Stefano Mancuso: el futuro es la inteligencia vegetal
El bot¨¢nico calabr¨¦s lleva a?os dedicado a mostrar que las plantas tienen una afilada inteligencia y una sofisticada sensibilidad: son organismos descentralizados que distribuyen por todo su cuerpo las funciones que los animales concentramos en ¨®rganos espec¨ªficos
Las plantas y los animales separaron sus destinos hace mucho tiempo. Ambas formas de vida proced¨ªan del agua. Las primeras, m¨¢s pac¨ªficas, optaron por la vida sedentaria. Se arraigaron al suelo y desarrollaron estrategias para alimentarse del sol. Los segundos, m¨¢s inquietos, se dedicaron a la caza, a alimentarse de otros seres, plantas incluidas. Hoy, 600 millones de a?os despu¨¦s, la vida animal sigue dependiendo de la vida vegetal. Y ambas del sol. Respiramos gracias al oxigeno que producen las plantas, nuestros alimentos y recursos energ¨¦ticos son de origen vegetal, tambi¨¦n nuestros medicamentos. La vida animal siempre ha dependido de la vida vegetal, que constituye m¨¢s del 80% de la biomasa del planeta. Todo esto es bien sabido. Lo que no lo es tanto es que las plantas, tan pasivas, tan a merced de sus depredadores, tienen una afilada inteligencia y una sofisticada sensibilidad. Un bot¨¢nico calabr¨¦s lleva a?os dedicado a mostrarlo. Hasta ahora nos hemos servido de las plantas por lo que producen, es hora de empezar a escuchar lo que nos dicen, de sintonizar con la inteligencia vegetal, que es la que se?ala el camino hacia un futuro luminoso, frente a la artificial, cuyo horizonte es m¨¢s bien sombr¨ªo y s¨®rdido.
El di¨¢logo con la inteligencia vegetal es muy antiguo. Las t¨¦cnicas arcaicas de ¨¦xtasis y los viajes cham¨¢nicos se han imbuido de esa tel¨²rica conversaci¨®n desde hace milenios. Un di¨¢logo que es posible porque las plantas, como nosotros, ven, oyen y razonan. Y no lo hacen con un ¨®rgano, sino con todo su cuerpo. La planta conoce el inframundo mediante sus ra¨ªces (el agua de la que venimos) y el mundo solar (el fuego que nos alimenta). Un ingenioso modo de sintetizar la luz le permite alimentarse del sol. Las culturas ind¨ªgenas llevan inmersas en esa conversaci¨®n mucho antes de que S¨®crates practicara su c¨¦lebre may¨¦utica. Hay plantas santas, que saben mucho y que tienen mucho que contar. Pero para escuchar lo que dicen lo primero es reconocer su inteligencia. La imaginaci¨®n sem¨ªtica occidental ha fomentado un mito: la superioridad humana sobre el resto de las especies. Hemos vivido en ese ¡°filtro-burbuja¡± durante demasiado tiempo (dentro y fuera de internet todos vivimos en nuestra propia burbuja). Ha llegado el momento de reconocer una sensibilidad vegetal (superior a la animal) capaz no solo de percibir el entorno y analizar los recursos, sino de tomar decisiones. Muchas de ellas innovadoras.
La soluci¨®n evolutiva de las plantas fue optar por un modelo descentralizado. Las plantas son organismos sin ¨®rganos. Una idea genial. Distribuyen por todo su cuerpo las funciones que los animales concentramos en ¨®rganos espec¨ªficos. El motivo de esa decisi¨®n es sencillo: las plantas no se desplazan, viven arraigadas al suelo y no pueden huir de sus depredadores. Si un animal pierde el coraz¨®n o los ojos, muere o queda indefenso. Algo que no ocurre con la planta, que carece de ¨®rganos. O mejor, en la que todo es ¨®rgano (y sensibilidad). Nosotros respiramos con los pulmones, las plantas respiran con todo el cuerpo, oyen con todo el cuerpo, calculan (s¨ª, calculan) con todo el cuerpo. De ah¨ª que algunas plantas psicoactivas faciliten la experiencia de la unidad de todas las cosas. Su cuerpo es expresi¨®n de esa unidad, de ese todo c¨®smico u org¨¢nico.
De este modo, las plantas pueden renunciar a partes importantes de su cuerpo sin que merme su funcionalidad. Son textos que admiten correcciones salvajes, supresiones de cap¨ªtulos enteros. Precisamente porque no tienen un centro de control, resisten no solo a los depredadores, sino al fuego mismo. Hay plantas que toleran las llamas, como una palmera enana que crece en Sicilia. Un fil¨®sofo dijo que un ¨¢rbol era fuego encapsulado. La llama no ser¨ªa posible sin su madera. El fuego es uno de sus modos de expresi¨®n.
