La ciudad de los escombros
Un pacto entre las Administraciones busca mejorar las p¨¦simas condiciones de vida en la Ca?ada Real
Una ciudad devastada, como si hubiese soportado un intenso asedio militar, emerge a 15 kil¨®metros de la tur¨ªstica Puerta del Sol. Una extensa hilera de escombros y toneladas de basura dan la bienvenida en el asentamiento ilegal de la Ca?ada Real Galiana, en la periferia de la capital, al constante tr¨¢nsito de veh¨ªculos. La mayor¨ªa son de alta gama. Otros, las llamadas cundas, transportan a toxic¨®manos. El Sector 6, uno de los asentamientos diseminados por la ca?ada, es el gran hipermercado de la droga en Madrid. Se trata de una zona de 6.700 metros desde la carretera de Valencia hasta Getafe que las Administraciones pretenden desmantelar por sus p¨¦simas condiciones de habitabilidad. El pacto entre Ayuntamientos y Comunidad, que se ratificar¨¢ previsiblemente en los pr¨®ximos d¨ªas y sustituye al acuerdo social marco de 2011, tambi¨¦n propone consolidar el Sector 1, pero no planifica nada concreto para los otros cuatro. Tampoco fija una dotaci¨®n econ¨®mica.
En la mayor parte de los 14,5 kil¨®metros lineales que conforman la Ca?ada Real, que atraviesa los t¨¦rminos de Madrid, Coslada y Rivas Vaciamadrid, las condiciones de vida son infrahumanas. Hay 2.537 casas y viven 7.283 personas, 2.500 de ellos ni?os, seg¨²n un censo de la Comunidad de Madrid. La mayor¨ªa son de etnia gitana, pero tambi¨¦n hay muchos rumanos. Solo el Sector 1, la primera zona ocupada en los a?os 50, cuenta con unas buenas condiciones m¨ªnimas de habitabilidad. De hecho, all¨ª se levantan hoy majestuosas viviendas. El resto de zonas se fueron poblando en los a?os sucesivos y ahora son un avispero de almas que conviven con mugre y caminos de tierra. Solo el Sector 6, en el que habitan 2.953 personas, est¨¢ asfaltado, aunque existen infinidad de baches. El camino que pasa por all¨ª lleva hasta el vertedero de Valdeming¨®mez. El hedor penetra hasta la zona de las viviendas. O lo que queda de ellas.
¡°La polic¨ªa lleg¨® un d¨ªa buscando droga, nos detuvo y, mientras est¨¢bamos en comisar¨ªa, derribaron nuestra casa¡±, asegura Isidoro, un desempleado de 29 a?os. ¡°Debajo de esos escombros est¨¢ nuestra ropa, los muebles y un plasma¡±, insiste. Como otros muchos vecinos, volvi¨® a construir su hogar hace tres a?os al lado de los ladrillos apilados. Lo hizo con ligeras chapas gris¨¢ceas amarradas con alambre y uralita en el techo. Los materiales los encontr¨® en la basura. En la chabola, de apenas 20 metros cuadrados, conviven ocho personas. La superpoblaci¨®n es habitual en las residencias de la zona.
Junto a Isidoro viven su mujer Raquel, de 28 a?os, y los cuatro hijos del matrimonio, de entre 12 y tres a?os, que tienen que hacer varios kil¨®metros en autob¨²s cada d¨ªa para ir al colegio. Tambi¨¦n conviven dos hermanas de Isidoro, discapacitadas intelectuales, y por las que reciben el ¨²nico dinero que entra en la casa. ¡°No puedo buscarme la vida porque est¨¢ prohibido hasta recoger chatarra¡±, protesta Isidoro.
Sin intimidad
Hay varios coches nuevos aparcados en la puerta de la casa. Contrasta con el interior, que es muy humilde: las paredes tienen un llamativo verde pistacho y solo existen dos habitaciones separadas por un tabique. A un lado, el ba?o; al otro el sal¨®n, en cuyo suelo extienden unos colchones para dormir. ¡°No tenemos intimidad de pareja. Para hacer el amor tenemos que llevar los ni?os con mis padres¡±, ironiza Raquel. Un cuadro de la virgen preside la estancia principal. Hay tambi¨¦n un televisor, un peque?o frigor¨ªfico, un hornillo, un sof¨¢ y dos sillas, una con el respaldo roto. En la nevera, abundante carne, unos huevos y leche de marca blanca.
