La tribu que vivi¨® en El Retiro
Una exposici¨®n, que ahora se recuerda en el Museo Antropol¨®gico, llen¨® en 1887 el parque de ind¨ªgenas filipinos
Ahora resulta dif¨ªcil ponerse a imaginar una situaci¨®n parecida, pero en 1887 el mundo era colonialista y Espa?a necesitaba fortalecer su maltrecha imagen de potencia europea. Fue entonces cuando el parque de El Retiro sirvi¨® de escenario a una singular puesta en escena que llev¨® como nombre Exposici¨®n General de Filipinas. ¡°Lo importante de aquella muestra consist¨ªa en ense?ar la riqueza de Filipinas. Su potencial¡±, relata Jos¨¦ Luis Mingote, comisario, junto a Mar¨ªa Jos¨¦ Su¨¢rez, de Im¨¢genes de una exposici¨®n. Filipinas en el parque de El Retiro en 1887, un nuevo trabajo de documentaci¨®n que puede visitarse en el Museo Antropol¨®gico (Calle Alfonso XII, 68; entrada general 3 euros; reducida, 1,5; acceso conjunto con la exposici¨®n permanente; hasta el 15 de octubre; cierra los lunes).
Mingote insiste en que el objetivo de esta exposici¨®n no busca reivindicar ni conmemorar las formas y el mensaje de aquella curiosa exhibici¨®n humana, sino solo recordarla. ¡°Lo que aqu¨ª se presenta es una forma de reflexionar sobre la manera en la que se mostr¨® Filipinas a los espa?oles en 1887¡±, explica el comisario. Filipinas fue colonia espa?ola entre 1566 y 1898. M¨¢s de tres siglos. La exhibici¨®n cont¨® con el apoyo de la corona y el rey Alfonso XIII particip¨® en alg¨²n acto. Era un momento especialmente dif¨ªcil para Espa?a, que mantenia con dificultad la posesion de las Antillas espa?olas y los archipi¨¦lagos del Pac¨ªfico (Filipinas, Marianas, Carolinas y Palaos).
¡°Con esta exposici¨®n, la administraci¨®n buscaba fomentar las relaciones econ¨®micas entre la metr¨®poli y la colonia. Tambi¨¦n mostrar los rasgos fundamentales de aquellas lejanas tierras, desde su geograf¨ªa hasta las formas de vida de sus muy variados grupos humanos¡±, cuenta Luis Angel Sanchez, autor de Un imperio en la vitrina. El colonialismo espa?ol en el Pac¨ªfico y la Exposici¨®n de Filipinas de 1887. Los madrile?os que se acercaron al Retiro aquel caluroso verano se encontraron en pleno parque urbano con un poblado formado por diferentes grupos ¨¦tnicos propios de las islas asi¨¢ticas: igorrotes, tinguianes, negritos, carolinos¡ Hasta 40 personas estuvieron viviendo en el pulm¨®n del centro de la capital, ataviadas con las vestimentas que se les supon¨ªan t¨ªpicas.En muchos casos caracterizados como salvajes con taparrabos y lanzas.
Adem¨¢s de estos grupos, tambi¨¦n se instalaron en el parque tabaqueras y tejedoras, que durante el dia realizaban las labores que les eran propias. ¡°Ten¨ªan un estatus de trabajadores artesanos y todos ven¨ªan pagados¡±, indica Mingote. Ellas, junto a los musulmanes, dorm¨ªan por la noche en una pensi¨®n, mientras que los dem¨¢s ind¨ªgenas pernoctaban en el campamento que se hab¨ªa construido en el interior de El Retiro. ¡°La parte que representaba mayor exotismo se expuso en el parque de la forma m¨¢s teatral¡±, contin¨²a el comisario.
