Los escenarios del dolor
Relato de las 72 horas en los cuatro puntos cardinales de la tragedia: el centro municipal Cersia, el Cl¨ªnico, Angrois y el pabell¨®n Fontes do Sar
Durante 72 horas, el pulso de Santiago ha estado concentrado en cuatro rincones de la ciudad. Son los escenarios del dolor. Testigos de una tragedia que les ha convertido en noticia mundial. Lugar de encuentro de las v¨ªctimas, los h¨¦roes an¨®nimos, los cuerpos de seguridad del Estado, los psic¨®logos, voluntarios, jueces, forenses y polic¨ªas cient¨ªficos. Nunca quisieron convertirse en protagonistas de la noticia. Los que all¨ª se han dado cita durante estos tres d¨ªas terribles nunca los olvidar¨¢n.
El primero de ellos es el lugar del accidente, Angrois, una aldea de 300 habitantes a tres kil¨®metros al este de la capital, partida en dos por el ferrocarril y cuyo centro se vio sacudido a las 20.41 del pasado mi¨¦rcoles por la tragedia. Sus vecinos fueron la punta de lanza para salvar vidas. El segundo escenario es el Cl¨ªnico, el hospital de referencia compostelano que a partir de las 21.30 de la noche del mi¨¦rcoles empez¨® a absorber por su entrada de urgencias una avalancha de accidentados. Algunos llegaban sin vida; otros, al borde de la muerte. Gran parte de ellos llegaba en estado cr¨ªtico. Pocos sab¨ªan los m¨¦dicos de ellos. De la mayor¨ªa ni el nombre. En minutos, su plantilla estaba movilizada al completo y el hospital marchaba a toda m¨¢quina. El tercer rinc¨®n del dolor es el Pabell¨®n Multiusos Fontes do Sar, un enorme polideportivo circular de piedra, escenario de los enfrentamientos del equipo local de baloncesto, el Obradoiro, que ha acogido durante estos d¨ªas en su cancha central los ata¨²des con los 78 cad¨¢veres del accidente, y ha sido el cuartel general cient¨ªfico, judicial y administrativo para la identificaci¨®n de los cuerpos y la entrega de los mismos a sus familias.
Y el cuarto lugar se ha convertido durante 72 horas en el Punto de Atenci¨®n e Informaci¨®n a los familiares, organizado a la una de la madrugada del mismo d¨ªa del accidente en un edificio del Ayuntamiento del barrio de San L¨¢zaro, al sudeste de la capital, utilizado habitualmente por la empresa municipal Cersia en la formaci¨®n para el empleo de los ciudadanos.
Este es el primer escenario al que llegamos. Es la hora de comer del jueves 25. El Cersia est¨¢ franqueado por una peque?a pradera y un parque infantil. Las c¨¢maras de una treintena de televisiones se agolpan frente a su entrada rodeada de ambulancias y veh¨ªculos de protecci¨®n civil. En su interior, uno se chapuza en el dolor m¨¢s absoluto. Hay una marea incesante de familiares rotos por el dolor que se mezclan con psic¨®logos con chalecos reflectantes, polic¨ªas de paisano, voluntarios de la Cruz Roja y funcionarios. Hay tambi¨¦n, un par de sacerdotes y un pastor protestante, y varios diplom¨¢ticos. La atm¨®sfera es irrespirable. Hay media docena de despachos para identificar a las familias; tres espacios para el descanso, una sala con internet y un sal¨®n de actos. Un rinc¨®n para cargar el tel¨¦fono m¨®vil y mesas con bebidas y bocadillos. Aqu¨ª est¨¢n concentradas las familias de las v¨ªctimas que no han ingresado en los hospitales. Todos quieren saber. La mayor¨ªa es consciente de que muy probablemente hayan muerto. Muchos se agarran a la ¨²ltima esperanza. Hay muchas l¨¢grimas contenidas. Y una entereza y educaci¨®n encomiable.
