¡®Ink¡¯: ejercicio de plasticidad esc¨¦nica de Dimitris Papaioannou en el que pasa poca cosa
Si bien se producen instantes de bello impacto visual, lo nuevo del core¨®grafo de moda se desinfla en mera contemplaci¨®n atravesada por clich¨¦s y cierto hast¨ªo
Dimitris Papaioannou (Atenas, 59 a?os) es bailar¨ªn y core¨®grafo, pero en Ink no hay danza. Porque el creador griego tambi¨¦n es artista pl¨¢stico y esta faceta es primordial y fagocitadora de todas sus obras. Se concreta a trav¨¦s de espectaculares im¨¢genes en lo que parece una b¨²squeda perpetua de lo sublime que el creador persigue a trav¨¦s de una liturgia propia, tambi¨¦n f¨®rmula: la que une la belleza de la Grecia m¨¢s cl¨¢sica, a trav¨¦s de cuerpos masculinos perfectos, con dispositivos escenogr¨¢ficos de gran espectacularidad, que en Ink (cristalizados a trav¨¦s del agua) saben a poco. Si recientemente todo esto se ha podido comprobar en The great tamer y Transverse orientation, montajes anteriores que han visitado Espa?a desde 2017, de mayor factura y siempre rodeados de expectaci¨®n y con entradas agotadas, en mucha menor medida sucede con Ink, d¨²o interpretativo que acaba resultando un ejercicio de plasticidad esc¨¦nica en el que pasa poca cosa. A pesar de la manipulaci¨®n constante de objetos y juego de luces. Y a pesar de la impresi¨®n est¨¦tica que se consigue en los primeros momentos, pero que se agota enseguida. La pieza acaba resultando una mera contemplaci¨®n que no termina de cuajar, porque el hast¨ªo de lo vacuo, a pesar del encanto de algunos instantes, la atraviesa.
Dimitris Papaioannou, que llevaba varios a?os y trabajos sin pisar el escenario, aparece como una especie de dios todopoderoso, casi mago, ilusionista, prestidigitador y domador, autor de una criatura perfecta y desnuda
En escena, el propio Dimitris Papaioannou, que llevaba varios a?os y trabajos sin pisarla (en la ¨²ltima d¨¦cada solo dirig¨ªa y coreografiaba), aparece como una especie de dios todopoderoso, casi mago, ilusionista, prestidigitador y domador, autor de una criatura perfecta y desnuda que comparte obra con ¨¦l e interpreta el bailar¨ªn ?uka Horn. A partir de ah¨ª, la relaci¨®n entre ellos dos, que pasa por la violencia y la opresi¨®n, el juego y el intercambio (s¨ª, al final la criatura se rebela contra su creador), recuerda a cl¨¢sicos de la literatura como el Frankenstein de Mary Shelly, pero en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de Coppola, con aquel Kenneth Branagh impostado en una exagerada teatralidad, y a mitos de la Grecia cl¨¢sica como el de una especie de narciso presuntuoso que acaba amamantando a su propia criatura (literal). Un pulpo (de ah¨ª el t¨ªtulo de la pieza, tinta en ingl¨¦s), unas espigas y una pecera redonda, una bola de discoteca, una cuerda como cord¨®n umbilical y agua, mucha agua que funciona como paisaje, sustento e incluso l¨ªquido amni¨®tico, podr¨ªan ser la base de un ejercicio po¨¦tico que acaba simplificado en el viaje esteticista de dos hombres, no exento de clich¨¦s, pero con la firma de uno de los core¨®grafos de moda en la actualidad esc¨¦nica internacional.
Ink
Creación: Dimitris Papaioannou.
Intérpretes: Dimitris Papaioannou y Šuka Horn.
Teatros del Canal, Madrid. Hasta el 25 de noviembre.
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