Cambiarse la piel para frenar el racismo: as¨ª funciona la psicolog¨ªa de romper prejuicios raciales
La estrategia funciona en ni?os y personas condenadas por delitos de odio. El beneficio de que aprendan que discriminar provoca dolor es universal
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Desde el asesinato de George Floyd, no han cesado las protestas en Estados Unidos para exigir justicia por su vida y la de muchas otras v¨ªctimas del racismo, un problema que trasciende las fronteras del pa¨ªs. En Espa?a no faltan ejemplos, como cuando Iliass Tahiri muri¨® al ser inmovilizado por seis personas en un centro de menores. No deber¨ªa extra?arnos que hay un problema cuando el racismo ha cristalizado en el lenguaje con frases tan cotidianas como ¡°trabajar como un negro¡±. Pero la psicolog¨ªa cuenta con ejercicios para combatir sus efectos, incluso para erradicarlo a trav¨¦s de la prevenci¨®n.
Nada como sufrirlo en tus carnes
¡°Lo primero que toca es trabajar el ¨¢mbito individual¡±, explica el profesor de psicolog¨ªa social de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Fundaci¨®n Psicolog¨ªa Sin Fronteras, Guillermo Fouce. Para ello hay que entender que crear diferencias y distancias basadas en estereotipos es sencillo. Lo demuestra el m¨¢s conocido de los trabajos de la activista antiracista y profesora Jane Elliott: El experimento de los ojos azules y los ojos marrones, que desarroll¨® tras el asesinato de Martin Luther King en 1968. ¡°Es un ejemplo claro de lo f¨¢cil que es provocar la divisi¨®n, pero tambi¨¦n ha servido para ense?arnos que la forma de acabar con el problema pasa por la empat¨ªa, por ponerse en la piel del otro y sentir lo que siente¡±, aclara Fouce.
En su experimento, Elliott dividi¨® una clase de ni?os en un colegio por el color de sus ojos. A los que los ten¨ªan marrones se les dijo que eran superiores y se les dieron privilegios como zonas exclusivas del patio para jugar, y los que los ten¨ªan azules (a los que adem¨¢s se les identific¨® con un collar del mismo color para hacerlo m¨¢s visible) se les categoriz¨® como inferiores. En menos de una semana, los alumnos fueron asumiendo sus roles. Los de ojos marrones adquirieron una actitud arrogante y despreciaban a sus compa?eros, mientras que los de los ojos azules fueron m¨¢s sumisos y empezaron a sacar peores notas. El lunes siguiente, Elliott revirti¨® los papeles y, con el paso de los d¨ªas, se intercambiaron los comportamientos.
¡°Se trata de poner al agresor como agredido. Al ver c¨®mo se siente, dejar¨¢ de hacerlo¡±, aclara Fouce. Ni siquiera es necesario llegar a asignar roles a las personas para poder ver su efectividad, contin¨²a el psic¨®logo: ¡°Con ni?os usamos el cuento del patito feo, pero le damos la vuelta y hacemos que sea ¨¦l quien acose a sus hermanos. Al cambiar las tornas, aquellos que se sienten identificados con los que ahora est¨¢n siendo acosados aprenden de la situaci¨®n¡±. Este tipo de ejercicios que se ponen en pr¨¢ctica principalmente en colegios e institutos como medidas de prevenci¨®n, para evitar que se desarrolle el problema. Pero no solo funcionan con ni?os y adolescentes. Elliot ha usado el mismo m¨¦todo con grupos de adultos y ha conseguido los mismos resultados. Estas estrategias tambi¨¦n se usan como m¨¦todo de reeducaci¨®n en talleres para personas que cumplen condenas por delitos de odio.
Las lecciones de un equipo de rugby hist¨®rico
Ponerse en el lugar del otro funciona, pero no es la ¨²nica f¨®rmula que ha mostrado eficacia contra el racismo. Aparte del ¨¢mbito individual, Fouce explica que ¡°tambi¨¦n es necesario trabajar la parte social. Para ello la mejor forma es trabajar en grupos o equipos a los que se les asigna un objetivo com¨²n. Un ejemplo clar¨ªsimo de esto fue el equipo de rugby sudafricano formado por Mandela¡±. Tan solo tres a?os despu¨¦s de que el pa¨ªs saliera del apartheid, el sistema de segregaci¨®n racial mediante el que los blancos ten¨ªan toda clase de privilegios y los negros eran brutalmente discriminados, Sud¨¢frica fue el pa¨ªs anfitri¨®n de un mundial de rugby en el que se hizo historia. Tras d¨¦cadas viviendo bajo la sombra del racismo, el pa¨ªs, presidido entonces por Nelson Mandela, logr¨® ganar la copa con un equipo formado por jugadores blancos y negros, algo completamente impensable apenas dos a?os antes.
¡°En este caso el fin com¨²n era ganar la copa, pero puede ser cualquier cosa. Lo importante es tener objetivos en com¨²n, que nos unen y acortan las diferencias. Al trabajar juntos, adem¨¢s, conocemos a las otras personas, nos cuentan sus historias, nos hablan de sus culturas, empatizamos con ellas nos enriquecemos mutuamente¡±, explica el profesor de psicolog¨ªa social. ?Y qu¨¦ ocurre si alguien no quiere participar? El psic¨®logo aclara que la respuesta ante los que se niegan a formar parte del grupo es sencilla: ¡°Si no quieres formar equipo con determinadas personas, entonces te quedas sin participar¡±.
Aunque no vayamos a jugar un mundial de rugby o no formemos parte de un equipo, informarnos sobre otras culturas es clave para deshacernos de estereotipos y t¨®picos que quiz¨¢s no sepamos que tenemos, y abrir los ojos a la diversidad. Adem¨¢s, Fouce recuerda la importancia de otra pr¨¢ctica fundamental para acabar con el problema, sobre todo en la era de la posverdad en la que vivimos: combatir los rumores y las mentiras. ¡°Es necesario contrastar y poner en cuarentena todos aquellos mensajes en los que se etiqueta, preguntarnos a qui¨¦n benefician y no dejarnos llevar por ellos¡±, concluye.
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