Los familiares se desperdigan por la pradera: fuman, hablan, lloran
El rinc¨®n m¨¢s terrible de este edificio Cersia es su sal¨®n de actos, en cuyas butacas se apelotona un centenar de familiares demacrados. En el estrado, dos inspectores de polic¨ªa de paisano van desgranando nombres de una lista que retumban en toda la sala a trav¨¦s de un altavoz. ¡°Familiares del se?or¡ acomp¨¢?enos, por favor¡±. Tras escuchar cada nombre y apellido, un pariente salta como lanzado por un resorte y se acerca al oficial. Este les comunica que han identificado a su allegado. Algunos rompen a llorar. Un psic¨®logo se coloca a su lado como una sombra. Juntos salen del edificio en direcci¨®n al Polideportivo. Otros muchos esperan sentencia. A primera hora de la tarde, menos de 24 horas despu¨¦s del accidente, ya se habla en el Cersia de que 58 cad¨¢veres ya han sido identificados. Algunos familiares tardar¨¢n todav¨ªa un d¨ªa y medio en conseguir esa anhelada informaci¨®n; en encontrarse con los cad¨¢veres de sus seres queridos y darles sepultura. Su calvario se extendi¨® hasta el mediod¨ªa de ayer, s¨¢bado.
Fuera, algunos familiares se desperdigan por la pradera: fuman, lloran, hablan por tel¨¦fono. Hay familias sentadas en corro sobre la hierba. Una mujer da una patada a una puerta. Escuchar retazos de sus conversaciones parte el coraz¨®n. El abuelo al que nunca volver¨¢n a ver sus nietos. El beb¨¦ de dos a?os que viajaba en el tren y del que nadie sabe nada. El novio que se baj¨® en Ourense mientras su pareja segu¨ªa hasta Santiago. La maestra que ven¨ªa a esta ciudad a celebrar sus bodas de oro. La funcionaria dominicana que quer¨ªa dar una sorpresa a su familia en Espa?a. Algunos hablan de ellos en pasado; otros prefieren el presente.
¡°Fue como una pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n¡±, relatan dos vecinos
Carmen Mart¨ªn es la directora nacional de Emergencias de Cruz Roja. Nos explica algo que se repite por toda la ciudad: gracias a que el d¨ªa 25 era fiesta mayor en Santiago, el despliegue de recursos sanitarios, policiales y de protecci¨®n civil en la ciudad era inusualmente alto, lo que ha permitido una respuesta r¨¢pida y contundente para paliar la cat¨¢strofe. El lado malo de esa fecha festiva era que iban a bordo del Alvia m¨¢s de 200 pasajeros, cinco veces m¨¢s que en una fecha normal a esa misma hora. El resultado, al menos 78 muertos y m¨¢s de un centenar de heridos.
¡°Solo Cruz Roja contaba en Santiago el mi¨¦rcoles con seis ambulancias, 50 voluntarios y mucha experiencia en la gesti¨®n de cat¨¢strofes. Despu¨¦s, nos hemos centrado en darles apoyo psicosocial. Hemos atendido en este Centro de Informaci¨®n a 70 unidades familiares. Al principio, no se lo creen, no pueden ni hablar, se encierran en ellos mismos. Tienen que sacar todo su dolor hacia fuera. El siguiente paso del trabajo psicol¨®gico vendr¨¢ cuando se encuentren frente al cad¨¢ver en el polideportivo¡±.
