Mequetrefe
El otro d¨ªa tuve un ligero encontronazo circulatorio, de esos en que buena parte de la humanidad, preferentemente masculina, pierde los papeles. Son momentos en que ciertas conductas explican por qu¨¦ la historia est¨¢ llena de hogueras, organizaciones terroristas y campos de concentraci¨®n. C¨®mo se pone la gente. Bien, el tipo me insult¨® gravemente, pero yo no me qued¨¦ corto: le llam¨¦ mequetrefe.
Comprob¨¦ que aquello fue peor que si le mentara a su misma madre (?l ya hab¨ªa mentado a la m¨ªa). De pronto, el castizo apelativo, de tan inesperado, de tan impertinente, devino ignominioso, mucho m¨¢s que esos dos que se utilizan ya a destajo y que, debido a su frecuencia, han perdido toda capacidad de infligir da?o. ?Qu¨¦ apelativos son estos? Antes me daba pudor escribirlos (siempre he considerado el pudor uno de los atributos m¨¢s preciosos de los seres civilizados), pero la modernidad impone identificar cualquier forma de comedimiento y recato con represi¨®n sexual, de modo que voy a dejar bien claro mi car¨¢cter ag¨®nicamente progresista escribiendo esos t¨¦rminos atroces (t¨¦rminos que solo empleo en textos literarios, si el personaje los merece). Y estos son: hijo de puta y cabr¨®n. El vulgar insulto suscit¨® en m¨ª la iluminaci¨®n de llamar al tipo mequetrefe. Badulaque habr¨ªa quedado un tanto redicho: claro que tambi¨¦n ser¨ªa posible confiar en su eficacia, porque demostrar¨ªa que, en vez de intentar ofenderlo, solo quieres re¨ªrte de ¨¦l.
Palurdo, mentecato, tarugo, paniaguado¡ Despu¨¦s de haber salido victorioso, gracias al arqueol¨®gico rescate de mequetrefe, aguardo la oportunidad de llamar tarugo a alg¨²n tarugo que de verdad se lo merezca. En vano utilizar¨¢ en mi contra los escasos, cacof¨®nicos, malsonantes adjetivos que el populacho dirige a los jueces de l¨ªnea: si a un mentecato le llamas mentecato, ya lo dejas a la altura del barro. Opino que la cultura ha sido, a lo largo de la historia, demasiado piadosa con la brutalidad.
Claro que conviene utilizar f¨®rmulas tan humillantes solo en situaciones t¨¢cticamente favorables, por ejemplo, si el tipo se ha bajado del coche y se acerca a pie a insultarte. Proferir entonces mentecato o mequetrefe es mi consejo, porque tienes el coche en marcha y puedes salir pitando, con la altiva dignidad de un fugitivo pol¨ªtico.
S¨ª, tomar las de Villadiego. En este art¨ªculo, habl¨¢bamos de recuperar, como dijo Borges, el arte de injuriar, pero nada hab¨ªamos dicho del valor. El valor es una virtud poco interesante, que conviene desenvainar en ocasiones hist¨®ricas, pero cuya pr¨¢ctica en la calle, en la tasca, es una insensatez. Un caballero debe ser valeroso, no s¨¦, en la ca¨ªda de Constantinopla, pero nuestros contempor¨¢neos no merecen que hagamos uso de una virtud tan ¨¦pica, y de consecuencias catastr¨®ficas. Por hoy es suficiente enfatizar que, frente el insulto de siempre, tan previsible, siempre podemos recurrir al diccionario. Al cafre, le jode.
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