June Crespo en el Guggenheim de Bilbao: cuerpos que arden
La artista navarra concibe la escultura como un encuentro consigo misma y con el otro. Su nueva exposici¨®n refleja la libertad creciente de su pr¨¢ctica
En su acepci¨®n m¨¢s b¨¢sica, la palabra vascular remite a los vasos sangu¨ªneos del cuerpo, tubos huecos como ca?er¨ªas que transportan la sangre de un sitio a otro. Sin el bombeo interno de todos esos conductos nada funciona. Ocurre algo parecido en bot¨¢nica. Hay un tipo de tejido vascular en las plantas que tambi¨¦n funciona como elemento conductor. Est¨¢ lleno de tejidos complejos y tantas capas como lo vascular si lo pensamos desde la sintaxis, donde aparece cierto enredo positivo. Vascular parece un verbo aunque es un adjetivo y acarrea esa mochila propia de las palabras hom¨®fonas, las que se pronuncian igual pero se escriben diferente, como si tuviera un cuerpo imantado al propio significado del que no puede desprenderse.
Bajo ese t¨¦rmino titula June Crespo (Pamplona, 1982) su exposici¨®n en el Guggenheim de Bilbao. Primer acierto de este proyecto comisariado por Manuel Cirauqui que tiene mucho de esa misma biolog¨ªa molecular. Treinta esculturas de los ¨²ltimos siete a?os act¨²an como vasos comunicantes y redes capilares. La artista se sit¨²a en un cruce de caminos donde hay tanta tensi¨®n como gravedad, as¨ª como diferentes temperaturas, escalas e implicaciones que tienen que ver con la intimidad y la potencia. Lo hace voluntariamente, tratando de entender ese espacio que circula entre las obras. Apresar eso que se escapa. Para ella el arte no es tanto un medio de expresi¨®n, sino un modo de elaboraci¨®n y digesti¨®n de lo que le atraviesa a varios niveles, ya sea en lo personal, afectivo, pol¨ªtico o est¨¦tico. Un canal, una v¨¢lvula, un cauce, una compuerta. De ah¨ª que su trabajo sea una indagaci¨®n extrema, algo as¨ª como una sonda lanzada a lo oscuro, y que sus obras traduzcan a t¨¦rminos formales lo que la mirada percibe m¨¢s all¨¢ de la raz¨®n. Algo parecido a lo que hace Clarice Lispector en literatura: renuncia a contar historias para expresar sensaciones. De ah¨ª su inteligencia luminosa.
Las obras parecen encajar casi a la perfecci¨®n en el museo, incluso en di¨¢logo con otras como la ara?a de Bourgeois
Su escultura es antesala y motivo del encuentro consigo misma y con el otro. As¨ª que no es f¨¢cil ni el lugar en el que se sit¨²a como artista ni el lugar con el que se topa el espectador. Ese es el reto, muy bien resuelto en esta muestra que huye de cronolog¨ªas y agrupa las obras bajo la idea de afinidad y parentesco. Si afinan el ojo ver¨¢n que el montaje est¨¢ lleno de triangulaciones. La conversaci¨®n como metodolog¨ªa y como fertilizante. Eso es justo lo que a June Crespo le interesa de la escultura, que se active un escenario de afecci¨®n entre sujeto, objeto y espacio. Lo que encontramos es un sinf¨®nico ejercicio de acoples, sinergias y desbordamientos que mucho tiene que ver con otras artistas como Isa Genzken, Carol Bove o Bela Kolarova.
Los materiales de las obras aparecen como ensamblajes de operaciones complejas. Hay tubos y espacios de paso, cortes y reensamblajes, injertos y esquejes, masas y huecos. Superposiciones, desigualdades y asimetr¨ªas. Mutaciones y alteraciones. Gestos que a veces se ven y otras veces no. Velos que tapan y otros que ense?an. Pr¨®tesis en las paredes del museo, tanto hacia fuera en la sala como intramuros. Hay polinizaci¨®n de ideas y un caos org¨¢nico cuidadosamente estudiado que parece un cuerpo circular formado por otros cuerpos que se enroscan. Algo que se traslada al estupendo cat¨¢logo editado por la editorial Caniche, que pone el foco en entender qu¨¦ ideas circulan entre los textos.
Muchos de los trabajos de June Crespo siguen tomando como punto de partida la proporci¨®n del cuerpo humano en t¨¦rminos de altura, extensi¨®n y relaci¨®n con el suelo, aunque esta exposici¨®n resit¨²a la escala de trabajos anteriores. Se trata de Vascular (2024), concebido espec¨ªficamente para la muestra, y que ocupa el coraz¨®n de la sala. Grandes cilindros que atraviesan la sala parecen cuellos o bocas abiertas que se comunican. Hay cierta atracci¨®n por lo bot¨¢nico que toma una apariencia animal con el cambio de escala. Lo vemos cuando escanea en 3D ciertas plantas y flores, como la strelitzia, haciendo operar el tallo casi como tuber¨ªa.
El erotismo es patente en esos tallos ampliados y elevados. Junto a ellos, vemos expandido su habitual uso escult¨®rico de las im¨¢genes a grandes impresiones en el suelo, y amplificada la presentaci¨®n de soportes de producci¨®n industrial, como mesas de trabajo o plataformas elevadoras. La idea de display no es nueva, ni los torsos y bustos revestidos con ropas, aunque la manera de trabajar lo textil es cada vez menos cuidadosa y sofisticada. Utiliza prendas ya hechas, con costuras y aperturas que responden a la forma del cuerpo. Las elije por su color o textura: el¨¢sticas o acolchadas, c¨¢lidas o brillantes, transparentes o con estampado. Mantas, toallas, alfombras, ropa de cama. Siempre tejidos dom¨¦sticos.
Todo suma en este proyecto. Por una parte, la exposici¨®n, que visibiliza la libertad cada vez mayor en el seno de la pr¨¢ctica escult¨®rica en cuanto al uso, las formas y materiales que coincide con la puesta en duda del sentido de la profesi¨®n. Eso es: esculturas que indican m¨²ltiples direcciones y puntos de fuga sin cerrar un discurso. Por otra parte, el museo, en el que las obras de June Crespo parecen encajar casi a la perfecci¨®n. Fuera, con la conocida ara?a de Louise Bourgeois, Mam¨¢, con las patas tambi¨¦n remendadas y llenas de cicatrices. Dentro, con la retrospectiva de Giovanni Anselmo llena de gestos ir¨®nicos, delicados y abrasivos, abiertos al acontecimiento posible. La total convicci¨®n de que June Crespo est¨¢ en el lugar correcto en el momento correcto.
¡®Vascular¡¯. June Crespo. Guggenheim Bilbao. Hasta el 9 de junio.
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