Las se?as de identidad de la Tierra son la vegetaci¨®n, las nubes y el agua. Una bandera verde, azul y blanca. Ning¨²n otro planeta exhibe estos colores. La teor¨ªa de Gaia no es ingenua. La Tierra es lo que es debido a la acci¨®n de la vida en el planeta. Sin vida la Tierra ser¨ªa una roca desnuda, una enana marr¨®n. Y del mismo modo que el cuerpo humano tiene mecanismos para mantener estable su temperatura, el planeta, como un ¨²nico ser vivo, es capaz de regular y estabilizar las oscilaciones de su cuerpo siempre cambiante. Los humanos ser¨ªamos una enfermedad de la piel, mientras que el manto vegetal y el agua de los oc¨¦anos servir¨ªan para regular esa irritaci¨®n.
Stefano Mancuso nos recuerda una de las principales ventajas del mundo vegetal sobre el humano. No posee burocracia, no hay funcionarios ni estructuras jerarquizadas. Las plantas no son centralistas, no tienen una sede central (cerebro) desde donde emitir ¨®rdenes de gobierno. Las organizaciones jer¨¢rquicas y centralizadas de la vida animal son siempre m¨¢s vulnerables. Basta con matar al emperador para hacer que se tambalee una civilizaci¨®n. Los modelos organizativos de las plantas son difusos, descentralizados, repetitivos. Una mente extendida.
Apoyo mutuo
La idea de la naturaleza como un circo romano en que las especies compiten entre s¨ª por la supremac¨ªa, tan del gusto de capitalismo global y la depredaci¨®n financiera, es fruto de un profundo desconocimiento del funcionamiento de las comunidades naturales. Una vulgarizaci¨®n del pensamiento de Darwin muy extendida. Frente a las teor¨ªas supremacistas (y racistas) de la evoluci¨®n competitiva y la lucha despiadada por la supervivencia, el naturalista y anarquista Piotr Kropotkin propuso el apoyo mutuo como factor decisivo de la evoluci¨®n. Es la colaboraci¨®n (y no la competici¨®n), el factor dominante en el ¨¦xito de las especies. Lynn Margulis ha profundizado en esta idea. Las c¨¦lulas eucariotas son el resultado de la evoluci¨®n de relaciones simbi¨®ticas entre bacterias. Un factor de enorme importancia para las formas de vida desarrolladas. Las c¨¦lulas procariotas que componen las bacterias carecen de org¨¢nulos internos y las funciones internas no se hallan compartimentadas. Mientras que las c¨¦lulas eucariotas de plantas y animales s¨ª los tienen (delimitados por membranas), y cada uno desempe?a una funci¨®n metab¨®lica particular, siendo el m¨¢s importante el n¨²cleo, que contiene el ADN. Margulis sostiene que algunos de estos org¨¢nulos celulares b¨¢sicos como el cloroplasto (encargado de la fotos¨ªntesis) y las mitocondrias (encargadas de la respiraci¨®n celular) son el producto de una vieja simbiosis. Como en el Timeo de Plat¨®n, donde el animal humano vive dentro del animal c¨®smico, o en la idea de Pablo de Tarso (¡°en ti vivimos, nos movemos y existimos¡±), la teor¨ªa endosimbi¨®tica de Margulis postula la colaboraci¨®n entre dos organismos que viven uno dentro del otro. Una maravillosa demostraci¨®n de la fuerza del apoyo mutuo, dice entusiasmado Mancuso. ¡°Organismos simples que unen sus destinos y dan vida a un nuevo tipo de c¨¦lula totalmente distinto cuya funci¨®n supera la suma de sus componentes, hasta el punto de que se convierte en la base de la organizaci¨®n misma de plantas y animales¡±. Los l¨ªquenes, simbiosis entre un hongo y un alga, pueden vivir en la Ant¨¢rtida y en los desiertos m¨¢s ¨¢ridos del planeta. ¡°El arte del vivir conjunto despliega admirables manifestaciones, desde la polinizaci¨®n hasta la defensa, desde la resistencia al estr¨¦s hasta la b¨²squeda de nutritivos, las plantas son las maestras indisputadas del apoyo mutuo¡±. Hongos que se asocian con ra¨ªces, ¨¢rboles con hormigas, flores con abejorros.
Memoria e individuo
La memoria es un requisito fundamental no solo de la inteligencia, sino de aquello que denominamos individuo. Mancuso ha mostrado que las plantas no solo recuerdan impresiones del pasado, sino que son capaces de comunicarse entre s¨ª, concebir estrategias de defensa y aprender de la experiencia del pasado. Un caso paradigm¨¢tico de inteligencia sin cerebro. Podemos aprender mucho de las plantas, de su mente extendida o inteligencia descentralizada. Con su estructura modular reiterada, las plantas cuestionan la idea misma de individuo. Son un buen ejemplo de mente extendida. Vivimos dentro de una mente m¨¢s amplia, hecha de percepci¨®n, memoria, intenci¨®n y lenguaje. El individuo es un fen¨®meno superficial en la mente del mundo.
