El verso de siempre
¡°La misma noche que hace blanquear los mismos ¨¢rboles, / nosotros, los de entonces ya no somos los mismos¡±. Si no los reconoce de entrada, seguro que al lector le suenan estos versos, a partir del segundo, particularmente, a partir de ¡°nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos¡±, porque a partir de ¨¦l cierta gente de cierta edad suele hacer bromas, sobre todo si manejan copas de vino negro, propicio a la enso?aci¨®n diurna, al relativismo y a una leve y grata autoindulgencia. S¨ª, esos versos le suenan, por lo menos la cadencia, porque usted los ley¨®, como todo el mundo: pertenecen al libro de poemas m¨¢s exitoso de la lengua espa?ola, que es Veinte poemas de amor y una canci¨®n desesperada de Pablo Neruda.
Cuando los poetas fallecen, y en general cuando fallece un famoso escritor, la difusi¨®n de su obra se contrae y paraliza, como si a falta del autor la obra perdiese tambi¨¦n vitalidad, y pasa por un ¡°purgatorio¡± del que tal vez al cabo de unos a?os, al paso de una generaci¨®n, vuelva a emerger ¡°con oro entre las manos¡± como en el verso de Crespo. De esa ley general, de ese lapso de purgatorio, la gran excepci¨®n, la excepci¨®n absoluta, es precisamente ese poemario de Neruda, que sigue conmocionando a generaciones incesantes de lectores rom¨¢nticos y enamorados, tal vez porque al leer ¡°puedo escribir los versos m¨¢s tristes esta noche¡±, el joven lector, el rom¨¢ntico lector, de verdad cree que puede escribirlos, y de hecho siente que los est¨¢ escribiendo, en su mente. ¡°Claro que puedo escribirlos¡±, se dice, ¡°?c¨®mo que los estoy escribiendo ya!¡±.
¡°Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos¡±. El verso enuncia una verdad irrefutable, cualquier lector ¡°siente¡± que es cierto lo que dice, aunque no menos cierto es que cualquier lector ¡°siente¡± tambi¨¦n que, en el fondo, digan lo que digan la ciencia, las teor¨ªas, los poetas, la evidencia y todo lo dem¨¢s, ¨¦l sigue siendo el mismo, y lo seguir¨¢ siendo mientras le quede memoria, mientras conserve frescos un n¨²mero de recuerdos que le ponen en contacto con ¡°el¡± y ¡°los¡± de entonces, en esa misma y permanente noche alucinante que hace blanquear los mismos ¨¢rboles. Le¨ª, no recuerdo d¨®nde, que cierto matrimonio de ancianos que durante toda su vida se hab¨ªan llevado muy mal, pele¨¢ndose y discutiendo cada d¨ªa, acabaron contrayendo ¡ªella y ¨¦l¡ª el mal del Alzheimer, y ya no se reconoc¨ªan el uno al otro cuando se cruzaban por los pasillos de la residencia o en el comedor, pero la mujer todav¨ªa alcanzaba a recordar vagamente que le ten¨ªa inquina a aquel hombre ahora desconocido, y de vez en cuando le abordaba para espetarle: ¡°Eres un imb¨¦cil porque¡ porque¡¡±. Y la invectiva quedaba interrumpida: ya no recordaba, la pobre, por qu¨¦ aquel sujeto era un imb¨¦cil. Parece triste la an¨¦cdota, pero todo depende del color del cristal con que se mire y yo imagino que el viejo, si ten¨ªa un esp¨ªritu positivo, constructivo, se sentir¨ªa confortado al constatar que ellos, los de entonces, segu¨ªan siendo los mismos, o casi: los mismos en la inquina, los mismos en el desprecio¡
Pese a la ciencia y los poetas, uno siente que sigue siendo uno mismo
Es p¨²blico y notorio que cada siete a?os todas las c¨¦lulas de nuestro cuerpo han sido reemplazadas, de manera que en el aspecto celular, nuclearmente f¨ªsico, nadie es igual a s¨ª mismo. He le¨ªdo que nos acordamos de nuestra propia vida a jirones, a harapos, como de las novelas o las pel¨ªculas, que recordamos de ellas una atm¨®sfera general borrosa, algunas escenas. Yo me avengo a esta idea, qu¨¦ remedio, pero encima solo me faltaba tomar conciencia de la llamada ¡°falacia del fin de la historia¡±. Daniel Gilbert, psic¨®logo en Harvard y autor del bestseller mundial Stumbling on happiness (Tropezar con la felicidad, ed. Destino), public¨® el pasado d¨ªa 4 de enero The end of the history illusion, un exhaustivo estudio sobre este tema en la revista Science. A cualquier edad, sea la que sea, afirma Gilbert, las personas act¨²an como si la historia las hubiera formado y concluido, dej¨¢ndoles en su forma actual. ¡°No es que no nos demos cuenta de que los cambios ocurren, porque a cualquier edad que tengamos, todos admitimos que en los ¨²ltimos 10 a?os han cambiado en nosotros muchas cosas¡±, dice Gilbert. ¡°Todos tenemos la sensaci¨®n de que el desarrollo es un proceso que nos ha llevado hasta el punto en el que estamos, y que ya estamos formados¡±. Atribuye esa ilusi¨®n err¨®nea a dos factores: el primero, es que para nosotros es c¨®modo creer que nos conocemos y que el futuro es predecible. Esto nos ayuda a creer que el presente es permanente. El otro factor es la debilidad de nuestra imaginaci¨®n: simplemente, es m¨¢s dif¨ªcil imaginar el futuro que recordar el pasado.
En mi modesta opini¨®n, esta ¡°ilusi¨®n del fin de la historia¡± es un argumento muy serio para no discutir jam¨¢s con nadie, ni prestar ni la menor atenci¨®n a las opiniones de los dem¨¢s. Ni a las propias. Es lo de Machado: ¡°?Tu verdad? No, la verdad: la tuya, gu¨¢rdatela¡±. S¨ª, porque ma?ana tendr¨¢s otra y yo tambi¨¦n. Yo le dir¨ªa a usted que, en consecuencia con lo le¨ªdo, no haga caso de lo dicho en estos p¨¢rrafos. Y a¨²n dir¨ªa m¨¢s: no haga ni siquiera caso de no hacer caso, cr¨¦ame.
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