¡®Greixonera¡¯, una isla y un vaso ritual
Comer alimentos cocinados en recipientes de barro, cocidos, arroces, guisos, escabeches, dulces, parece una prolongaci¨®n de la realidad, de la naturaleza trabajada, sin fracturas
Una greixonera, una cazuela de barro, es parte de la isla, est¨¢ hecha solo de su tierra y se usa para cocinar frutos cultivados o animales criados en la misma materia natural, en la piel agr¨ªcola del territorio.
Recipiente tradicional, su manufactura casi no ha mudado desde los primeros pobladores de la isla y lleva la huella y la memoria de la gente que amas¨® y torne¨® la arcilla, la barniz¨® y horne¨®.
Es un vaso ritual. Nace del juego del fuego, el aire y el agua que se va. Esa cazuela sirve tambi¨¦n para presentar y conservar las comidas. Manejar una cazuela u olla supone recordar antiguas comidas y, tambi¨¦n, pensar en aquellas que con paciencia y lentitud, con finura, obraron platos dignos de celebraci¨®n.
¡°Qui amb greixonera cou amb poc menjar en te prou¡±. Con la cazuela con poca comida se tiene suficiente, se dice. Cocinar as¨ª es m¨¢s cadencioso, la cocci¨®n y el calor m¨¢s homog¨¦neos.
Comer alimentos cocinados en recipientes de barro, cocidos, arroces, guisos, escabeches, dulces, parece una prolongaci¨®n perfecta de la realidad, de la naturaleza trabajada, sin fracturas.
De las entra?as de la tierra nace la barriga del recipiente que conecta con la barriga del comedor. Con un plato de arcilla cocida, plano u hondo, casa la cuchara de madera, de haya o naranjo, por coherencia.
Toni Gomila, el or¨¢culo de Acorar y Aix¨° ¨¦s mel en IB3 ¡ªque acaba¡ª evoc¨® como mos¨¦n Antoni Maria Alcover, el pope de las rondallas y el diccionario DCVB, rechaz¨® en la mesa una cuchara de hierro (o plata) y pidi¨® una de madera.
Las sopas de verdura en sus cientos de variedades aut¨®ctonas s¨®lo se pueden preparar en esas cazuelas cer¨¢micas, como los arroces secos o caldosos. Estas referencias de la dieta isle?a, se saborean mejor y sin quemarse en la boca con un cubierto de madera, un dise?o perfecto.
Esta cazuela domina sustantiva, da nombre a muchos platos que usan el apellido del elemento transformado. Complejas y concretas comidas quedan resumidas en el nombre del recipiente: greixonera, seguramente dulce, de pescado, de reques¨®n o cazuela de pies de cerdo o de los ¨²ltimos d¨ªas o del jueves lardero, llarder o gras.
El mundo, los placeres ¡ª y los alimentos¡ª parec¨ªa que se acababan anualmente, y por eso se hac¨ªan las fiestas carnavalescas. Eran, son, ¡°los ¨²ltimos d¨ªas¡±, anuncio apocal¨ªptico, advertencia de los ayunos y abstinencia de carne y excesos que la cuaresma impon¨ªa a los pecadores y cristianos antiguos.
Con la excusa del efecto del desierto previsto, de semanas de austeridad, se programaban unos d¨ªas de desmadre, la carga y la apoteosis de la grasa, los dulces, tan oportunos siempre en la cocina occidental.
No son los ¨²ltimos d¨ªas del mundo, pero para los creyentes eran las ¨²ltimas jornadas antes del muro y la frontera de lo prohibido e incorrecto. Se com¨ªa, demasiado, como si fuera a llegar el fin del mundo.
La cazuela de pies de cerdo ¡ªcasi un pat¨¦ grueso¡ª y la ensaimada de tajadas son los hitos de las comidas insulares de Carnaval. El plato simb¨®lico, excesivo, es la greixonera de pies, morros y oreja de cerdo, cortados menudos, mezclados con huevos batidos, alguna hierba, quiz¨¢s ensaimada seca desmenuzada y un poco de leche. Y la cazuela en la boca del horno hasta cuajar y dorar ese pudding que se corta a cuchillo, dentro del recipiente. El ciclo de sabores se cierra, con una an¨¦cdota de munici¨®n gruesa.
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