Francisco Rico acaba con Petrarca
El acad¨¦mico culmina una cronolog¨ªa comentada de la agitad¨ªsima vida del poeta y erudito de antig¨¹edades grecolatinas, inventor del humanismo tal como lo entendemos

No pod¨ªa ser m¨¢s oportuna la aparici¨®n de este conjunto de ensayos de Francisco Rico sobre uno de los grandes temas de su biograf¨ªa: la obra y la vida de Petrarca (1304-1374). Empez¨® en el asunto vistiendo pantal¨®n corto y barbilampi?o y lo culmina hoy, patricial y laureado. El libro re¨²ne una especie de cronolog¨ªa comentada de la agitad¨ªsima vida de un secretario eclesi¨¢stico de altos vueltos, adem¨¢s de poeta y erudito de antig¨¹edades grecolatinas, y tres piezas m¨¢s que concentran el inter¨¦s real del libro. Son tres distintas visiones del significado de Petrarca como inventor del humanismo, tal como lo entendemos hoy, incluida la visi¨®n precoz del m¨¢rketing literario, es decir, la construcci¨®n de la imagen de s¨ª mismo para el presente y para la posteridad a trav¨¦s de una descomunal cantidad de cartas a los amigos, a los autores y al futuro.
Las tenemos hoy, adem¨¢s, en una insuperable edici¨®n de Acantilado, esa caja m¨¢gica de 3.500 p¨¢ginas que permite sumergirse en las cartas familiares ¡ªes decir, de tono amistoso y casual¡ª y en las cartas de senectud, todas escritas a partir de sus cuarenta a?os. Ah¨ª est¨¢ en germen la matriz del ensayo ¨¤ la Montaigne porque ellas mismas se nutren a su vez del modelo de las cartas de S¨¦neca y de Cicer¨®n (buena parte de ellas descubiertas por el mism¨ªsimo Petrarca en Verona). Pero ninguno de ellos se trabaj¨® como se trabaj¨® Petrarca la imagen de hombre de retiro sabio y contemplativo a la vez que conspiraba a favor de la familia Colonna durante d¨¦cadas, y luego en contra, un poco como ahora mismo.
Los ¨²ltimos veinte a?os de su vida Petrarca fue un obsesivo autobi¨®grafo selectivo y ficcional de s¨ª mismo para contarnos al Petrarca que quer¨ªa que crey¨¦semos y conoci¨¦semos
Es formidable saber que los veinte a?os ¨²ltimos de su vida Petrarca fue un obsesivo autobi¨®grafo selectivo y ficcional de s¨ª mismo para contarnos al Petrarca que quer¨ªa que crey¨¦semos y conoci¨¦semos: ocult¨® de forma encriptada el registro de sus pecados de la carne (tuvo al menos dos hijos) y particip¨® como el que m¨¢s en la vida pol¨ªtica y eclesi¨¢stica del poder de su tiempo con viajes incesantes por Francia e Italia, de Avi?¨®n a Padua o la inaudita Roma, y el correspondiente registro en sus cartas trufadas de detalles personales, de confidencias, de meditaciones o de paisajes vividos bajo la tormenta, el barro o el trueno.
Y m¨¢s emocionante es todav¨ªa verle hacer esfuerzos incansables para conciliar la fe cat¨®lica que nunca perdi¨® con la sapiencia rasa y perpetua de quienes nunca creyeron en el dios de Agust¨ªn y sus Confesiones (tuvo consigo el mismo ejemplar que ley¨® de joven hasta el ¨²ltimo a?o de su vida, en que lo regal¨®). Ah¨ª late de forma armoniosa y d¨²ctil la necesidad de hacer de Plat¨®n o de Cicer¨®n potenciales creyentes cat¨®licos sin renunciar a sus saberes morales y a sus propias inteligencias. La encrucijada es tan hermosa que parece estar hablando de pie, paseando por la calle Arenal o por el paseo de Gracia barcelon¨¦s, con cualquiera de nosotros, y por supuesto enga?¨¢ndonos con omisiones calculadas y exageraciones escogidas sobre qui¨¦n es ¨¦l. Cierro los ojos y los veo, a Rico y a Petrarca, d¨¢ndose la matraca sin tregua, aunque sin que pueda yo pillar nada porque todo, todo lo dicen en lat¨ªn. Bienaventurados.

Petrarca. Poeta, pensador, personaje
Arpa, 2024
180 p¨¢ginas. 18,90 euros
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