¡®Desaparecidos¡¯, de Tim Gautreaux: monumental aventura en el Misisipi
El escritor estadounidense eleva a cotas narrativas gloriosas la b¨²squeda de una ni?a en un mundo hostil por el que campan el salvajismo y la ignorancia, pero tambi¨¦n destellos de humanidad
Siempre he tenido en lo m¨¢s alto del aprecio literario a los grandes creadores de mundos: al Lev Tolst¨®i de Guerra y paz, al William Faulkner de las historias nacidas en el condado de Yoknapatawpha. Tim Gautreaux es un novelista nacido en Morgan City, Luisiana, que no se considera un autor americano sure?o sino un escritor que vive en el sur, es decir, que no quiere necesariamente pertenecer a lo que se ha llamado la novela sure?a de Estados Unidos, tan cargada de nombres extraordinariamente prestigiosos. Quiz¨¢ pertenezca, como el gran escritor franc¨¦s Julien ?Gracq, a esa clase excepcional de narradores que tienen como norma situarse siempre detr¨¢s de su obra. En todo caso, quiero empezar por decir que Tim Gautreaux es un aut¨¦ntico ¡°creador de mundos¡±.
A su primera novela, El paso siguiente en el baile, de la que me ocup¨¦ con entusiasmo en estas p¨¢ginas, sigui¨® otra gran novela, la excelente Luisiana, 1923, y a ella esta incontestable obra maestra que es Desaparecidos, The Missing, que quiz¨¢ debi¨® haberse titulado ¡°Los desaparecidos¡±, como se ver¨¢ a lo largo de esta cr¨ªtica. La novela comienza con el desembarco en Francia, justo el d¨ªa del armisticio, de una tropa reclutada en Luisiana. No entrar¨¢ en combate: su trabajo ser¨¢ desbrozar un territorio lleno de minas y armamento abandonado, que acaban por liquidar disparando contra ello, y el soldado Sam Simoneaux, al apuntar con un ca?¨®n, desv¨ªa sin quererlo el tiro y acaba derribando una casa donde aparece una superviviente, una ni?a que, asombrosamente, s¨®lo ha perdido el pulgar en la explosi¨®n.
En los dos siguientes cap¨ªtulos vemos a Sam Simoneaux ya en Nueva Orleans encargado de una secci¨®n de unos grandes almacenes; y he aqu¨ª que, en su secci¨®n, desaparece una ni?a que hab¨ªa venido con sus padres. El almac¨¦n le hace responsable del descuido y Sam, que es un hombre de honor, se compromete a encontrar a la ni?a, solicita una baja temporal y embarca cono tercer oficial en el vapor Ambassador, un barco de palas que recorre el r¨ªo Misisipi parando en numerosas aldeas y peque?as poblaciones costeras convertido en bar y sal¨®n de baile. Sam est¨¢ casado con Linda, tuvieron un hijo que muri¨® de causa natural y ¨¦l nunca conoci¨® a su familia, eliminada por un grupo de forajidos, sin causa conocida, cuando era un beb¨¦ de seis meses. El trabajo de Sam es vigilar y detener todos los altercados que se producen, limpiar los resultados de la juerga y evitar incendios a bordo. Sam est¨¢ convencido de que los raptores de la ni?a de los almacenes tienen su guarida en las monta?as junto a la costa. Con ¨¦l viajan los padres de la ni?a, empleados como m¨²sicos y de lo que caiga.
Gautreaux crea un mundo poblado de personajes de toda condici¨®n a lo largo de la peculiar singladura fluvial del Ambassador, un formidable elenco de seres humanos en un escenario tan salvaje como hermoso y complejo que su talento de escritor eleva a cotas narrativas ciertamente gloriosas, un escenario de naturaleza brutal en el que convive toda clase de gente. Su amigo Charlie se lo explica as¨ª: ¡°?Sabes qu¨¦? No es gente mala. S¨®lo son medio analfabetos, rudos, provincianos, inmorales y poco civilizados. Adem¨¢s de est¨²pidos¡±.
Es el viaje del h¨¦roe terreno, no el del h¨¦roe m¨ªtico, sin m¨¢s armas que su pobreza, su desamparo, su miedo, su rectitud, sus dudas, su tes¨®n, su deseo de entender el porqu¨¦ de un mundo tan hostil
Y el viaje de Sam ser¨¢ el viaje de un encuentro consigo mismo. Como en los grandes relatos, este ser¨¢ tambi¨¦n el viaje del h¨¦roe terreno, no el del h¨¦roe m¨ªtico, sin m¨¢s armas que su pobreza, su desamparo, su miedo, su rectitud, sus dudas, su tes¨®n, su deseo de entender el porqu¨¦ de un mundo tan hostil por el que campan el salvajismo, la ignorancia, el ego¨ªsmo y tambi¨¦n los destellos de humanidad y generosidad y el deseo de conocimiento. El leitmotiv del relato son las desapariciones: de la familia de la ni?a francesa hu¨¦rfana, la de la propia familia de Sam cuando era un beb¨¦ a manos de unos forajidos, el peso de la muerte de su propio hijo, la ni?a raptada por los facinerosos para venderla a un matrimonio rico, la muerte de los padres de la ni?a, a la que s¨®lo le queda un hermano que pasar¨¢ de ni?o a hombre con Sam durante el trayecto. Y Sam Simoneaux responder¨¢ con la cualidad del h¨¦roe: la ejemplaridad.
Gautreaux crea con vigor y eficiencia ese mundo terrible de un territorio que est¨¢ naciendo y haci¨¦ndose a lo largo del Misisipi, un r¨ªo narrado con extrema belleza (¡°La noche cay¨® como un terciopelo h¨²medo¡±). Son decenas los personajes que intervienen y todos est¨¢n admirablemente trazados, al detalle. Es una epopeya lo que el autor levanta y, como los grandes, se permitir¨¢ incluso el lujo de cerrar al ralent¨ª hacia un final feliz que queda ah¨ª, a la espera de lo que ese mundo nuevo acabe siendo m¨¢s all¨¢ de la novela. La m¨²sica de Nueva Orleans tiene un papel trascendental a lo largo del r¨ªo y de las almas de los protagonistas. Esta es una novela monumental, y si el lector anda a la busca de una lectura de alta ambici¨®n y ganas de disfrutar en el relax de las vacaciones, no siga buscando: aqu¨ª la tiene. Para playa y monta?a.
Desaparecidos
Traducci¨®n de Jos¨¦ Gabriel Rodr¨ªguez Pazos
La Huerta Grande. 2024
584 p¨¢ginas. 25 euros
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