Cu¨¦ntame otro cuento
Cuando el rescate entra por la puerta, la democracia salta por la ventana
Cuando ustedes lean este art¨ªculo es posible que la decisi¨®n sobre el rescate de Espa?a est¨¦ ya tomada. Nos dir¨¢n que no somos Grecia, ni Portugal ni Irlanda; que nuestro rescate ser¨¢ m¨¢s suave, m¨¢s edulcorado. Y es posible que as¨ª sea, sobre todo porque en Europa se empieza a abrir camino la idea de que los rescates severos han sido un tremendo fracaso, una espiral infernal que lejos de solucionar los problemas de estos pa¨ªses, los ha hundido en la miseria.
A pesar de esto, es evidente que cuando el rescate entra por la puerta, la democracia salta por la ventana. La opini¨®n de la ciudadan¨ªa, sus derechos constitucionales, sus estatutos de autonom¨ªa, toda su arquitectura social e institucional quedan en papel mojado. Un equipo de t¨¦cnicos desalmados (etimol¨®gicamente; sin alma) se establecer¨¢ en nuestro pa¨ªs y constituir¨¢ una especie de Gobierno en la sombra que controlar¨¢ nuestra situaci¨®n econ¨®mica, vigilar¨¢ nuestras decisiones y someter¨¢ a autorizaci¨®n previa cada gasto o ingreso.
Lo realmente indignante es la sensaci¨®n de ser enga?ados con una serie de relatos interesados que cada d¨ªa obligaban a m¨¢s y m¨¢s sacrificios a los de abajo. A estas alturas, con las cuentas algo m¨¢s claras, ya sabemos que de los casi cuatro billones de euros de deuda de nuestro pa¨ªs m¨¢s de dos billones y medio corresponden a bancos, cajas y grandes empresas. Sin embargo, el relato que nos han contado hasta la extenuaci¨®n es completamente diferente. Al inicio de la crisis nos dijeron que la deuda de las familias era la responsable de nuestra ruina, que el pueblo hab¨ªa vivido por encima de sus posibilidades y que ahora tocaba reducir los gastos familiares y aumentar la productividad. Bajo este cuento han aprobado la m¨¢s salvaje reforma laboral de nuestro pa¨ªs, han aumentado horarios y reducido salarios.
El segundo cuento no se hizo esperar: en esta nueva versi¨®n el verdadero responsable de la crisis era el despilfarro del Estado. La foto de unos cuantos aeropuertos u obras p¨²blicas descabelladas serv¨ªan al relato de que el Estado de bienestar era insostenible. Las becas de nuestros estudiantes, la asistencia sanitaria o el cuidado de los mayores ten¨ªan la culpa de nuestra depresi¨®n econ¨®mica. De nada sirvi¨® argumentar que el Estado ten¨ªa super¨¢vit hasta fecha muy reciente, que su d¨¦ficit se ha creado por la ca¨ªda de los ingresos y no por nuevos gastos y que el volumen total de la deuda p¨²blica no llega al 19% del total del endeudamiento del pa¨ªs. Su cuento exig¨ªa que el Estado de bienestar fuera desmantelado y sacaron a pasear a miles de articulistas, presuntos expertos y centenares de pol¨ªticos de derechas que estaban dispuestos a acabar con todo lo p¨²blico, sobre todo si se llamaba ense?anza, salud, investigaci¨®n o cultura. Con este cuento han hecho un recorte brutal de los servicios p¨²blicos, han empobrecido los derechos sociales para convertirlos en beneficencia, han castigado a funcionarios y a todos los servidores p¨²blicos para mayor gloria de las futuras privatizaciones.
El tercer relato, el que nos describa lo que ha ocurrido, nadie nos lo va a contar. Lo vamos construyendo con informaciones parciales, silencios interesados, contradicciones evidentes. Los 10.000 millones de recorte del gasto con el que se ha deteriorado toda asistencia educativa y sanitaria, palidecen ante los 20.000 ofrecidos generosamente a Bankia. El sacrificio de millones de trabajadores que viven al l¨ªmite se lo embolsan los mercados en una sesi¨®n de la disparatada prima de riesgo. No eran las familias, ni el Estado de bienestar, ni los salarios los responsables de la crisis ni serv¨ªan para nada nuestros sacrificios. Ahora, nos rescatan de sus p¨¦rdidas y nos hacen pagar sus excesos. Los mismos que aceptaron a rega?adientes un Estado social y unos cuantos derechos sociales pensaron que no pod¨ªan desaprovechar una buena crisis para ganar las batallas perdidas en los ¨²ltimos treinta a?os. Y color¨ªn, colorado, este cuento se ha acabado. De momento.
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