El l¨¦xico deportivo salta al ruedo
Las met¨¢foras del f¨²tbol ganan terreno por su fuerza popular, y las del boxeo por nuestra golpeada existencia
El vocabulario taurino se introdujo durante siglos pasados en el lenguaje com¨²n, con felices met¨¢foras para la vida cotidiana. La cr¨®nica agustina, del vallisoletano Bernardo de Torres Paredes, publicada en Per¨² en 1657, ya mostraba con sentido figurado la oraci¨®n ¡°av¨ªa de ver los toros desde la barrera¡±.
Esas f¨®rmulas siguen muy vivas: un amigo nos echa un capote porque est¨¢ al quite para paliar el bajonazo que nos han propinado, y nos dir¨¢ que no es valiente refugiarse en tablas, que debemos cambiar de tercio porque si no vamos a quedar para el arrastre. Y eso s¨ª que no tiene un pase. M¨¢s vale, en efecto, coger el toro por los cuernos, sin entrar al trapo de la provocaci¨®n. Alguien nos pone en suerte a una persona que nos interesa conocer. No hay que dejarse torear por nadie, por mucha mano izquierda que tenga. Ahora bien, todo nos parece m¨¢s f¨¢cil a toro pasado. Dejar la pol¨ªtica puede equivaler a cortarse la coleta, como demostr¨® Pablo Iglesias, pero siempre se puede salir por la puerta grande aun dejando de ser un primer espada. Empezaremos el trabajo pronto para que no nos pille el toro, y lo afrontaremos mejor si nos hemos apretado los machos (la parte inferior de la taleguilla o pantal¨®n).
Usted mismo puede a?adir aqu¨ª otras muchas expresiones, como las que recogieron Carlos Abella (?Derecho al toro! 1996) y Andr¨¦s Amor¨®s (Lenguaje taurino y sociedad, 1990), entre otros.
Pero hoy en d¨ªa el l¨¦xico deportivo ¡ªespecialmente el del f¨²tbol y el del boxeo¡ª va ganando terreno. El del balompi¨¦, por su fuerza popular; y el pugil¨ªstico, por sus f¨¢ciles analog¨ªas con nuestra golpeada existencia. Los autores Casta?¨®n, Tom¨¢s y Loza lo estudian en su obra T¨¦rminos deportivos en el habla cotidiana (2005).
A mediados del siglo XX se hablaba de casarse de penalti, expresi¨®n hoy tal vez residual; o de echar balones fuera. A?os m¨¢s tarde ya se pod¨ªa perder una votaci¨®n por goleada, o marcarle un gol a alguien por la escuadra. Ahora llegan la idea de calentar el banquillo, el desmarcarse del propio partido o el cuidado para que un pol¨ªtico no sea pillado en fuera de juego. En nuestros d¨ªas se extienden met¨¢foras como ¡°le di en el poste¡±, cuando casi se acierta en una predicci¨®n; o aquella que anima a quien va a desempe?ar pronto un papel importante: ¡°Calienta, que sales¡±. Tambi¨¦n mostramos tarjetas amarillas ¡ªlos avisos taurinos¡ª incluyendo el gesto de juntar los dedos ¨ªndice y anular. O decimos ¡°me la dejaste botando¡±, porque alguien nos pone algo en bandeja; o ¡°sudar la camiseta¡± para un esfuerzo figurado; o ¡°defender los colores de la empresa¡±. Tambi¨¦n se ¡°ficha¡± a nuevos ejecutivos y siempre hay quien ¡°se mete un gol¡± en propia meta.
Por su parte, el boxeo nos sirve met¨¢foras como ¡°besar la lona¡±, ¡°no durar¨¢ tres asaltos¡± o ¡°qued¨® noqueado¡±, a menudo por ¡°un golpe bajo¡± (el bajonazo de antes). A veces tiramos la toalla cuando alguien nos ha puesto contra las cuerdas. Y en otras ocasiones nos salva la campana.
Quiz¨¢s los hablantes de hoy sean m¨¢s conscientes de usar una met¨¢fora cuando acuden al vocabulario de los deportes, mientras que muchas expresiones taurinas vienen a la conciencia sin que medie voluntad de estilo.
El l¨¦xico deportivo va ganando terreno, s¨ª, pero dudo que decaiga el de la lidia, que probablemente sobrevivir¨¢ a una eventual desaparici¨®n de las corridas porque durante decenios reflej¨® con tino los triunfos, los trucos o los riesgos de las personas. A¨²n es imbatible en el imaginario colectivo la ancestral met¨¢fora de las cornadas de la vida que a cada rato nos acechan y que a veces nos alcanzan.
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