El final de la cr¨ªtica
La pr¨¢ctica del juicio al arte, los libros o cualquier otro g¨¦nero viene desvaneci¨¦ndose desde las dos ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX, especialmente en su acepci¨®n ilustrada
Es quiz¨¢ una manera de hablar, pero el hecho es que el final de la cr¨ªtica ¡ªde arte, de libros, de lo que sea¡ª creo que podr¨ªa ser datado sin grandes dificultades. Durante las dos ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX, y mientras otras condiciones sociales tambi¨¦n languidec¨ªan, la cr¨ªtica extendi¨® la estela de su desvanecimiento. Hablo, claro est¨¢, de un r¨¦gimen de las cosas, de un estado institucional, de una nota de ¨¦poca; no de casos particulares.
Walter Benjamin llam¨® insensatos a quienes todav¨ªa la practicaran a pesar de que la distancia que la hac¨ªa posible entre la subjetividad y la realidad hubiera desaparecido; la publicidad comercial, ven¨ªa a decir, nos hab¨ªa echado literalmente encima los objetos reales. Pero no se estaba refiriendo a lo mismo ¡ªcon todo esto, se trata en gran medida de la diseminaci¨®n misma sufrida por las acepciones del propio t¨¦rmino: cr¨ªtica¡ª. Y de todas ellas la que casi un siglo despu¨¦s del escrito de Benjamin parece haber desaparecido del todo es la idea ilustrada.
Kant hab¨ªa vinculado el ejercicio de la cr¨ªtica con el prop¨®sito no tanto de juzgar ¡ªcosa que ya hac¨ªan las academias clasicistas¡ª sino de formarse un juicio, esto es, de alcanzar la conformaci¨®n de un criterio particular ¡ªun gusto¡ª que, aunque subjetivo, pudiera ser argumentado con validez universal. Pues bien, yo apenas conozco gestores, directores o comisarios de arte actuales a los que se les pueda suponer un criterio de ese tipo. En realidad, no s¨¦ lo que les gusta. S¨®lo s¨¦ que la ansiedad por ¡ªdig¨¢moslo con la fea palabra en uso¡ª ¡°posicionarse¡± en un determinado ¨¢mbito cultural parece cubrir la totalidad de sus prop¨®sitos. He conocido becarios con tarjetas de visita en las que bajo el nombre figuraba la condici¨®n de ¡°comisario de exposiciones¡±, como si eso fuese una profesi¨®n de vida. He recibido informaciones de m¨¢steres en los que se ofertaba un conocimiento del mundo del arte con pautas t¨¦cnicas tan irrevocables como las que en Arquitectura se imparten en Resistencia de materiales. He visto convocatorias a puestos de direcci¨®n art¨ªstica entre las que se requer¨ªan como conocimientos esas cuestiones sociales o pol¨ªticas que ¡ªprecisamente¡ª deber¨ªan ser sometidas por la cr¨ªtica a debate. En fin, se dir¨ªa que a un mundo de cr¨ªticos ¡ªde predominio y prestigio de la actitud cr¨ªtica¡ª ha sucedido un mundo de expertos. Y esto significa, sobre todo, que el escrutinio de la realidad ha sido desbancado por la mejor adaptaci¨®n a lo que existe. Y para esta competici¨®n selectiva es evidente que el an¨¢lisis cr¨ªtico de las cosas resulta un obst¨¢culo.
Se dir¨ªa que a un mundo de cr¨ªticos ha sucedido un mundo de expertos. Y esto significa, sobre todo, que el escrutinio de la realidad ha sido desbancado por la mejor adaptaci¨®n a lo que existe
Stephen Spender, un poeta ingl¨¦s conocido en Espa?a por sus poemas sobre la Guerra Civil, en la que particip¨®, titul¨® ¡®Moderns and Contemporaries¡¯ un cap¨ªtulo de su libro The Struggle of the Modern (1963) dedicado a analizar retrospectivamente el cambio que durante los thirties hizo que la revoluci¨®n de las formas llevada a cabo por los primeros vanguardistas fuese convertida por los segundos en revoluci¨®n a secas, social y pol¨ªtica. Pero lo que importa aqu¨ª es su distinci¨®n entre unos y otros. Porque cuando el gran poeta Mario Luzi tradujo el libro al italiano, modific¨® leve ¡ªpero decisivamente¡ª la neutralidad copulativa del cap¨ªtulo de Spender con la radicalidad adversativa de Moderni o contemporanei?. Seg¨²n ¨¦l, moderno ser¨ªa quien posee ¡ªquien pose¨ªa, deber¨ªamos decir¡ª conciencia cr¨ªtica de las mutaciones del tiempo; por el contrario, contempor¨¢neo es ¡ªdec¨ªa Luzi¡ª ¡°ese que participa inmediatamente en las ideas de su tiempo (y) se casa con todas las causas¡±.
Y esa es la sensaci¨®n. La desaparici¨®n del gusto y el criterio en pos de la apabullante homogeneidad de una cultura institucional configurada como un circuito de sucursales.
En todas las r¨¦plicas, artistas como Santiago Sierra o Sandra Gamarra pasar¨¢n por transgresores; en todas, el paquete de contenidos ya se encontrar¨¢ fijado; en todas, la pluralidad habr¨¢ sido desactivada por el previo acotamiento de un repertorio de temas con sus interpretaciones.
Por todo eso, leer que el director del Museo Reina Sof¨ªa invoca en una entrevista la invitaci¨®n a perder el tiempo como actitud ideal del visitante a los museos, no puede producirnos ¡ªa algunos¡ª sino esperanza y regocijo. Bendito vagabundeo. Pero hay cosas que no s¨¦ entienden ¡ªque yo no entiendo¡ª. El paso de la mentalidad cr¨ªtica (o moderna) a la mentalidad adaptativa (o contempor¨¢nea) fue precedido por el desmoronamiento del sentido ¨²nico (como dec¨ªa el librito de Benjamin) de la historia. Lo excluido no pudo figurar durante su dominio sino como elemento de resistencia al adecuado movimiento del tiempo ¡ªel lado bueno de la historia¡ª, y fue una vez desbaratado ese relato lineal cuando la realidad exigi¨® la comprensi¨®n de la diversidad y la ausencia de destinos dictados por anticipado. Revivi¨® lo fragmentario, los nombres menores y los renegados encontraron su lugar, etc.
Lo que sin embargo resulta sorprendente es que aquella pluralidad liberadora de autores, tendencias y lecturas, haya sido decantada hoy en una cultura institucional que calza como un guante sobre aquella maravillosa e infinitamente parad¨®jica descripci¨®n de Boris Groys: ¡°El desfile victorioso de la teor¨ªa cr¨ªtica a trav¨¦s de las instituciones¡± (en la que ¡°cr¨ªtica¡± revelaba, por cierto, otro de sus ¨¢ngulos).
Si quieren prosperar o llegar a dirigir un museo, los contempor¨¢neos jam¨¢s someter¨¢n a examen lo que hay, tan s¨®lo procurar¨¢n el mejor conocimiento de su mec¨¢nica ¡ªsu agenda de nombres y lugares¡ª. No hay experto que no vaya a favor de obra. Y por eso en esos ¨¢mbitos, no existe debate alguno sobre cuestiones culturales, sino la agenda misma a la que se llama ¡ªtambi¨¦n creo que la llamaba as¨ª el director¡ª ¡°la agenda de nuestro tiempo¡±.
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