?Existe una literatura europea?
La narrativa del continente sigue lastrada por la ausencia de una estrategia com¨²n en un espacio de mestizaje y sin una lengua compartida
La del t¨ªtulo es una pregunta que excita inevitablemente a los especialistas en literatura comparada, a quienes estudiamos los fen¨®menos literarios m¨¢s all¨¢ de las fronteras nacionales y ling¨¹¨ªsticas, desde una perspectiva supranacional, aunque s¨®lo sea para indagar en las implicaciones de la pregunta, sin necesidad de alcanzar una respuesta definitiva. Esta pregunta, como tantas otras muy relevantes, no se contesta con un s¨ª o un no, sino con un ¡°depende¡±.
Resulta evidente que hay una literatura producida dentro de los m¨¢rgenes difusos y cambiantes de ese territorio que denominamos Europa y, si este fuera el sentido de la pregunta, la respuesta ser¨ªa simplemente s¨ª, y aqu¨ª se acabar¨ªa este art¨ªculo sin m¨¢s que decir. Una respuesta obvia para una pregunta poco interesante. Tal literatura europea no ser¨ªa m¨¢s que la suma de las producciones literarias de un conjunto de pa¨ªses de los cuales postulamos la condici¨®n de europeos, sea por su pertenencia a la UE o por criterios m¨¢s amplios e inclusivos.
Entiendo que la ambici¨®n de la pregunta es otra, referida a una noci¨®n de Europa que es m¨¢s que un territorio o una suma de naciones. ?Hay tal cosa como una identidad europea que cohesione un sistema literario, unos rasgos compartidos que delimiten un conjunto de obras o escritores, un m¨ªnimo denominador com¨²n? Ello nos lleva de inmediato a interrogarnos sobre si es posible elaborar un canon de la literatura europea, sobre todo uno que se diferencie del canon occidental de Harold Bloom o de aquello que antes se llamaba literatura universal, en una abarcadora proyecci¨®n etnoc¨¦ntrica. ?Nos referimos a un conjunto de valores? Ni siquiera es f¨¢cil llegar a un consenso sobre qui¨¦nes son los europeos, qu¨¦ escritores incluir, porque hoy en d¨ªa Europa es un espacio de mestizaje, hibridez y diversidad.
Las respuestas a estas preguntas distan de ser evidentes y requieren poner en cuesti¨®n unas etiquetas que damos por sentadas. No hay nada de natural en las categor¨ªas nacionales y ling¨¹¨ªsticas que utilizamos para clasificar la literatura. Sin embargo, la naci¨®n y la lengua son factores identificables, posibles instrumentos de confluencia que ayudan a construir comunidad. Europa carece de estos recursos b¨¢sicos, una lengua com¨²n y una identidad cultural hegem¨®nica.
El t¨ªtulo de este art¨ªculo coincide con el de un breve ensayo de Richard Miller, Existe-t-il une litt¨¦rature europ¨¦enne?, publicado, no casualmente, en Bruselas en 2017. En su exploraci¨®n del tema, Miller constata algunas evidencias. Existe una tradici¨®n literaria europea, que se remonta a Homero, hecha de pr¨¦stamos, influencias, recepci¨®n y circulaci¨®n de la literatura, desde que los romanos leen a los griegos, un potente circuito de intercambios que caracteriza la Edad Media y el Renacimiento, cuando la po¨¦tica com¨²n pesaba m¨¢s que las diferencias territoriales y ling¨¹¨ªsticas.
La circulaci¨®n de la literatura no se frena cuando las distinciones nacionales ganan fuerza y centralidad pol¨ªtica, y la literatura comparada nace como disciplina para ocuparse de este comercio internacional de las literaturas, entendidas ya en plural, con un enfoque esencialmente europeo porque la exigencia en aquella primera ¨¦poca era que no se deb¨ªan estudiar relaciones entre tradiciones y autores que no hubieran estado en contacto, lo que dejaba mayoritariamente fuera a las literaturas no occidentales, donde por el contrario hoy la disciplina est¨¢ plenamente arraigada.
La literatura europea era entendida as¨ª como un conjunto de literaturas nacionales en estrecha relaci¨®n, acrecentada cuando las obras entran en lo que Emily Apter llama ¡°zona de traducci¨®n¡±. Este fen¨®meno hoy en d¨ªa se ha facilitado, extendido y multiplicado, pero ya no cabe decir que se limite a las literaturas europeas sino que hay una circulaci¨®n global de la literatura.
Los l¨ªderes europeos se han desentendido de la cultura como instrumento de cohesi¨®n
Quiz¨¢s lo m¨¢s interesante del diagn¨®stico de Miller sea su afirmaci¨®n, o denuncia, de que no existe una literatura de la UE (que sin duda no coincidir¨ªa con una literatura europea) porque los l¨ªderes europeos se han desentendido de la cultura como instrumento de cohesi¨®n, delegando en los estados miembros cualquier planificaci¨®n estrat¨¦gica cultural y determinaci¨®n de objetivos. Cita el estudio de Renaud Denuit sobre pol¨ªtica cultural europea que muestra que el presupuesto de 2007-2013 asign¨® a cultura 400 millones de euros para siete a?os, menos de un euro por habitante para todo el per¨ªodo. Esta desatenci¨®n es particularmente grave si pensamos, como dice Miller, en lo que el ideal europeo le debe a la literatura que lo funda y fundamenta.
?De d¨®nde sale la idea de Europa si no es de esa tradici¨®n compartida? Para Milan Kundera la novela moderna, desde Cervantes, es el instrumento de investigaci¨®n mediante el que se construye Europa. Es un tema que explora tambi¨¦n, invocando a Homero, el alban¨¦s Isma¨ªl Kadar¨¦.
