Prohibido enfermar
No controlan el absentismo, sino que confiscan tres d¨ªas de paga
En la letra peque?a de la crisis se ha incluido una cl¨¢usula nueva contra todos aquellos ¡°privilegiados¡± que todav¨ªa conservan su puesto de trabajo: queda prohibido terminantemente enfermar. El mismo Gobierno que nos pide que no generalicemos en los casos de corrupci¨®n, generaliza respecto al absentismo de los trabajadores y pasa a considerarnos masivamente a todos, y especialmente a la funci¨®n p¨²blica, unos seres abusones que mienten sobre su estado de salud y que enga?an a la Administraci¨®n.
Seg¨²n la nueva normativa, durante los tres primeros d¨ªas de la baja laboral de cualquier funcionario, se le descontar¨¢ el 50% de su salario y despu¨¦s hablamos. Incluso, con un sentido del humor un tanto siniestro se nos explica que est¨¢n exentos de estos descuentos las enfermedades profesionales que se adjuntan en una lista y, que en el caso de los docentes y de otros muchos funcionarios, son¡?ninguna! Alguien debi¨® pensar que era un chiste gracioso.
En la localidad sevillana de Camas han instalado en la sala de profesores una camilla y un centro de recuperaci¨®n para que los profesores enfermos puedan estar en el centro y no tengan que solicitar la baja m¨¦dica. Con un gran sentido del humor, el portavoz del profesorado explica que se desplazan a su domicilio para recoger al enfermo y que le prodigan cuidados en el centro para que no pierda el salario de esos d¨ªas.
Pero la broma tiene un lado macabro y supone otra humillaci¨®n m¨¢s a la funci¨®n p¨²blica a la que tanto parece odiar este Gobierno. La excusa para estas medidas es contener el absentismo laboral en el sector p¨²blico, pero la realidad es simplemente un recorte atroz de la sanidad p¨²blica, un impulso depredador de los salarios y un himno a la injusticia que pagar¨¢n no los absentistas, sino los buenos funcionarios que no faltan m¨¢s que cuando no pueden con su alma.
Todos conocemos los nombres y apellidos de los absentistas habituales en nuestros centros de trabajo quienes, por cierto, no reciben la m¨¢s m¨ªnima amonestaci¨®n por la inspecci¨®n laboral y son consumados maestros en el arte de justificar sus ausencias. Su tabla de asistencias es un colador visible a gran distancia. Hubiera sido realmente f¨¢cil controlar este absentismo descarado pero, ay, se me olvidaba que no se trata de eso, sino de evitar el uso de la sanidad, desprestigiar la funci¨®n p¨²blica y confiscar tres d¨ªas de paga.
Por eso ¨²ltimamente podemos ver profesores con gripe impartiendo clase y microbios a partes iguales; bomberos que resisten un esguince a duras penas; m¨¦dicos que operan con una fuerte cefalea; administrativos que resuelven complicados expedientes en medio de una crisis lumbar. Ya s¨¦ que en el sector privado las cosas no transcurren de una forma distinta. El terror a ser despedido es el desincentivador m¨¢s potente para faltar por enfermedad. Todos saben que cualquier baja laboral, por muy justificada que est¨¦, ser¨¢ una prueba en contra para cualquier renovaci¨®n de contrato.
La Administraci¨®n exhibe con orgullo el descenso del absentismo laboral, pero empieza a ocultar con celo el estado sanitario de la poblaci¨®n. Una sociedad que proh¨ªbe estar enfermos a sus trabajadores, soportar¨¢ a medio plazo un costo sanitario y social duplicado, nos advierten los especialistas en salud p¨²blica.
Las enfermedades se har¨¢n m¨¢s persistentes, de m¨¢s dif¨ªcil y costosa curaci¨®n; la detecci¨®n temprana de enfermedades descender¨¢ de forma vertiginosa; la automedicaci¨®n se disparar¨¢ y nuestro ¨ªndice de mortalidad subir¨¢ sin que nadie nos explique los motivos.
La Administraci¨®n presiona a los profesionales para que la estancia hospitalaria sea lo m¨¢s corta posible y se dan altas precipitadamente con tal de ahorrar unos euros. La informaci¨®n sobre las listas empieza a estar m¨¢s maquillada que una actriz de opereta, mientras nuestros gerifaltes sustituyen el derecho a la salud y la calidad del servicio sanitario por ¡°la rentabilidad¡± en cuyo altar alzan este gigantesco ERE contra los enfermos y esta en¨¦sima patada en el culo de la funci¨®n p¨²blica.
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