La viuda de Rafael Alberti se defiende: unas memorias contra el estereotipo machista de la viuda negra
Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo se decide, algo m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s de la muerte del poeta, a denunciar en ¡®Mi vida con Alberti¡¯ los juicios infamantes y las acusaciones que recibi¨® sobre una supuesta malversaci¨®n en la gesti¨®n del patrimonio del autor
A pesar del desprestigio que sufre la literatura de lo real, no es f¨¢cil renunciar a la religi¨®n del hecho verdadero. Y en este marco epistemol¨®gico, con m¨¢s o menos acierto, leemos constantemente libros que requieren de una atenci¨®n que va m¨¢s all¨¢ de lo literario: exigen de nosotros un criterio moral sobre personas y circunstancias. Este es el caso de Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo ¡ªcasada con Rafael Alberti en segundas nupcias¡ª y autora de un libro-denuncia, un descarnado ajuste de cuentas titulado Mi vida con Alberti y donde la viuda del poeta se decide, algo m¨¢s de 20 a?os despu¨¦s de su muerte, ocurrida en 1999, a los 97 a?os, a denunciar el trato denigrante que recibi¨® por parte de un grupo de escritores que enjuiciaron severamente su matrimonio con un hombre que le llevaba m¨¢s de 40 a?os, acus¨¢ndola de malversaci¨®n en su gesti¨®n del patrimonio econ¨®mico y literario del poeta y generando as¨ª la desconfianza en torno a ella par tout.
Las acusaciones que exhuma dando detalles hemerogr¨¢ficos de las mismas, le¨ªdas hoy, pienso que no ser¨ªan posibles. El feminismo ha levantado en Espa?a un s¨®lido muro contra el machismo y juicios infamantes que se vert¨ªan impunemente sobre mujeres que por la raz¨®n que fuera se sal¨ªan del marco establecido, demostrando con su car¨¢cter o sus decisiones su derecho a vivir su vida, como digo, ahora nos resultan intolerables.
En la maravillosa correspondencia entre dos fil¨®logos que acabaron cas¨¢ndose, Yakov Malkiel y Mar¨ªa Rosa Lida (Acantilado, 2017), cuando esta ¨²ltima, en noviembre de 1947, le hace la observaci¨®n de que las mujeres constituyen un sexo muy atropellado, Malkiel le contesta de inmediato que no es as¨ª, que en Estados Unidos la mujer disfruta de una libertad m¨¢xima¡ excepto en el ¨¢mbito de la cultura donde, en efecto, su intervenci¨®n se penaliza severamente: ¡°No se le perdona la cultura a la mujer (¡) En largos a?os no he podido averiguar por qu¨¦ la gente odia a la mujer culta: las hay j¨®venes, simp¨¢ticas, bonitas, incluso ricas. Todo esto no aprovecha nada: el mero hecho de que ella sea PhD la condena a la solitud¡±. Han pasado muchos a?os desde la observaci¨®n hecha por el fil¨®logo askenazi, pero lo cierto es que las esposas (j¨®venes) de escritores y artistas vienen a formar una especie de microgrupo social que en s¨ª mismo ofrece a la observaci¨®n unas caracter¨ªsticas compactas y duraderas: en su mayor¨ªa, por no decir la totalidad que siempre es arriesgado, han sufrido el hostigamiento de la tribu. Interesadas, intrusas, caprichosas, con la piel cambiante de una serpiente, ambiciosas, de trato imposible y, desde luego, de cuya supuesta cultura hay que desconfiar. Por ah¨ª vamos.