Seg¨²n la etimolog¨ªa, un individuo es aquello que no se puede dividir en partes, algo que una planta puede hacer perfectamente. Para la planta dividir no significa destruir, sino multiplicar. Goethe ya identific¨® el fen¨®meno. Cada yema de cada ¨¢rbol es una planta en s¨ª misma. Un ¨¢rbol, m¨¢s que un individuo, es una familia. Seg¨²n la gen¨¦tica, el individuo es aquello que posee un genoma estable en el espacio y en el tiempo. Pero en un mismo ¨¢rbol pueden identificarse ramas mutantes y en una planta coexistir genomas diferentes.
Mimesis
De las insospechadas destrezas de la planta, la m¨¢s sorprendente es su capacidad mim¨¦tica, donde sobrepasa al animal. Un organismo puede tener el impulso de hacerse invisible (Bartleby). Expandirse o contraerse en funci¨®n de los recursos. Un caso extraordinario de mimesis es el de la Boquila trifoliata. Esta planta imita con precisi¨®n las hojas de la planta hu¨¦sped a la que trepa. Ninguna otra planta conocida es capaz de este tipo de mimesis. Imita las dimensiones, la forma y el color de especies completamente distintas. Pero su destreza no queda ah¨ª. Es tambi¨¦n capaz de moldear sus hojas de modo que, una misma planta, se confunda con cada una de las plantas vecinas. Las hojas de la Boquila pueden cambiar de forma, dimensi¨®n y color varias veces en funci¨®n de las especies pr¨®ximas a ella. Los pintores imitan modelos capaces de confundir a p¨¢jaros o personas. Lo mismo hace esta planta. Mancuso sugiere que, para ello, la planta debe estar dotada de alg¨²n tipo de visi¨®n. Una hip¨®tesis ya planteada por Haberlandt en 1905, que sostuvo que las plantas pod¨ªan percibir im¨¢genes gracias a unas c¨¦lulas convexas de su epidermis. Harold Wager tom¨® fotograf¨ªas utilizando como lente estas c¨¦lulas de la epidermis foliar de varias especies vegetales. La teor¨ªa cay¨® en el olvido. Ahora resurge con descubrimientos que muestran la capacidad visual de organismos unicelulares. Tras el espejismo de la modernidad, regresamos a la visi¨®n presocr¨¢tica e india: todo percibe y siente.
Un estudio reciente de la cianobacteria procariota ha mostrado que es capaz de medir la intensidad y el color de la luz mediante fotorreceptores. La bacteria funciona como una microlente y puede ajustar su posici¨®n respecto a una fuente luminosa. La imagen penetra a trav¨¦s de la membrana convexa y se proyecta en la cara opuesta. Otros organismos unicelulares poseen oceloides (proto-ojos) con estructuras similares a las lentes y que recuerdan a la c¨®rnea o la retina. Los organismos m¨¢s simples son capaces de obtener informaci¨®n de la luz y orientarse en el espacio. Hay un tipo de plancton marino unicelular que utiliza estos oceloides para detectar y capturar su alimento.
La imitaci¨®n es esencial a la vida. Todos hemos de mimetizarnos para adaptarnos al gran teatro del mundo. Hay plantas, como los lithos, que se hacen pasar por piedras para sobrevivir en los desiertos de Namibia. Imitan las vetas y manchas de las piedras, han prescindido del tallo y del color verde. Para adaptarse a las condiciones de aridez extrema y evitar la depredaci¨®n animal, sus hojas se tornan gruesas y suculentas y se confunden con el fondo pedregoso del desierto.
Frente a la discreci¨®n, tambi¨¦n puede darse la ostentaci¨®n. Una actitud tan humana como animal y vegetal. La gacela salta como un muelle, sin huir, cuando se encuentra con el le¨®n. Un derroche que env¨ªa un mensaje: ¡°Soy fuerte y veloz, no me alcanzaras, perder¨¢s tiempo y energ¨ªas¡±. Los colores vivos de la selva oto?al son una ostentaci¨®n parecida a la del pavo real o a nuestros s¨ªmbolos de estatus. Un mensaje de poder de los ¨¢rboles dirigido a los ¨¢fidos y pulgones que chupan su savia.