¡°Si esta gente vendiera droga, se podr¨ªa permitir vivir en otras circunstancias¡±, asegura Juan Jos¨¦ Escribano, presidente de la Asociaci¨®n de la Colonizaci¨®n de la Ca?ada. El colectivo fue creado en 1983 y cuenta con 1.500 socios que no pagan cuota. Explica que hasta la luz est¨¢ enganchada de forma ilegal: ¡°Joaqu¨ªn Leguina [presidente regional entre 1983 y 1995] prohibi¨® a las compa?¨ªas prestarnos servicio para evitar as¨ª que se adquiriesen m¨¢s derechos sobre las casas¡±, justifica.
Escribano lleg¨® a la zona en 1977 porque estaba ¡°abandonada¡±. Narra que construy¨® una casa y que comenz¨® a pagar impuestos en los ochenta. Muestra un recibo del IBI que no est¨¢ a su nombre. Escribano, cuyos negocios en la zona durante todos estos a?os han tenido en varias ocasiones problemas con la justicia ¡ªla polic¨ªa le cerr¨® una granja porcina ilegal en los a?os noventa y fue denunciado por gestionar un gigantesco vertedero ilegal que se quem¨® en verano de 2015¡ª, asegura que el objetivo de la asociaci¨®n es que el Ayuntamiento de Madrid no derribe m¨¢s casas. ¡°Terminar con la droga solo es una excusa para demoler viviendas. Solicitan una orden de registro y detienen a la gente. Si no encuentran nada, inventan algo y se los llevan. Y as¨ª aprovechan para derribar las viviendas con todo dentro. No digo que no castiguen a quien vende droga, pero que dejen las casas en paz¡±, recalca Escribano.
Afecciones urban¨ªsticas
El presidente de la asociaci¨®n? calcula que desde 2011 han sido derribadas en el Sector 6 m¨¢s de 300 casas, el 70% de las que hab¨ªa, y que han perdido m¨¢s de 80 millones de euros, montante que van a reclamar al Ayuntamiento como indemnizaci¨®n. Tiene el apoyo de sus vecinos, seg¨²n denota los saludos afectuosos que recibe por sus encharcados caminos.?Este peri¨®dico intent¨®, sin ¨¦xito, contactar con el comisionado para la Ca?ada Real del Ayuntamiento de Madrid. Sin embargo, el Consistorio asegur¨® hace unos meses que "no est¨¢ derribando viviendas ni ha dejado en la calle a nadie por un derribo". Las demoliciones son por orden judicial, fruto de denuncias policiales por tr¨¢fico de drogas, a?adieron fuentes municipales.?
En todo caso, un informe realizado por la Comunidad sostiene que el 75% de las viviendas de la Ca?ada presentan afecciones urban¨ªsticas, por estar construidas en dominio p¨²blico hidr¨¢ulico, bajo l¨ªneas de alta tensi¨®n o soportar mucho ruido.
Poco antes de llegar a la calle de Francisco ?lvarez, donde dos j¨®venes hacen guardia en una casa de puerta negra estrecha, punto de venta de la droga, un nutrido grupo comparte confidencias alrededor de una hoguera. Aseguran que la zona antes estaba m¨¢s limpia, pero que ahora no hay limpieza viaria, que solo recogen la basura una vez a la semana y que ni siquiera existe servicio postal. Uno de los que se lamenta es Emilio Jim¨¦nez, de 46 a?os: ¡°No tenemos ni para comer, por eso he pedido una ayuda¡±. En el Sector 6, el 10% de sus habitantes, 299 personas, perciben la Renta M¨ªnima de Inserci¨®n (RMI). A pesar de las penurias, Emilio sostiene: ¡°Solo queremos que nos dejen en paz. Que no nos obliguen a tener que dar una patada a la puerta de una casa en Vallecas para ocuparla¡±.
Mientras un numeroso grupo de ni?os corretea alrededor de las ascuas, Jos¨¦, de 26 a?os, afirma que la actitud de la polic¨ªa va a desembocar en ¡°una guerra¡±. Cuenta que ¨¦l se dedica a la venta ambulante que, junto a la b¨²squeda de chatarra, es la profesi¨®n m¨¢s extendida aqu¨ª. Su sue?o era ser futbolista, pero hasta debi¨® dejar la escuela en 2? de la ESO por las necesidades familiares. Aqu¨ª los peque?os crecen con muchas necesidades y hasta voluntarios del Colegio de Odont¨®logos de Madrid han tenido que tratarles los problemas bucodentales. Tambi¨¦n se hacen mayores antes de tiempo. Es el caso de Carmen, que a sus 15 a?os ya lleva cinco meses casada con Jos¨¦, de 18. Por el momento no quieren hijos, aunque aqu¨ª es una pr¨¢ctica habitual tenerlos pronto. ¡°Ser¨ªa condenarlos a una vida de miseria y de incertidumbre, porque no sabemos si ma?ana viviremos debajo de un puente¡±.
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