¡®Cicer¨®n¡¯, cuando las armas ceden el paso a las togas
La biograf¨ªa de Pierre Grimal revela al orador romano por excelencia como un intelectual y un pol¨ªtico may¨²sculo. Ejecutado por Marco Antonio, apel¨® siempre a la paz frente a la violencia y a la Rep¨²blica como ideal de gobierno
Nunca ha sido f¨¢cil para el intelectual el compromiso pol¨ªtico. Ser un hombre de acci¨®n, generar opini¨®n, conlleva alabanzas y censuras, riesgos que se saldan unas veces con la reprobaci¨®n p¨²blica y el ostracismo, otras con la propia vida. Mucho m¨¢s si cabe para Marco Tulio Cicer¨®n (106-43 antes de Cristo), nacido en la rural Arpino y un reci¨¦n llegado (Homo novus) que aspir¨® a ser el primero de su familia en acceder a una alta magistratura (fue c¨®nsul el a?o 63 antes de Cristo). Tal audacia le vali¨® el menosprecio de aquellos que s¨ª contaban con una tradici¨®n familiar en el Senado y la pol¨ªtica romana y ve¨ªan en el Arpinate a un advenedizo proveniente del orden de los caballeros necesitado de amistades y apoyos entre la nobleza. Su hermano Quinto le recordaba en el Manual de campa?a electoral que en Roma abundaba la corrupci¨®n, la envidia y la intriga, que en una ciudad que olvidaba f¨¢cilmente la virtud y el m¨¦rito de sus ciudadanos m¨¢s ilustres hab¨ªa que protegerse frente al odio de mucha gente. Quiz¨¢s ello explique esa vanidad que rezuma y tanto irrita en toda su obra, en esa prosa magistral cuyo dominio lo convirti¨® en el orador romano por antonomasia. Su falta de modestia y el presentarse siempre como el salvador de la patria o como un ejemplo moral se debi¨® a su necesidad de recordar que por su talento como orador y pol¨ªtico se hab¨ªa ganado con creces el derecho a contar entre los grandes de la pol¨ªtica romana, fueran estos optimates conservadores como Pompeyo o renovadores populares como Julio C¨¦sar, cuya gloria se hab¨ªa alcanzado fundamentalmente por la fuerza de las armas, por ser jefes militares de ¨¦xito.
Pierre Grimal (1912-1996) fue como Cicer¨®n un humanista, un maestro que tanto nos leg¨® una biograf¨ªa soberbia sobre el Arpinate como un Diccionario de mitolog¨ªa griega y romana obligatorio en toda biblioteca que se precie. Son muchas las biograf¨ªas sobre este animal pol¨ªtico de saber enciclop¨¦dico, pero el Cicer¨®n de Grimal ha marcado un hito. Su excelente aproximaci¨®n a Cicer¨®n no es solo un recorrido por la vida y el magisterio del orador en la Roma del ¨²ltimo siglo de la Rep¨²blica, por la que deambulan hombres que escribieron la historia con may¨²sculas, sino una apasionante inmersi¨®n en la historia de la cultura latina y sus relaciones con la civilizaci¨®n griega, en todos los aspectos de la vida de la Roma antigua y de la romanidad.
Es cierto, como nos ense?a Grimal, que Cicer¨®n jug¨® siempre al doble juego de favorecer unas veces a unos y otras a otros, y eso porque su ambici¨®n fue convertirse en la primera personalidad de Roma, una ambig¨¹edad que le cost¨® la vida tras el asesinato de Julio C¨¦sar. Seguramente, tan solo pretendiera reunir a los romanos en torno a Roma en su conjunto, la conocida como concordia de los ¨®rdenes, y rebelarse ante la idea de que solo la plebe, el Senado o un solo estamento decidieran el destino del imperio. Para lograr ese fin asumi¨® riesgos desde su juventud, por su horror ante la violencia o la injusticia y su apelaci¨®n constante a la paz, como cuando defendi¨® a los sicilianos frente a la exacci¨®n del gobernador romano Verres, sofoc¨® la conjura golpista de Catilina o tom¨® partido a favor de Pompeyo frente a C¨¦sar para poner fin a la guerra civil. De poco le vali¨® ser reconocido como Padre de la Patria o que el laurel del triunfo militar hubiera de retirarse frente a la estima dada por los ciudadanos a sus actos. Vivi¨® bajo el sol de los exiliados, sin renunciar por huir a combatir, y vio c¨®mo le alcanzaba la muerte tras ser declarado un proscrito por Marco Antonio el a?o 43 antes de Cristo. Fue ejecutado en su infructuosa huida y su cabeza y sus manos fueron exhibidas ignominiosamente en el f¨®rum de Roma, demostr¨¢ndose una vez m¨¢s que la elocuencia ha sido siempre un arte peligroso en pol¨ªtica y que la fidelidad a las opiniones defendidas y a uno mismo se paga siempre muy cara.
Su filosof¨ªa es un h¨ªbrido original y muy romano de platonismo y estoicismo, una naturalizaci¨®n y aclimataci¨®n de la filosof¨ªa griega en Roma
Es m¨¦rito tambi¨¦n de Cicer¨®n, como destaca Grimal, haber hecho del eclecticismo virtud, para nada un dem¨¦rito cuando un pensador es capaz de dar muestras de su inteligencia armonizando lo mejor de todas las doctrinas. Su filosof¨ªa ¡ªy Cicer¨®n es un fil¨®sofo en may¨²sculas¡ª es un h¨ªbrido original y muy romano de platonismo y estoicismo, una naturalizaci¨®n y aclimataci¨®n de la filosof¨ªa griega en Roma. Su pensamiento pol¨ªtico es una ponderada y sensata defensa de la Rep¨²blica como el mejor r¨¦gimen pol¨ªtico, una constituci¨®n mixta mezcla de monarqu¨ªa, aristocracia y democracia, representada en Roma por el consulado, el Senado y las asambleas, frente a aquellos que como C¨¦sar violaban el derecho para convertirse en el primer ciudadano (princeps).
Conservador y simpatizante de los optimates frente a los populares, para Cicer¨®n la violencia y la crispaci¨®n deben siempre dejar paso al di¨¢logo y a la raz¨®n, algo de lo que podr¨ªamos aprender en nuestro crispado panorama pol¨ªtico. Es verdad que en su resoluci¨®n vemos demasiadas veces arrebatos de vanidad mal controlados, pero no es menos cierto que Cicer¨®n fue un intelectual y un pol¨ªtico may¨²sculo, un cl¨¢sico, que estaba m¨¢s que legitimado a reivindicar que solo en su persona las armas hab¨ªan cedido el paso a las togas, que hab¨ªa hecho pol¨ªtica mediante el alma racional y no con las irracionales entra?as en la temeraria confrontaci¨®n fraternal.
Cicer¨®n
Traducci¨®n de Ana Escart¨ªn Arilla
RBA, 2023
540 p¨¢ginas. 25 euros
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y X, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.