Hay plantas adventicias que gracias a la imitaci¨®n de una especie m¨¢s noble logran sobrevivir. Un buen ejemplo es la alverja, que lleva mucho tiempo imitando a la lenteja, hasta el punto de que hoy es id¨¦ntica a ella. El objetivo: beneficiarse de las ventajas del cultivo humano. Transforma sus rasgos distintivos para dar gato por liebre al agricultor. Tras el paso de las generaciones y ante la dificultad de distinguirlas, se la acaba plantando en nuevos cultivos. Es el llamado ¡°mimetismo vaviloviano¡±, postulado por Nikolai Vav¨ªlov (1887-1943). El centeno, especie cultivada desde hace 3.000 a?os, sigui¨® una estrategia parecida. Se hizo pasar por trigo y adquiri¨® las prerrogativas de ¨¦ste: el mimo y el cultivo humano. Sin el centeno hoy no tendr¨ªamos la harina, la cerveza y algunos whiskies. En el pasado, el centeno era una mala hierba del trigo y la cebada, con cuyas semillas compart¨ªa parecidos. El ser humano siempre ha buscado plantas c¨®modas de domesticar, que re¨²nan semillas grandes, f¨¢ciles de recoger, como sucede con la espiga. Estas fueron las primeras seleccionadas, junto con sus adventicias. El hijo bastardo siempre puede usurpar el trono. Cuando el cultivo del trigo se extendi¨® a regiones m¨¢s fr¨ªas y suelos m¨¢s pobres, el centeno hizo valer su rusticidad. Las malas hierbas son capaces de sobrevivir all¨ª donde no se las quiere. El centeno produc¨ªa m¨¢s y mejor que el trigo o la cebada, y al poco tiempo acab¨® sustituy¨¦ndolos.
El arte de la persuasi¨®n (y la manipulaci¨®n)
Las plantas no pueden desplazarse, al menos en teor¨ªa. La planta madre no tiene inter¨¦s en verse rodeada de hijos. Pone en juego todas sus estrategias para que sus v¨¢stagos se alejen de ella. Una vez en el suelo, la semilla inicia su aventura, las cerdas la ayudan a desplazarse y, cuando encuentra una hendidura en el suelo, se coloca cabeza abajo. La variaci¨®n de humedad entre el d¨ªa y la noche le confiere la fuerza de propulsi¨®n para penetrar en el suelo. En pocos d¨ªas alcanza la profundidad id¨®nea, lista para germinar y convertirse en una nueva planta.
Las plantas tambi¨¦n se sirven de la capacidad motora de insectos y p¨¢jaros para esparcir sus semillas. Y los premian por sus servicios con el jugoso n¨¦ctar. A veces puede ser m¨¢s arteras y no ofrecer nada a cambio, como cuando las semillas se aferran al pelo de los animales. O incluso pueden manipularlos sin que ¨¦stos lo adviertan. El enga?o y el fraude son t¨¢cticas que encontramos en todas las especies. Mancuso pone el ejemplo del n¨¦ctar extrafloral, ese que brota en las ramas, los brotes o las axilas de las hojas. Ser¨ªa raro que las plantas desperdiciaran una sustancia tan costosa energ¨¦ticamente sin un prop¨®sito. Esa finalidad ha sido identificada. Las plantas atraen as¨ª a las hormigas para que las protejan de otros insectos. Un buen ejemplo es la acacia africana, que produce frutos espec¨ªficos para alimentar a las hormigas y les proporcionan espacios donde vivir y criar sus larvas. Ofrecen vivienda y alimento a cambio de defensa. Las hormigas saben morder y lo hacen eficazmente, logrando hacer desistir a herb¨ªvoros de gran tama?o como elefantes o jirafas. Adem¨¢s, protegen a la acacia de las plantas cercanas que pudieran usurpar su agua y nutrientes. En las selvas amaz¨®nicas pueden verse claros circulares, desprovistos de vegetaci¨®n alrededor de una acacia. Un buen ejemplo de colaboraci¨®n entre ¨¢rboles e insectos. Pero el asunto puede ser m¨¢s inquietante. El n¨¦ctar extrafloral no solo es azucarado, tambi¨¦n es rico en alcaloides (como la cafe¨ªna o la nicotina), sustancias que inciden en el sistema nervioso y la excitaci¨®n neuronal. Estas sustancias crean dependencia y afectan a las capacidades cognitivas de las hormigas. Una vez creada la dependencia, el ¨¢rbol puede controlar su comportamiento.
Algo parecido ocurre con las guindillas, cuyo ardor hace que el cerebro produzca endorfinas. La dependencia de las endorfinas, que conoce cualquier deportista, es la misma que la de los adictos al picante (capsic¨®fagos). Hay pa¨ªses como India o M¨¦xico adictos a esta sensaci¨®n. Un entusiasmo comparable al coloc¨®n que producen ciertas drogas. Esa manipulaci¨®n qu¨ªmica no se da en otros animales. Al parecer solo los humanos somos aficionados a las guindillas. La neurobiolog¨ªa del consumo de drogas ha constatado que las mol¨¦culas que crean dependencia activan un ¨¢rea cerebral relacionada con los mecanismos de recompensa. Cuando algo como el agua, la comida o el sexo es ¨²til para la supervivencia, hay una recompensa en placer que nos invita a volver a consumirla.