La documentaci¨®n y la prensa de la ¨¦poca dan cuenta, con aires de esc¨¢ndalo, sobre ¡°fiestas salvajes¡±, ¡°ri?as de gallos con cuchillas al estilo de los filipinos¡± y ¡°danzas de sacrificios¡±. A lo que hay que a?adir la presencia de animales como una serpiente pit¨®n de siete metros, dos carabaos ¡ªb¨²falos de origen asi¨¢tico¡ª y una grulla. Una parte del jard¨ªn, que solo unos a?os antes, en 1868 tras la Revoluci¨®n de la Gloriosa, hab¨ªa pasado de ser jard¨ªn real a ser de titularidad municipal y declarado parque p¨²blico, fue transformado para acoger esta Exposici¨®n Universal. El reci¨¦n inaugurado Palacio de Vel¨¢zquez, construido cuatro a?os antes por el arquitecto Ricardo Vel¨¢zquez Bosco para la Exposici¨®n Nacional de Miner¨ªa, alberg¨® el grueso de los objetos y fotograf¨ªas que se hab¨ªan tra¨ªdo del archipi¨¦lago.
¡°En las fotograf¨ªas realizadas por Laurent y C¨ªa se puede apreciar el abigarramiento de la mayor¨ªa de las salas. Era una manera de mostrar la riqueza que no se corresponde con la mentalidad de hoy¡±, explica Mingote sobre un material que luego pasar¨ªa al Museo de Ciencias Naturales y finalmente al Museo Antropol¨®gico.Sin embargo, el edificio que mejor recuerda el paso de los filipinos por Madrid es el Palacio de Cristal, levantado a modo de pabell¨®n estufa. Esta construcci¨®n de hierro y cristal, tan t¨ªpica de la ¨¦poca y que emulaba a la de Joseph Paxton en Hyde Park, se convirti¨® en un inmenso invernadero con multitud de flores y plantas de las diferentes islas. El lago tambi¨¦n fue utilizado para mostrar toda clase de embarcaciones.
La exposici¨®n de 1887, por la que hab¨ªa que pagar una entrada, fue todo un ¨¦xito de cr¨ªtica y p¨²blico. Aunque muchos medios aprovecharon su celebraci¨®n para arremeter contra el gobierno conservador que hab¨ªa sido elegido recientemente. ¡°Los liberales atacaron al gobierno por imprevisi¨®n¡±, destaca Mingote, que tambi¨¦n incide en la cr¨ªtica de los ilustrados filipinos. Jos¨¦ Rizal, conocido como el padre de la naci¨®n filipina y ejecutado en 1896 por su participaci¨®n en la Revoluci¨®n de Filipinas que llevar¨ªa al pa¨ªs a independizarse de Espa?a en 1898, se mostr¨® indignado por la realidad que se quer¨ªa reflejar: ¡°Que representen a tu pa¨ªs de esta manera no es bueno. Est¨¢s representando una distorsi¨®n de la realidad¡±.
El racismo y la idea de progreso son otros de los temas que tocan las obras que pueden contemplarse en el Antropol¨®gico. ¡°En el siglo XIX el progreso era un concepto moral que iba desde el llamado salvajismo a lo que se consideraba civilizado; hacia la civilizaci¨®n. Casualmente, los europeos occidentales se encontraban en la c¨²spide del progreso; por debajo estaban los que todav¨ªa no hab¨ªan llegado¡±, apuntan desde el museo pr¨®ximo a la estaci¨®n de Atocha.
A todo esto ayud¨® una manera de documentar completamente teatralizada. El trabajo que se puede ver analiza de forma l¨²cida la toma de diferentes fotograf¨ªas a un mismo modelo. ¡°Las im¨¢genes que tenemos de esas personas est¨¢n mediatizadas y manipuladas en base a las intenciones de la exposici¨®n¡±, resalta el conservador. ¡°Por ejemplo, tenemos tres im¨¢genes de la misma persona. En una de ellas podemos verla en un estudio con unos fondos de selva y caracterizado como un salvaje. Mientras que en otra est¨¢ fotografiado vestido a la filipina. Y una ¨²ltima donde aparece con chaqueta y corbata, como un europeo. Adem¨¢s, sabemos que este hombre es maestro de escuela¡±. Es decir, muchas de las fotograf¨ªas que han llegado hasta nosotros reflejan una visi¨®n parcial.
Una realidad y una ¨¦pocas que ahora, con las herramientas que la exposici¨®n pone a disposici¨®n del visitante, pueden volver a ser le¨ªdas y analizadas. Al finalizar el recorrido se ha instalado un juego de espejos que invita a la reflexi¨®n personal con un mensaje: ¡°Todos somos iguales, todos somos diferentes¡±.
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