Esta reflexi¨®n de Miller nos obliga a reconocer la ausencia de lo que ser¨ªa un sistema literario europeo, ese marco de instituciones, recursos y herramientas de los cuales se dotan las naciones para proteger y promover las actividades vinculadas a la producci¨®n literaria y la lectura, la traducci¨®n de las obras y su circulaci¨®n. Falta una pol¨ªtica europea de desarrollo de plataformas institucionales comunes, apoyo a la cultura en los medios de comunicaci¨®n, fomento de iniciativas transnacionales en la industria editorial y la distribuci¨®n, e incluso premios literarios.
La literatura no son s¨®lo autores y textos, en una especie de cadena acumulativa, como se ense?aba y quiz¨¢s a¨²n se ense?a la historia literaria, sino unas pr¨¢cticas y una experiencia de relaci¨®n con y para los lectores que depende de un complejo entramado de factores. Sin esa estructura social que la envuelve, dif¨ªcilmente puede la literatura cumplir su funci¨®n y tener un impacto. De ah¨ª que cueste identificar una literatura propiamente europea en un contexto en el que las diversas literaturas nacionales europeas, con apoyo interno, se mueven y compiten en un sistema literario global, porque las antiguas limitaciones al di¨¢logo e intercambio con tradiciones no europeas se han superado. Concluye Miller que no es la literatura la que necesita a la UE, sino la UE la que necesita una literatura, necesita la Europa de la literatura, fuente de sus principios fundamentales.
Tal vez sea Stefan Zweig quien m¨¢s consecuentemente encarna y convierte en literatura dichos principios y la conciencia de ser europeo, en medio de las amenazas que se cern¨ªan sobre aquel sue?o de libertad, humanista y cosmopolita. Su contempor¨¢neo, Franz Kafka, un escritor que es de todos y no es de nadie, apela a otra tradici¨®n eminentemente europea, la que describe el lado inquietante y desesperanzado de la condici¨®n humana. Dos s¨²bditos del imperio austroh¨²ngaro, Zweig y Kafka, que anticipan el horror del Holocausto, la tragedia transnacional que define la historia europea.
En un hipot¨¦tico canon europeo no pueden faltar quienes atravesaron aquella experiencia y fueron atravesados por ella, dej¨¢ndonos su testimonio, como Primo Levi, Charlotte Delbo, Imre Kert¨¦sz, o Victor Klemperer, que defendi¨® una idea moral de Europa. Si la identidad consiste en una memoria colectiva, ?qu¨¦ otra memoria comparten los europeos? Y la literatura de aquellos supervivientes ha contribuido a construirla. Jorge Sempr¨²n fue esa clase de europeo, cuya literatura multiling¨¹e no puede ser apropiada por una sola naci¨®n y que luch¨® por traducir su experiencia en el campo de concentraci¨®n a la escritura y a la pr¨¢ctica pol¨ªtica, expresiones ambas de un compromiso ¨¦tico y una visi¨®n de Europa.
Tambi¨¦n son referencias indispensables otros que se movieron entre lenguas y culturas, como Vladimir Nabokov y Samuel Beckett, a quienes George Steiner, otro europeo pol¨ªglota, dedic¨® su ensayo Extraterritorial. O James Joyce, un irland¨¦s que pertenece a la literatura inglesa, publica en Par¨ªs, vive en Trieste, muere en Z¨²rich, y cuyo ingl¨¦s contiene multitud de lenguas. Su secretario, Beckett, puede leerse como un continuador de la desolaci¨®n de Kafka, aunque las lenguas entre las que se mueven sean distintas: ingl¨¦s y franc¨¦s uno, alem¨¢n, checo y yiddish el otro.
Para Kundera la novela moderna es el instrumento de investigaci¨®n mediante el que se construye Europa
Otra manera de estar entre culturas y lenguas, sometida a m¨¢s fricciones que la de estos autores consagrados, es la de Sema Kili?kaya, Najat El Hachmi o Zadie Smith, por ejemplo, escritoras que nos dan a conocer la experiencia de la migraci¨®n, rasgo consustancial hoy en d¨ªa de la realidad europea. La cuesti¨®n no est¨¢ en qui¨¦n entra y qui¨¦n no en una lista selecta, sino en los criterios de selecci¨®n que configuran un repertorio que reconocemos como europeo, m¨¢s all¨¢ de la suma de las partes.
La literatura que cumpla esta funci¨®n no puede ser, en este momento, la representaci¨®n de una identidad sino de una pluralidad tensa, din¨¢mica y conflictiva, definida por los desplazamientos, los cruces entre lenguas y culturas, y la mediaci¨®n que comunica la perspectiva del otro. Una literatura que cabr¨ªa calificar de extraterritorial.
Dec¨ªa Claudio Guill¨¦n en M¨²ltiples moradas que ¡°Europa es un conjunto movedizo, de perfil cambiante, pero que sin embargo se reconoce a s¨ª misma, f¨ªsica e hist¨®ricamente. ?Se reconoce pero no se conoce? Digamos por ahora que su deslinde es problem¨¢tico, m¨®vil, y muchas veces indefinido¡±. A partir de este enfoque, podemos pensar Europa y su literatura no como una identidad, sino como un proceso cambiante, el devenir de un proyecto. M¨¢s que una realidad tangible y delimitable, ser¨ªa una construcci¨®n hist¨®rica y un horizonte ut¨®pico al que aspirar si el objetivo es una Europa capaz de combinar uni¨®n y diferencias.
Antonio Monegal es catedr¨¢tico de Teor¨ªa de la Literatura y Literatura Comparada de la Universitat Pompeu Fabra. Ha ganado el Premio Nacional de Ensayo 2023 por ¡®Como el aire que respiramos: el sentido de la cultura¡¯ (Acantilado, 2022).
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