Seg¨²n las hip¨®tesis m¨¢s difundidas sobre el asunto, las drogas vegetales ricas en alcaloides habr¨ªan evolucionado para castigar o amedrentar a los herb¨ªvoros. Un mecanismo de protecci¨®n de la planta. Pero, seg¨²n este planteamiento, la evoluci¨®n no deber¨ªa haber producido compuestos que crearan dependencia del consumo de la planta. Pero si aceptamos que estas sustancias no solo son disuasorias, sino un instrumento para atraer a otros animales y controlar su comportamiento, entonces la paradoja evolutiva queda resuelta. La manipulaci¨®n de las plantas se extender¨ªa as¨ª los humanos, favoreciendo el cultivo de sustancias como el c¨¢?amo indio o las opi¨¢ceas. Plantas que han dejado de ser seres pasivos, a merced de las necesidades animales, para convertirse en organismos complejos capaces de dirigir el comportamiento de otras especies.
Cosas del diablo
La falta de entendimiento o di¨¢logo con la inteligencia vegetal tiene ra¨ªces culturales. ?Qu¨¦ no las tiene? Seg¨²n el diccionario, el diablo es el pr¨ªncipe de los ¨¢ngeles rebelados contra Dios y representa el esp¨ªritu del mal. Para la mentalidad ind¨ªgena, dioses y diablos no son necesariamente agentes del bien o del mal. ambos participan de lo bueno y lo malo, de la prosperidad y la ruina, de la salud y la enfermedad. El manique¨ªsmo sigue presente en nuestra cultura, aunque no siempre es el marco dominante. Un diablo puede ser una persona de mal genio, temeraria y atrevida, pero tambi¨¦n alguien astuto y sagaz. S¨®crates cifra su sabidur¨ªa en lo que dicta su demonio interior (daimon). Los anglosajones dicen que el diablo est¨¢ en los detalles, en esas cosas que pasan desapercibidas y hacen que las cosas funcionen.
En general, cuando hablamos de ¡°cosas del diablo¡±, apuntamos a algo inexplicable. Hay una causa desconocida. No es necesario condenarla, simplemente hay que investigar m¨¢s, pues el asunto no encaja en nuestro marco epistemol¨®gico. Eso es precisamente lo que le ocurri¨® al jesuita Ippolito Desideri (el primer europeo que entendi¨® el budismo), cuando asisti¨® por primera vez a una ceremonia de tulku. No le pareci¨® que estuviera manipulada, simplemente era una ¡°cosa del diablo¡±, algo que requer¨ªa una ulterior investigaci¨®n. Y eso es lo que pasa con ese di¨¢logo antiguo, cham¨¢nico, que las culturas ind¨ªgenas mantienen con el mundo vegetal. Las empresas farmac¨¦uticas se han aprovechado desde hace m¨¢s de un siglo del conocimiento de tabaqueros y ayahuasqueros del Alto Amazonas. No entienden c¨®mo estas gentes, que desconocen la biolog¨ªa molecular, pueden saber tanto. Pero usan su conocimiento si pudor alguno y les reporta ping¨¹es beneficios. La explicaci¨®n ind¨ªgena del asunto, por sorprendente que parezca, es que son las mismas plantas las que se?alan los remedios para las distintas enfermedades. Yerbas como la ruda o la salvia corrigen con su virtud los malos humores. Y esa comunicaci¨®n ocurre durante el viaje cham¨¢nico.
Mancuso no ha hollado todav¨ªa estos temas, esperemos que alg¨²n d¨ªa se aventure a hacerlo. Ser¨ªa un buen modo de salirse del marco epistemol¨®gico que constri?e, como una camisa de fuerza, su investigaci¨®n cient¨ªfica. Esos conflictos epistemol¨®gicos salen siempre a la luz cuando dos grandes culturas colisionan. Pondr¨¦ algunos ejemplos, referidos a la Nueva Espa?a, pero pueden aplicarse tambi¨¦n al encuentro occidental con la cultura tibetana, inca, india o africana.
La medicina ind¨ªgena pone el ¨¦nfasis en lo emocional como causa de la enfermedad. El padre Sahag¨²n detalla con minucia admirable los diferentes remedios. El m¨¦dico de Felipe II, don Francisco Hern¨¢ndez, enriquece la farmacopea mundial con una descripci¨®n fabulosa de diferentes yerbas medicinales. Monardes incorpora plantas y minerales a la medicina del Siglo de Oro. Pero todos ellos segmentan y reducen ¡°una mentalidad impregnada por lo maravilloso¡± (Aguirre Beltr¨¢n). El motivo: los prejuicios religiosos y epistemol¨®gicos. No curan las propiedades farmacol¨®gicas de las plantas, sino sus propiedades m¨ªsticas. Las yerbas se catalogan en purgantes, vomitivas. estupefacientes, diur¨¦ticas y diafor¨¦ticas, pero se menosprecia, por visible incomprensi¨®n, factores imaginales decisivos. Se ignora el pathos (tan griego) de los m¨¦dicos aztecas, que comparten atributos con los sacerdotes: en las dolencias intervienen fuerzas divinas. En el territorio de la confederaci¨®n azteca y fuera de ella, entre mayas, huicholes, zapotecos y tarahumaras, los conocimientos de las propiedades m¨ªticas de las plantas se trasmiten de los ancianos a los aprendices. Hace falta una buena memoria y capacidad de observaci¨®n. Las mujeres pueden dedicarse a la ciencia m¨¦dica una vez traspasado el ciclo sexual activo y con ello, la impureza de partos y menstruaciones. El sue?o inducido por la ingesti¨®n de alucin¨®genos es un uso de aceptaci¨®n general. La etiolog¨ªa de la enfermedad es divina y es en el mundo imaginal donde hay que buscar los remedios.
