje. Todo era enorme, descubr¨ªas habitaciones nuevas. Y hac¨ªa mucho fr¨ªo. La comida era mal¨ªsima. A mi madre nunca le interes¨® la cocina.
Su hedonismo y su capacidad de disfrutar de las cosas, ?de d¨®nde salen? Creo que de las catedrales. Para ir al colegio las atravesaba. Mis ventanas ten¨ªan vidrieras, la piedra ped¨ªa que la tocaras. Recuerdo observar con extra?eza, admiraci¨®n y placer los cambios de luz, la altura de los techos¡ Supe enseguida que aquello era bonito.
?A qu¨¦ se dedican sus hermanos? El mayor es abogado, el segundo es un experto en derechos humanos africanos y el m¨¢s joven los defiende en Rusia y el C¨¢ucaso.
?Qu¨¦ hace que los artesanos sean necesarios en el siglo XXI? Hacer cosas con las manos nos define como seres humanos. La humanidad empieza de nuevo con cada ni?o que coge algo y monta un desastre. La artesan¨ªa hace que el cuerpo defina lo que hacemos.
?Qu¨¦ riesgos ha asumido como ceramista? Todo lo que hago es un riesgo: ?cu¨¢nta atenci¨®n pueden conseguir unas vasijas en el mundo actual? Para m¨ª trabajar es probar. Tengo el privilegio de dedicarme a probar.
Y sin embargo, todos sus bodegones tienen un control absoluto de la proporci¨®n, el espacio, la escala¡ Mi trabajo es el espacio entre piezas, la pausa. Cada parte de una obra es como una palabra. Y al final es una construcci¨®n. Igual que un texto. Hay gente que me pregunta por qu¨¦ no uso m¨¢s colores. Y yo pienso: ¡°?Por qu¨¦ llamar la atenci¨®n pudiendo desaparecer?¡±. Nadie le preguntaba a Bach por qu¨¦ no usaba m¨¢s notas.
?Cu¨¢l es el secreto de la porcelana? Es tremendamente seductor. Si tuviera un pedazo de porcelana h¨²meda en las manos, lo tocar¨ªa, lo amasar¨ªa, lo enrollar¨ªa, lo trabajar¨ªa hasta que al final se desmigara, pero justo antes, cuando fuera tan fino que estuviera a punto de romperse, ser¨ªa transl¨²cido: la luz lo atravesar¨ªa. En ese momento usted sabr¨ªa el secreto, el milagro de convertir un cuerpo opaco en un cuerpo casi invisible con tus manos. Desaparecer es m¨¢s m¨¢gico que llamar la atenci¨®n.?
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