Cae el d¨ªa. Un goteo de familiares va llegando al polideportivo. En su cancha central de baloncesto se agrupan una cincuentena de ata¨²des cada uno con un n¨²mero. El campo de juego azul cubierto de f¨¦retros bajo una luz cegadora e irreal. A los que han sido identificados por los 57 miembros de la polic¨ªa cient¨ªfica (18 de la central en Madrid y el resto de Galicia, Asturias y Le¨®n), a trav¨¦s de su documentaci¨®n y de la toma de huellas dactilares, se les realiza la autopsia en los hospitales Cl¨ªnico y Provincial. Han llegado a Santiago 40 forenses del Instituto de Medicina Legal de Galicia. Las autopsias se realizan de diez en diez. Despu¨¦s, los cad¨¢veres regresan al polideportivo en una interminable caravana de furgones oscuros. En otra sala se custodian los equipajes de los pasajeros rescatados entre el amasijo de hierros del tren. Cuando los parientes llegan al polideportivo de Sar desde el Punto de Informaci¨®n y atenci¨®n, se les acomoda en una gran sala en la primera planta del edificio. Les ir¨¢n llamando para que se despidan de sus seres queridos ya identificados en cuatro minivelatorios situados en la planta baja. En una dependencia judicial aneja, cumplen los tr¨¢mites administrativos y asuntos funerarios.
En el bar de Tere se han borrado las sonrisas: ¡°Ojal¨¢ podamos olvidar¡±
Jos¨¦ Mar¨ªa, un psic¨®logo voluntario de la Fundaci¨®n Avata, dedicada al auxilio de las personas accidentadas y sus familias, explica que el estado emocional de los familiares ha pasado en estas horas de la incredulidad al dolor. De la esperanza al des¨¢nimo. Cae la adrenalina que les mantenido en pie durante horas sin apenas comer y dormir. Algunos se derrumban.
Angrois se ha convertido desde las 20.41 del mi¨¦rcoles en el punto caliente de la actualidad. Este m¨ªnimo territorio buc¨®lico e irregular, con viejas casas de piedra y parras enredadas en sus fachadas, donde todos se conocen y nunca pasa nada, aparecer¨¢ en las siguientes 72 horas tomado por los curiosos, la polic¨ªa, los medios de informaci¨®n y la feria ambulante de unidades m¨®viles de televisi¨®n. Tres d¨ªas despu¨¦s del accidente, pocos han logrado conciliar el sue?o en la aldea. ¡°Estamos en un estado de tensi¨®n permanente¡±, explican Anxo Puga y Mart¨ªn Trazos, el primero operario de paneles solares y reponedor de m¨¢quinas expendedoras el segundo. ¡°Al principio, fue duro por el tama?o de la cat¨¢strofe; de pronto, como en una pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n, en mitad de Angrois, donde estaba el kiosko de la m¨²sica, los viejos charlaban y jugaban nuestros hijos, hab¨ªa un vag¨®n destrozado lleno de gente que ped¨ªan auxilio. Y unos metros m¨¢s abajo, el convoy con muchas personas atrapadas a las que pod¨ªamos salvar. Ninguno de nosotros se lo pens¨®. Bajamos en zapatillas. Nos empapamos con su sangre. Pero ahora, cuando han pasado las horas, te da por pensar que esa cat¨¢strofe pudo ocurrir el pasado 7 de julio, cuando est¨¢bamos aqu¨ª todos los vecinos celebrando San Antonio, bebiendo el verm¨² y bailando la mu?eira. Hemos pedido a la Xunta un equipo de psic¨®logos porque aqu¨ª la gente est¨¢ muy mal¡±.
Al oeste de Angrois se encuentra el Hospital Cl¨ªnico. Aqu¨ª permanecen la mayor¨ªa de la treintena de los heridos en estado cr¨ªtico. La treintena de heridos graves se encuentran en la UVI y la Sala de Reanimaci¨®n de la planta -1. El resto, hasta unos 80, en las distintas plantas. La secci¨®n de Traumatolog¨ªa est¨¢ a rebosar.
¡°La mayor parte de los heridos llegaban con fracturas de gran complejidad, muchas veces contusiones en la zona abdominal y el ¨¢rea craneoencef¨¢lica. Fue un momento en que se pod¨ªa haber organizado un caos, pero todo se resolvi¨® coordinadamente¡±, explica una doctora del servicio de urgencias. Seg¨²n explica, en pocos minutos ocho quir¨®fanos estaban a pleno esfuerzo cuando un d¨ªa normal no se pasa de dos a esa hora. Y en la unidad de Reanimaci¨®n, eran atendidas simult¨¢neamente 21 personas. El buen funcionamiento del operativo hospitalario se bas¨® en dos factores: que en pocas horas el 90% de la plantilla estaba en su puesto y en la perfecta organizaci¨®n del servicio de enfermer¨ªa, que fue preparando decenas de monitores, v¨ªas, jeringas con f¨¢rmacos y aparatos para tomar la tensi¨®n antes de la avalancha de urgencias.