La dogm¨¢tica africana interviene tambi¨¦n aqu¨ª, a trav¨¦s de los esclavos capturados en el Congo y Guinea. La personalidad humana la integran cuatro partes perfectamente definidas. El cuerpo (la parte perecedera de la persona), el alma-soplo (el principio vital o aliento que mantiene al cuerpo vivo), el alma-sue?o (la parte de la personalidad que deja el cuerpo cuando se sue?a o, cuando despierto, la mente vagabundea), y, finalmente, el esp¨ªritu del muerto, que es la forma que toman las tres anteriores tras el colapso del cuerpo f¨ªsico. La etiolog¨ªa de la enfermedad sigue siendo emocional. Las enfermedades pueden deberse a la ausencia o cautividad del alma-sue?o, a la p¨¦rdida del alma-soplo, y ambas pueden deberse a los influjos de un hechicero. Y el resentimiento motivado por deseos hostiles reprimidos, o la ansiedad y temor a la muerte. El esp¨ªritu del muerto se prolonga m¨¢s all¨¢ de la muerte. Se reviste de nuevos poderes, se hace respetable, digno de un mayor temor y devoci¨®n, y sigue presente en la comunidad. La muerte es solo un cambio de estatus. Los clanes se hallan integrados por los vivos y los muertos en completa paridad. Estos ¨²ltimos siguen interviniendo en la vida comunitaria. Hay una cierta acumulaci¨®n del conocimiento. El m¨¢s antiguo de los difuntos es el m¨¢s poderoso. Como en la china, el culto a los antepasados tiene una enorme trascendencia en la cultura africana.
El prestigio de las plantas
Reci¨¦n llegados a las Antillas, los espa?oles conocieron plantas de gran prestigio entre los indios. Una de las primeras ofrendas que recibieron fue una yerba narc¨®tica, de la familia de los solanos, a la que se atribu¨ªan propiedades m¨ªsticas y curativas. Los indios la llamaban tabaco y este nombre antillano prevaleci¨® en las lenguas de Occidente. La hoja de tabaco se difundi¨® con extraordinaria rapidez al resto del mundo. Los nahuas del altiplano de M¨¦xico la llamaban yetl y era conocida como un modo de defensa eficaz contra las condiciones mal¨¦ficas de los seres y las cosas. El tabaco no mata, protege. En la mayor¨ªa de lugares se inhalaba, unas veces enrollando sus hojas secas en forma de puro, otras coloc¨¢ndolo picado en pipas o canutillos, junto a otras hierbas arom¨¢ticas. El humo aspirado ten¨ªa propiedades terap¨¦uticas y preventivas. Las propiedades narc¨®ticas del yetl adormec¨ªa a los hechiceros y manten¨ªa alejados de los enfermos a los entes mal¨¦ficos. Las hojas secas trituradas con una d¨¦cima parte de cal, al ser mezcladas con la saliva y mantenidas en la boca, liberan un alcaloide que, a la manera de la coca, hacen desaparecer la sensaci¨®n de hambre y de fatiga, permitiendo largas caminatas y sostenidos combates.
La peligrosidad de las daturas era conocida en Europa. En India es la nuez de dutra (de donde deriva el nombre), en Espa?a el bele?o, en Turqu¨ªa la mandr¨¢gora. Todas ellas con un alto porcentaje de alcaloides y con efectos sedantes, hipn¨®ticos y midri¨¢ticos. Su alta toxicidad se traduce en v¨¦rtigos y alucinaciones, delirios y convulsiones. Los m¨¦dicos ind¨ªgenas las utilizaban para provocar estados de hipnosis y alucinaciones pasajeras que no pusieran en peligro la vida. La dosis era un aspecto de vital importancia, ya que los m¨¦dicos, como el paciente, inger¨ªan las daturas.
