Huyendo de la noticia
No hay nada m¨¢s period¨ªstico que resistir la vanidad o la ira del ¨ªdolo del pueblo
Malparit, te¡¯n penedir¨¤s.
?Aunque me hab¨ªa dicho que no ser¨ªa un periodista como Dios manda hasta recibir una amenaza de muerte, quiz¨¢ porque entonces era un empedernido lector de novela negra, muy especialmente de Raymond Chandler y Dashiell Hammett, aquella nota an¨®nima que ten¨ªa entre manos me dej¨® paralizado, aislado en la multitud que llenaba el Caf¨¦ de Mig. Hab¨ªa acudido al bar con la esperanza de que alguien pagar¨ªa mi copa despu¨¦s de publicar en El 9 Nou que el secretario y la auxiliar administrativa del pueblo se llevaban las tres cuartas partes del presupuesto municipal, y no solo nadie repar¨® en la noticia, sino que en la chaqueta que hab¨ªa dejada colgada en el ropero me encontr¨¦ aquel serio aviso.
Ya me iba, fastidiado porque nadie me hac¨ªa caso, cuando al poner las manos en los bolsillos repar¨¦ en la presencia de aquel papel que alguien puso mientras yo jugaba la partida correspondiente de butifarra. Ni el an¨®nimo ni por supuesto la noticia eran gran cosa, simplemente ten¨ªan su gracia e importancia. Ambas funcionaban como medida de presi¨®n, sobre todo en peque?as poblaciones como la m¨ªa, dominadas en plena transici¨®n por los poderes f¨¢cticos. El 9 Nou (1978) empezaba a sacar informaciones que incomodaban a los poderosos y los que mandaban respond¨ªan con amenazas que no necesitaban firma para ser entendibles. A los caciques siempre les encant¨® encargar a sus lacayos que dieran alg¨²n susto a quienes les molestaban.
El que recib¨ª me hizo saber que no ten¨ªa futuro como periodista en mi casa. No es que me espantara sino que muchas de las familias que ten¨ªan algo que ver con el consistorio dejaron de comprar en la tienda familiar, y mi carrera y la de mis hermanos depend¨ªa m¨¢s del dinero que generaba mi madre detr¨¢s del mostrador que del trigo que plantaba mi padre. Not¨¦ mucho rechazo, nada de afecto, como si hubiera vulnerado un c¨®digo tribal, as¨ª que cada vez m¨¢s me fui alejando del hogar y empec¨¦ a recorrer la comarca, a husmear en los ayuntamientos vecinos, a pisar los campos de f¨²tbol y pistas de hockey patines de la comarca, a ver mundo con una libreta y un bol¨ªgrafo en la mano, universitario de lunes a viernes, periodista los fines de semana.
Aprend¨ª en el aula y m¨¢s en la calle, de la mano de Jordi Pey, de Llu¨ªs de Planell y de Salvador Sala, compa?eros que me ayudaron a manejarme en la prensa comarcal, o de proximidad, como la denominan hoy, quiz¨¢ porque consiste en saber aguantar la mirada del alcalde cuando te cruzas con ¨¦l en la plaza o la bravata del delantero centro al salir de la cancha o el stick del zaguero intimidador en el momento en que se acerca a la valla. No hay nada m¨¢s period¨ªstico que resistir la vanidad o la ira del ¨ªdolo del pueblo despu¨¦s de ganar o perder un partido. Hay que tener sangre fr¨ªa y sentido del humor a la hora de escribir la cr¨®nica para no caer en la adulaci¨®n o la lapidaci¨®n.
A?os de efervescencia deportiva, de denuncia social, de democratizaci¨®n de los ayuntamientos, tiempos de grandes alegr¨ªas y tambi¨¦n de noches duras en El 9 Nou. Momentos de mucha familiaridad, tanta que no queda m¨¢s remedio que volver a huir, ahora de Vic, como antes de Perafita, camino de Barcelona, la tierra prometida para un periodista vocacional del Llu?an¨¨s. Pocas cosas son m¨¢s agradecidas que la prensa generalista y el anonimato cuando la proximidad provoca asfixia y se pierde perspectiva, abocado el cronista al compadreo o a la cr¨ªtica, dif¨ªcil dar con el punto necesario de distanciamiento.
Nadie sabe de ti a tu llegada a Barcelona. Igual da que critiques a N¨²?ez que elogies a Maradona, que te r¨ªas con Maguregui o que te pongas serio con Bar¨®, que procures hablar con Maragall o tengas el tel¨¦fono de Vilaseca. Messi jam¨¢s te esperar¨¢ a la puerta del Camp Nou. Incluso puede que nunca llegues a conocer al n¨²mero 1. Los futbolistas se alejan de la prensa y los periodistas se van del campo de juego por una extra?a costumbre.
Ocurre que para subirte el sueldo necesitan cambiarte la gorra, de manera que cada vez que aumentan tus ingresos por un ascenso te alejas un poco m¨¢s del estadio y de la noticia. Y llega un d¨ªa en que, por suerte o por desgracia, porque te agobias o te ignoran, necesitas huir tambi¨¦n de Barcelona o vuelves a tener nostalgia de la proximidad y del calor de Perafita. Ya lo dec¨ªa Pla: la vejez es un proceso de enfriamiento.
Me ha animado en mi proyecto a corto-medio plazo de regresar a casa saber que la prensa comarcal es la que mejor resiste la crisis. A pesar de que ha notado tambi¨¦n un retroceso publicitario (7,8%) y una reducci¨®n de los ingresos de explotaci¨®n, el modelo de negocio vuelve a dar beneficios y su difusi¨®n solo ha descendido el 2,7% frente al 8,9% registrado por los diarios en Catalu?a y el 11,9% en el total de Espa?a. Un estudio de la consultor¨ªa Media Hotline, encargado por la Associaci¨® Catalana de la Premsa Comarcal, asegura que un total de 136 publicaciones dan trabajo a 690 personas, un 56% en la redacci¨®n; que su difusi¨®n alcanza los 114.607 ejemplares (uno de cada dos por suscripci¨®n); y que representa el 25,3% de las vendas totales de diarios en Catalu?a.
Necesito saber si finalmente el Llu?an¨¨s ser¨¢ comarca o no, si el Voltreg¨¤ puede ganar la Copa y si el Manlleu tendr¨¢ que volver a jugar contra el Vic o aspira de nuevo a batirse en una promoci¨®n de ascenso contra un filial del Madrid. Voy a pedir a Agust¨ª Dan¨¦s, Dolors Altarriba, Vicen? Bigas y Anna Gorchs que piensen en m¨ª si alg¨²n d¨ªa d¨ªa tienen un hueco en El 9 Nou. No les garantizo ninguna gran noticia, posiblemente no me pelear¨¦ con nadie y tampoco s¨¦ si ser¨¦ de mucha utilidad para los trabajos de campo, el periodismo de calle, la complicidad con el lector que demanda la prensa comarcal, ahora en que opino m¨¢s que informo, se?al de retirada. Hoy siento que me acerco de nuevo a El 9 Nou a la misma velocidad con la que antes hu¨ªa. Ya s¨¦ que la tienda de mi madre est¨¢ cerrada, que no se juega cada d¨ªa a la butifarra en el Caf¨¦ del Mig y yo ya no quiero ser Philip Marlowe, pero pagar¨ªa todo el dinero del mundo para volver a sentir aquel miedo y aquella emoci¨®n que tuve de joven cuando por una noticia por la que cobr¨¦ 25 pesetas recib¨ª un an¨®nimo que dec¨ªa:
¡°Mal parit, te¡¯n penedir¨¤s¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.