Juli¨¢n ?lvarez es el jefe del servicio de Reanimaci¨®n. Grande, afable y embutido en el pijama verde del que apenas se ha desprendido en tres d¨ªas, una vez pasado lo peor, habla de sus miedos minutos despu¨¦s de la cat¨¢strofe y de c¨®mo el hospital sali¨® adelante. ¡°El principal problema es que no hay ning¨²n hospital en Santiago que pudiera realizar cirug¨ªas tan complejas como las que se nos presentaban; estaban los hospitales de A Coru?a y Vigo, pero hab¨ªa heridos que no iban a llegar con vida hasta all¨ª. Lo ten¨ªamos que solucionar aqu¨ª. Y luego ning¨²n libro te ense?a a enfrentarte a una cat¨¢strofe. Hoy puedo decir que lo conseguimos. Que funcionamos como un equipo y hemos salvado muchas vidas¡±.
Viernes 26 de julio. Apenas quedan por identificar media decena de v¨ªctimas. 36 horas despu¨¦s del accidente, en el edificio Cersia la atm¨®sfera de tristeza es infinita. Ya no permanece nadie en el sal¨®n de actos. Hay mantas usadas por todos lados, sopa de fideos y bocadillos de queso sin tocar. Y miles de colillas en torno a la entrada. Las televisiones han plegado. Algunos llevan la misma ropa hace dos d¨ªas. Solo quedan cuatro familias sin noticias de los suyos. La de Nerea, una licenciada de 26 a?os que pretend¨ªa dejar Espa?a para trabajar fuera, se consume entre el silencio y las l¨¢grimas en un rinc¨®n. A las cuatro de la tarde, una psic¨®loga del servicio gallego de salud re¨²ne a estas ¨²ltimas familias y les indica que les van a desplazar al polideportivo para explicarles la situaci¨®n. Montan en furgones de protecci¨®n civil. Ninguna televisi¨®n graba ese momento. El Cersia, que ha acogido su dolor durante dos d¨ªas, se queda vac¨ªo. Unos operarios recogen los restos de comida y bebida; doblan las mantas y barren las colillas. Antes de abandonar el edificio Cersia, alguien ha colocado en una de sus columnas un folio con celo en donde ha escrito con bol¨ªgrafo azul: ¡°Gracias a todos los que nos han ayudado. De parte de la familia de Nerea Garc¨ªa P¨¦rez¡±.
Al final de la tarde del viernes, a¨²n permanecen en el lugar del accidente, en la ladera de Angrois, la locomotora y un vag¨®n. Esa madrugada esos restos ser¨¢n por fin retirados por enormes gr¨²as y trasladados a un descampado para su almacenamiento e investigaci¨®n. Pasadas las nueve de la noche, 48 horas despu¨¦s del accidente, aparece un tren Alvia a la salida del t¨²nel en direcci¨®n a esta curva de la muerte. Va al m¨ªnimo de su velocidad. Sus pasajeros se apelotonan en las ventanillas y contemplan los restos de la cat¨¢strofe. A esta misma hora, en el bar de Tere, a diez metros de donde cay¨® el vag¨®n disparado del convoy, se han borrado las sonrisas. Se juega a la brisca en silencio. La televisi¨®n, enmarcada por viejas fotograf¨ªas de los jugadores de la Sociedad Deportiva Compostelana, arroja im¨¢genes de su pueblo. Nadie levanta la cabeza. ¡°Vosotros os vais y nosotros nos quedamos¡±, nos dice Anxo Puga. ¡°Ojal¨¢ alg¨²n d¨ªa podamos olvidar nosotros tambi¨¦n¡±.
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