El ololiuqui
Pocas plantas han alcanzado tanta influencia entre los curanderos como esta, de semilla redonda, llamada ¡°culebra verde¡± o ¡°yerba de la serpiente¡± por su aspecto. En el interior de su semilla habita una deidad llamada ololiuqui. La planta tiene un car¨¢cter sagrado y un uso m¨ªstico. Su nombre esot¨¦rico, cuetzpalli, significa ¡°lagarto¡±, s¨ªmbolo de la abundancia del agua y del placer sin pena. El lagarto habita charcas que nunca llegan a secarse, de ah¨ª que se lo asocie a la fecundidad. El cuetzpalli es s¨ªmbolo unas veces del falo y otras de ¨²tero. Agua copiosa, fertilidad y abundancia se asocian en la mentalidad local con el ma¨ªz, principal alimento del ind¨ªgena. Un alimento divino con el que los dioses formaron a los hombres.
Dado que su principio es el agua, el ololiuqui sirve para el tratamiento de la fiebre. ¡°Ven aqu¨ª, Frio Venerado¡±. Mucho de lo que sabemos del estatus y consideraci¨®n de esta planta lo sabemos gracias a los informes de la Inquisici¨®n. La vehemencia de la planta permite a los chamanes utilizarla como instrumento m¨¢gico para ver cosas que el hombre com¨²n no ve. El cham¨¢n se pone a disposici¨®n del cliente y toma el brebaje sagrado. En su viaje psicod¨¦lico, trasmite a la divinidad la pregunta apetecida. Y del mundo imaginal trae la respuesta. En ocasiones, tambi¨¦n el interesado puede realizar la consulta, siempre y cuando ingiera la sustancia psicoactiva. Se lo identifica, como en otros casos, con figuras sagradas del cristianismo, con los ?ngeles, ¡°Nuestro Se?or¡± o ¡°Mar¨ªa sant¨ªsima¡±. Morelos constituye el centro desde el cual el ololiuqui se difunde al resto del pa¨ªs. El bachiller Alarc¨®n dedica dos cap¨ªtulos enteros de su Tratado de supersticiones a la planta, un factor decisivo para la ofensiva del Santo Oficio contra los adeptos a la sustancia. Alarc¨®n mismo remiti¨® a muchos de los informantes al tribunal inquisitorial para que fueran castigados por su diab¨®lica conducta. En el relato de Alarc¨®n se especifica que el lugar del campo donde brota la planta milagrosa se asea de malas hierbas. Recolectada la semilla, se la trata con temor y reverencia. El anciano pone bajo su protecci¨®n a todo el clan. Teje una peque?a cesta y en su interior guarda el ololiuqui. Se le venera ofreci¨¦ndole incienso, pa?os labrados y vestidos de ni?as. La custodia de la planta se trasmite en l¨ªnea hereditaria. Ritualmente, se le interroga para diagnosticar enfermedades, para conocer la persona causante de un mal, para descubrir el paradero de una persona perdida o desaparecida y para acceder a los sucesos por venir. La semilla es la parte de la planta utilizada por el cham¨¢n. Se la muele y disuelve en agua, en dosis de 25 granos. Una parte se unta en la piel, el resto se ingiere. La semilla debe ser preparada por una persona ritualmente pura. La ingesta se realiza durante la noche, en un silencio sepulcral. Nada debe perturbar la llegada del dios. Cuando es el paciente quien toma la sustancia debe estar acompa?ado por una persona, que permanecer¨¢ quieta y muda durante el viaje mental. Tanto la sustancia como el paciente deben sahumarse para prevenir la intromisi¨®n de seres hostiles. En el momento de beberse a dios se pronuncian palabras llenas de devoci¨®n que prometen rendici¨®n y acatamiento.
Un tratamiento parecido recibe el hongo sagrado o teonanacatl: la ¡°carne de dios¡±. La recolecci¨®n se realiza una noche de vigilia entre plegarias y conjuros. Al amanecer, cuando el roc¨ªo ha humedecido el hongo, es el momento de recogerlo. Motolin¨ªa nos ofrece una v¨ªvida descripci¨®n de las virtudes de esta planta prodigiosa (psilocibe mexicana). ¡°Ten¨ªan otro modo de embriaguez que los hac¨ªa m¨¢s crueles: unos hongos o setas peque?as, que las hay tambi¨¦n en Castilla, m¨¢s los de esta tierra son de tal calidad que, comidos crudos (con un poco de miel de abeja, por ser amargos), al poco rato ven mil visiones, en especial culebras, que salen de todo sentido, y les parece que tienen el cuerpo lleno de gusanos y que se los comen vivos, y as¨ª, rabiando, salen de casa deseando que alguien los mate y, con esa bestial embriaguez, acontec¨ªa alguna vez ahorcarse y tambi¨¦n eran contra los otros m¨¢s crueles. Estos hongos, que llaman carne de dios, son del demonio que ellos adoran y de la dicha manera con aquel amargo majar su cruel dios los comulgaba¡±.
