Venerable es la palabra
No abundan los saxofonistas en activo a los 88 a?os reci¨¦n cumplidos que suma el maestro navarro, Pedro Iturralde
Venerable es la palabra. Resulta dif¨ªcil encontrar otra m¨¢s id¨®nea para referirse a Pedro Iturralde, un ilustre, un hist¨®rico. Y un artista de pundonor admirable para unas edades en las que otros muchos optar¨ªan por la holganza, por el merecido descanso, qui¨¦n sabe si por la redacci¨®n de unas memorias. No abundan los saxofonistas en activo a los 88 a?os reci¨¦n cumplidos que suma el maestro navarro. Y menos a¨²n quienes acepten someterse, en pleno agosto, al escrutinio durante una semana completa del Caf¨¦ Central, escenario con un p¨²blico variopinto pero exigente. Son 35 a?os de trayectoria los que celebra este mes la sala de la Plaza del ?ngel; ella tambi¨¦n sigue escribiendo renglones para la historia.
Iturralde compareci¨® este jueves, justo en la mitad de su estad¨ªa veraniega, dicharachero como de costumbre y dispuesto a extender un magisterio que se prolonga ya a lo largo de siete d¨¦cadas. Sucede, eso s¨ª, que el de Falces dosifica algunos esfuerzos y deja que su experimentado tr¨ªo acompa?ante caldee el ambiente con una extensa pieza, en la que brillan tanto los dedos endiablados de Mariano D¨ªaz (veintitantos a?os como primer escudero) como el armaz¨®n r¨ªtmico del contrabajista Richie Ferrer y el bater¨ªa Daniel Garc¨ªa, el m¨¢s reciente fichaje. Pocas preocupaciones: aqu¨ª no hay peligro de falta de adaptaci¨®n. "El encuentro con el p¨²blico es mi vida. Y con los m¨²sicos, aunque a estas alturas ya no necesitamos ensayar", se sincera el octogenario con verbo divertido y esa cara de pilluelo que a¨²n hoy le confieren los ojillos chicos.
Abre Iturralde la noche con el clarinete entre los dedos, un gui?o m¨¢s que probable a los comienzos como integrante de la banda municipal. Y se le disculpan aver¨ªas menores, impreciso alguna vez en los tempos o disperso en los solos, pero muy sabedor de lo que se trae entre manos. Encadena, de hecho, un repertorio irrefutable, que parte de George Gerswhin para prolongarse en Duke Ellington o Artie Shaw y desembocar nuevamente en Gershwin. Pero todo mejora cuando el aliado de sus labios pasa a ser ese saxo tenor de siempre, el que le ha conferido fama y prestigio internacionales, aquel junto al que ha conocido a los mejores. Vaya traves¨ªa vital la del gran Iturralde.
Y vuelve a suceder, a los 88 a?os, lo que los esc¨¦pticos no creer¨ªan. Los pulmones responden. Y los dedos. Y el alma. El saxo vibra y se emociona, erigido en prolongaci¨®n l¨®gica de los brazos, en parte sustancial y consustancial, en aliado irrenunciable. Y llegan cl¨¢sicos como 'On Green Dolphin Street', del amigo Stan Getz. No es una manera de hablar: amigo porque se trataron con frecuencia. Pedro le recuerda absorto durante los desarrollos de los compa?eros, indicando el orden de los solos con apenas un gesto m¨ªnimo de la mano. Atiende al curso de los acontecimientos con los ojos entrecerrados, a veces apretados con la fuerza de quien no quiere perder un solo segundo de disfrute, y golpeando r¨ªtmicamente el lomo del saxo como quien acaricia al compa?ero m¨¢s fiel y longevo.
Emociona convertirse en testigo del ritual en esas distancias cortas para las que el Central no conoce competidor. Tras el descanso, Iturralde aborda una fascinante 'suite' griega de sus buenos 20 minutos en la que alterna clarinete, soprano y tenor con algunos lind¨ªsimos pasajes semiimprovisados y solos de toda la alineaci¨®n. Eso, y su aportaci¨®n pionera al universo m¨¢gico del jazz-flamenco. Definitivamente, don Pedro no es solo un venerable m¨²sico de edad avanzada. Es, sigue siendo todav¨ªa, un grande.
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