Pienso en las opiniones vertidas sobre Mar¨ªa Kodama, Pilar del R¨ªo o la propia Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, nombres a los que podr¨ªamos a?adir un largo etc¨¦tera de mujeres que llegan tarde a la vida del creador y son juzgadas por ello, por el atrevimiento que supone convertirse en su esposa haciendo saltar por los aires c¨¢lculos y previsiones previas que se han hecho en relaci¨®n a la vejez del artista. No voy a entrar en los aciertos o desaciertos de la gesti¨®n de un legado que, en primer lugar, no es el propio y que, por tanto, resulta mucho m¨¢s delicado de resolver y, en segundo y m¨¢s importante, porque hay que gestionarlo en medio de las reservas y suspicacias generalizadas: es dif¨ªcil mantener la serenidad y actuar ecu¨¢nimemente cuando te atacan. Pero es a ellas, a las viudas todav¨ªa j¨®venes de hombres importantes a quienes corresponde hacerlo, aunque su juventud despierte la ira, pues el futuro previsto por disc¨ªpulos, albaceas y seguidores que se autoproclaman herederos in pectore se derrumba ante las expectativas de vida de una viuda joven. Cu¨¢nto m¨¢s importante es el hombre, m¨¢s joven y bella puede ser la mujer, en un juego de mutuas seducciones cuyo equilibrio constituye, sin dudarlo, un reto para ambos.
Juicios infamantes que se vert¨ªan impunemente sobre mujeres que se sal¨ªan del marco establecido, demostrando su derecho a vivir su vida, como digo, ahora nos resultan intolerables
Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, al calor de tantas campa?as que denuncian tratos vejatorios, esgrime su caso y exige que se le preste atenci¨®n porque, a sus casi 80 a?os, con los hijos mayores y desligada de la Fundaci¨®n Alberti, no tiene nada que perder.
Un libro fundacional en este reclamo de justicia fue el escrito por Simone de Beauvoir, quien, si lo recordamos, tuvo que luchar por el poder sobre Sartre con otras mujeres (muchas y cada vez m¨¢s j¨®venes) y con el taimado Pierre Victor (Benny L¨¦vy) quien se apoder¨® del final del fil¨®sofo en exclusiva, Pero en su libro La ceremonia del adi¨®s (1981) Beauvoir considera que ha llegado su turno y con su inteligencia habitual se alza y brilla por encima de todos los vetos y las dificultades para defender la hondura de su relaci¨®n con el autor de El ser y la nada. Despu¨¦s public¨® la correspondencia que Sartre le dirigi¨®: ¡°Quien lea estas cartas sabr¨¢ lo que yo significaba para ¨¦l¡±.
Beauvoir no recurri¨® al sentimentalismo en su libro auto/biogr¨¢fico, como s¨ª hace Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, tal vez contagiada por la verbosidad de la poes¨ªa de Alberti o por su propia necesidad de decir, como Beauvoir: quien lea esto sabr¨¢ que fui una mujer amada. No obstante, la sentimentalizaci¨®n del texto hace que tanto el autor de La arboleda perdida como la vida de la autora con ¨¦l (siete a?os de convivencia conyugal, m¨¢s otros siete de relaci¨®n semiclandestina) queden un tanto sepultados por una catarata de emotividad y de versos. Como si la autora no pudiera distinguir bien entre la realidad de la vida y el mito del poeta de la generaci¨®n del 27. Ya el subt¨ªtulo del libro, Para algo llegaste, Altair, o los ep¨ªgrafes del ¨ªndice, nos orientan en la direcci¨®n del estilo adoptado por Mateo: demasiados astros y constelaciones, para mi gusto. Pero este es uno de los objetivos del libro: insistir en su indeclinable amor y admiraci¨®n por el poeta al que conoci¨® en Baeza, en 1983, cuando aquel ten¨ªa 80 a?os, y Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo (Valencia, 1944) 39.
Alberti y Mar¨ªa Teresa Le¨®n hab¨ªan llegado a Espa?a desde su ¨²ltimo exilio en Roma en 1977 y desde entonces el poeta se convirti¨® en una referencia pol¨ªtica y literaria que congregaba el consenso a su alrededor: ¡°Me fui con el pu?o en alto y vengo con la mano abierta¡±, dijo al llegar. No se puede decir m¨¢s en menos palabras. Pero lo cierto es que la sobreexposici¨®n de su figura con el tiempo provoc¨® un cierto cansancio.
