Un ¡®Poeta en Nueva York¡¯ herm¨¦tico y confuso
Este espect¨¢culo dirigido por Carlos Marquerie y basado en la obra de Lorca no termina de despegar a pesar de actuaciones acertadas como la de Ni?o de Elche
En este Poeta en Nueva York dirigido por Carlos Marquerie se dan tantas ideas (seguramente buenas al concebirlas, no decimos que no), se dan tantos nombres propios de la escena del momento y se trata tanta informaci¨®n alrededor de la obra de Lorca y su contexto, que resulta realmente dif¨ªcil asimilar el desconcierto y la frustraci¨®n final que se le queda a una en el paladar, tras asistir a la hora y media (parece m¨¢s) que dura este viaje esc¨¦nico que no termina de despegar (a pesar de la avioneta) y que solo se disfruta de verdad en contados momentos.
La escenificaci¨®n de Poeta en Nueva York que propone Marquerie, que comparte dramaturgia con Pedro G. Romero y se trata de una coproducci¨®n del Teatro Espa?ol y Teatro Kamikaze con la colaboraci¨®n de la Fundaci¨®n Federico Garc¨ªa Lorca, se traduce en un espect¨¢culo multidisciplinar con m¨²sica en directo, danza, texto, proyecciones y marionetas. Pero no hay comuni¨®n art¨ªstica en todo ello. Y lejos de esa convivencia tan necesaria para que la suma de tantos elementos tenga un sentido esc¨¦nico, las disciplinas compiten y se apelmazan, coexisten sin un rumbo claro. Se echa en falta en este sentido una direcci¨®n art¨ªstica m¨¢s definida que aporte coherencia a lo que acaba siendo ruido visual de poco calado. Es verdad que la obra bebe del surrealismo imperante en las vanguardias en las que se enmarca el Poeta en Nueva York de Lorca, pero no es amparo para justificar la irregular exposici¨®n que se obtiene.
A priori, todos los ingredientes de los que se compone este Poeta en Nueva York y todos los nombres propios que los abanderan, de gran enjundia, podr¨ªan resultar un buen pasaporte para el ¨¦xito teatral. Destaca por ejemplo el de Ni?o de Elche, sin duda lo m¨¢s significativo y acertado del montaje. El artista juega con los vol¨²menes musicales del flamenco con esa maestr¨ªa y sensibilidad habituales que viene trabajando y protagoniza los pocos momentos en los que la poes¨ªa esc¨¦nica se hace presente de verdad, al tiempo que otorga cierta conexi¨®n narrativa a las seis escenas en las que se divide la obra. Ni?o de Elche canta, recita (con gran naturalidad, cosa que se agradece), baila, manipula marionetas y se entrega a una causa, este espect¨¢culo, que no siempre le hace justicia. Por otro lado est¨¢ la presencia de figuras de la experimentaci¨®n corporal del movimiento como Elena C¨®rdoba y el m¨¢s joven aunque tambi¨¦n asentado Jes¨²s Rubio, que si bien protagonizan escenas de cierta profundidad relacionadas con la danza (como el d¨²o entre Ni?o de Elche y Jes¨²s Rubio bailando con una chaqueta de cristales), no convencen en la declamaci¨®n exagerada de textos, que es lo que ocupa la mayor parte de sus interpretaciones. En esta l¨ªnea sorprende para bien por su falta de afectaci¨®n la bailarina Clara Pampyn, de gran contenci¨®n y fuerza interpretativa. Tampoco se lucen los bailarines en la manipulaci¨®n de las marionetas que aparecen de manera aleatoria (ahora s¨ª, ahora no) en el transcurso de la obra y que, a pesar de su belleza, no encuentran del todo su lugar. Un piano, hacia el final, un artefacto-ascensor sin mucho prop¨®sito, proyecciones de poemas, de obras de arte y una simbolog¨ªa, al fin, herm¨¦tica y confusa completan un trabajo que resulta plano, superficial y no traspasa.
¡®Poeta en Nueva York¡¯. A partir de la obra de Lorca. Direcci¨®n: Carlos Marquerie. Naves del Espa?ol en Matadero, Madrid. Hasta el 2 de junio.
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