El peyote
El peyote es un cactus peque?o que crece en las zonas ¨¢ridas de Coahuila, Zacatecas, San Lu¨ªs Potos¨ª y Quer¨¦taro. Planta ¨²nica y aut¨®ctona, hasta el momento no se ha descubierto fuera de M¨¦xico. Es muy discreto. Carece de espinas y bayas y apenas se deja ver sobre la superficie de arena. La cabeza es redondeada, radialmente dividida en gajos, cuando florece, brota del centro carnoso una flor rosa y amarilla, que r¨¢pidamente madura en un fruto rojizo. La parte oculta de la planta, la ra¨ªz, tiene forma de zanahoria o nabo y est¨¢ cubierta de escamas le?osas. Crece bajo el rigor del sol, durante la temporada seca se arruga y achica, como enterr¨¢ndose en la arena, como si sumiera la cabeza dentro de su cuello.
Cuando es joven la planta tiene un solo alcaloide, mitras que en el ejemplar adulto llega a nueve. Unos tienen propiedades analg¨¦sicas e hipn¨®ticas, otros excitantes. Una sintomatolog¨ªa parad¨®jica que estalla en el individuo intoxicado. Hay una etapa de euforia y alegr¨ªa, donde se ralentizan las capacidades kinest¨¦sicas y se dilatan las pupilas. Le sigue una fase que reclama la horizontalidad. Las ideas fluyen a gran velocidad. El tiempo se estira. La atenci¨®n es incapaz de fijarse en un solo punto, el menor est¨ªmulo provoca un giro en el pensamiento. Alucinaciones visuales y sonoras. Las primeras aparecen gradualmente, con los ojos cerrados. Juego caleidosc¨®pico de colores. En ocasiones puede ocurrir un desdoblamiento de la personalidad: uno se ve a s¨ª mismo desde fuera. Esta es la fase m¨¢s interesante desde un punto de vista filos¨®fico.
Sahag¨²n es el primero en describir la planta. Hern¨¢ndez lo llama, siguiendo a sus informantes, ¡°medicina resplandeciente¡±. Se lo considera el manjar de los chichimecas, nombre de los grupos ¨¦tnicos cazadores y recolectores del norte. El nombre de peyotl prevaleci¨® entre las diferentes etnias debido al car¨¢cter de lengua franca que ten¨ªa el n¨¢huatl, aunque entre los huicholes de Jalisco se lo llaman j¨ªcuri, los tarahumaras de Chihuahua j¨ªculi y los coras de Nayarit huatari.
El uso ritual del peyote no ha perdido su antiguo simbolismo. Ingerirlo sirve para tener comunicaci¨®n con el dios que lo habita. Los huicholes establecen una trinidad: peyote, venado y ma¨ªz. Asociados a ciertos elementos: aire, flecha, p¨¢jaro, lluvia, fuego y tabaco. En 1620, el Santo Tribunal de la Inquisici¨®n dicta su prohibici¨®n. Pero el sincretismo con las figuras sagradas de los invasores ya ha comenzado. El peyote se asocia con el Ni?o dios y con la Sant¨ªsima Trinidad. En Zacatecas con Nuestra Se?ora. En Le¨®n se le llama Santa Rosa Mar¨ªa, m¨¢s tarde ser¨¢ la Yerba Mar¨ªa o Santa Mar¨ªa del peyote. Se lo lega a asociar con San Nicol¨¢s y su imagen aparece en los altares de los peyoteros.
Cuando la planta es cabeza o ra¨ªz se le otorga masculinidad. En flor es femenina. Ambas partes se administran ¡°casadas¡±. La cabeza-ra¨ªz contiene los alcaloides. La dosis aconsejable para un viaje completo es una ra¨ªz y seis o siete cabezas. Para incrementar su poder m¨ªstico a veces se lo diluye en agua bendita o en licor destilado del agave (mezcal). Para facilitar el desdoblamiento de los alcaloides se beben diversos az¨²cares como miel o panela.
El atardecer o la noche son los momentos m¨¢s propicios para el ritual, que se realiza en un lugar sacro. Puede ser un ba?o de sudor (temazcal) o una habitaci¨®n campesina con un altar dom¨¦stico, donde se emplazan las im¨¢genes de Nuestra Se?ora, Santa Rosa, San Nicol¨¢s y otras. El humo del tabaco contribuye a purificar la ceremonia, en la que intervienen tanto el cham¨¢n como el enfermo o patrocinador. El fuego, dios viejo, siempre est¨¢ presente (en el hogar o en un candil). Una doncella inmaculada ha molido previamente la planta. El rito atiende a consultas colectivas (conocer el desenlace de una batalla) o privadas (el paradero de alg¨²n familiar). Sirve para diagnosticar achaques y enfermedades, pero tambi¨¦n para pelear y no tener miedo, no sentir el hambre o la sed, o descubrir los autores de un robo. La planta sabe cosas que no sabemos y nos las conf¨ªa a trav¨¦s del cham¨¢n. Un enigma que merecer¨ªa la atenci¨®n de la ciencia.
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