Su relaci¨®n con Mateo puso orden a una vida bastante desnortada desde que Mar¨ªa Teresa Le¨®n hab¨ªa dejado de regirla con mano firme ¡ªconflictos con su hija Aitana; con su ¨²ltima relaci¨®n sentimental, Beatriz Amposta; problemas econ¨®micos; demasiadas salidas con j¨®venes poetas que se prestaron a formar su guardia de corps mientras Mar¨ªa Teresa se hund¨ªa en el alzh¨¦imer; demasiados actos de representaci¨®n¡¡ª. Mateo puso orden en aquel desconcierto con la aquiescencia del poeta, que vio en ella la luz de su vejez. A cambio, Mateo accedi¨® a la historia viva de la literatura e intervino en ella libremente y es probable que tambi¨¦n celosamente, pues deb¨ªa hacerse con un espacio propio e imprevisto junto a ¨¦l. Son pulsos que no suelen salir bien, la cuesti¨®n es c¨®mo se gestionan.
Mateo denuncia los efectos colaterales de su matrimonio y este constituye el segundo de los objetivos, aunque primordial, del libro que nos ocupa. No hay m¨¢s que leer las declaraciones de Luis Garc¨ªa Montero publicadas en este peri¨®dico 10 d¨ªas despu¨¦s de la muerte del poeta (el 17 de noviembre de1999): ¡°Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo apareci¨® en la vida de Rafael hacia 1983, como una m¨¢s de las espor¨¢dicas acompa?antes que lo ayudaban a mantener el sue?o herido de su eterna juventud¡±, para caer entonces sobre el poeta, ¡°con un totalitarismo avaricioso, desquiciado y compulsivo¡±; o bien el art¨ªculo de Benjam¨ªn Prado Rafael Alberti: a la caza del poeta rojo donde sostiene: ¡°En lo que deber¨ªa de ser la casa de su obra, la Fundaci¨®n Rafael Alberti, montada en El Puerto de Santa Mar¨ªa con la bisuter¨ªa de la que iba a abrirse originalmente en C¨¢diz, y por lo tanto sin ninguno de los tesoros art¨ªsticos que fueron trasladados a Espa?a con dinero p¨²blico, todo son sospechas y acusaciones de inmoralidad¡±. Podemos hacernos una idea de la guerra no solo por la verdad, sino por el relato que se ha querido imponer sobre los ¨²ltimos a?os del poeta gaditano y qui¨¦nes son sus leg¨ªtimos herederos morales.
Mar¨ªa Asunci¨®n Mateo, una m¨¢s. Dif¨ªcilmente podemos pensar en un calificativo m¨¢s doloroso para una mujer enamorada, aunque los hay. Sobre todo si tenemos en cuenta que Mateo se hab¨ªa casado con el poeta y vivido siete a?os a su lado, mostr¨¢ndole su dedicaci¨®n y respeto. El otro grave reproche que se le hizo ¡ªal margen de los econ¨®micos o de ser la responsable de la manipulaci¨®n de algunos de sus textos¡ª fue el relacionado con el tipo de hombre al que se enfrentaba la esposa joven: un pelele, alguien que a los 80 o 90 a?os carec¨ªa de la voluntad suficiente para imponerse, un ser pusil¨¢nime y objeto f¨¢cilmente manipulable. Mateo recupera aquellas acusaciones y sangra por la herida.
?Eran acusaciones fundadas? Imposible quedar indiferente ante esta pregunta radical y que de alg¨²n modo se nos dirige a todos. Leo: ¡°Rafael, me has dejado demasiado sola con demasiados recuerdos, con demasiados di?as y noches compartidos, con demasiado amor todavi?a en mi interior para ofrecer¡±, y pienso que no es justo tener que justificar una relaci¨®n amorosa (y tambi¨¦n de cuidados). Pienso en lo f¨¢cil que ha sido desprestigiar a una mujer, arruinarle la vida porque no se limit¨® a estudiar una obra y se enamor¨® del hombre que la escribi¨®. En s¨ª mismo este hecho ya ha significado tener que adentrarse en un medio hostil cuando no deber¨ªa serlo nunca. ¡°Qu¨¦ mundo tan peque?o me dejaste, Rafael¡±.
Mi vida con Alberti
Almuzara, 2023
353 p¨¢ginas. 23,95 euros
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