Gato por liebre
El p¨²blico la paga con el presidente por no sacar en hombros a El Fandi
Los que acusen a la fiesta de los toros de ser un espect¨¢culo anticuado, tienen en Vitoria una aut¨¦ntica mina. Cada corrida es un paso atr¨¢s para recuperar el pobre nivel que ofrece la feria vitoriana. La segunda de feria lo ratific¨®. Toros de dos ganader¨ªas diferentes, terciados, con muy pocas fuerzas y sin ninguna casta.
Ante eso, es complicado pensar que las faenas de los actuantes puedan tener alg¨²n inter¨¦s. Siempre preocupados por mantener en pie a sus astados, El Cordob¨¦s, Padilla y El Fandi pusieron en juego su repertorio populachero alejado de cualquier relaci¨®n con el arte de los toros.
Cordob¨¦s, Padilla y Fandi
Ortega y Palmosilla
.
Manuel D¨ªaz, El Cordob¨¦s
,
Juan Jos¨¦ Padilla,
El Fandi
,
Plaza de Vitoria
.
Tan s¨®lo sirvi¨® el sexto, un buen ejemplar, ante el que El Fandi no supo ligar buenos muletazos y apost¨® por unos molinetes que surtieron el efecto deseado en un p¨²blico confundido, que ve un manjar donde solamente hay espuma.
El Cordob¨¦s evit¨® acercarse a sus enemigos en las dos faenas, tore¨® despegado y se empe?¨® en arrancar los aplausos a base de frases y sonrisas. Mientras el cuarto toro soportaba moribundo las series de muletazos revolucion¨® los tendidos con el salto de la rana, que en esta ocasi¨®n fue ol¨ªmpico porque no se puede hacer a m¨¢s distancia de la cara del ya casi cad¨¢ver de La Palmosilla. Padilla no quiso entregarse ante los problemas del sobrero y mulete¨® con m¨¢s oficio que gusto al quinto, al ¨²nico que puso banderillas y con el que acab¨® entre los pitones.
El triunfador fue El Fandi. El granadino no necesita que el toro se mueva para su puesta en escena. No par¨® quieto, que es una de las bases del toreo, pero cort¨® una oreja en cada faena.
En La Blanca no salen toros ni hay emoci¨®n. Al p¨²blico le dan gato por liebre y a¨²n as¨ª siguen aplaudiendo, pidiendo patatas que acompa?en tan suculento manjar. Los tendidos se enfadan porque el presidente tarda en hacer sonar un pasodoble o niega una oreja, pero nadie recrimina al Fandi sus continuos pasos atr¨¢s en cada capotazo y la forma de aliviarse de El Cordob¨¦s toda la tarde. Su incapacidad para dominar al sexto la pag¨® el presidente por no conceder la segunda oreja. Es curioso que tras pagar una entrada nadie se incomode por ver c¨®mo le hurtan el verdadero espect¨¢culo, el de la emoci¨®n, una corrida de toros en su dimensi¨®n verdadera. Es decir, un espect¨¢culo alejado de por donde debe de caminar la tauromaquia del siglo XXI. Por eso, resulta dif¨ªcil cruzarse en los tendidos del Iradier Arena con aficionados de otras ciudades, mientras los alaveses siguen resignados a su desdicha.
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