¡®El Papus¡¯, memoria a prueba de bomba
Una placa en la calle, una exposici¨®n digital y una mesa redonda recuerdan los 40 a?os del atentado ultra contra la revista de humor
Era una redacci¨®n salvajilla, un poco bruta, muy rompedora, con un punto underground y una est¨¦tica feilla, que traspasaba fielmente a la propia publicaci¨®n. Se jugaba al f¨²tbol a menudo y los cremats de ron corr¨ªan como el agua del grifo¡ Toda esa alegr¨ªa muy de la ¨¦poca se trunc¨® tambi¨¦n a lo bestia, sobre las 11.40 del 20 de septiembre de 1977, cuando al portero de la finca del n¨²mero 77 de la calle Tallers de Barcelona, Juan Pe?alver, le estall¨® el malet¨ªn que le hab¨ªan dado en recepci¨®n para que lo entregara en mano a Xavier de Echarri, el director de El Papus. Pe?alver falleci¨® destrozado en el acto y otras 17 personas resultaron heridas en uno de los atentados m¨¢s simb¨®licos de la a¨²n incompleta y oscura historia de la Transici¨®n.
La tragedia podr¨ªa haberse convertido en una aut¨¦ntica carnicer¨ªa porque hab¨ªa mucha gente en esa primera planta: en la redacci¨®n de El Papus trabajaban en ese momento dibujantes como ?scar Nebreda, ten¨ªa lugar una reuni¨®n de la cabecera hermana Barrab¨¢s, con el periodista ?lex Botines, y se compart¨ªan oficinas con las publicaciones El Cuervo y Party.
La ultraderechista Triple A (Alianza Apost¨®lica Anticomunista) se atribuy¨® el atentado, que en el oscuro marasmo de grup¨²sculos contrarios a la democracia tras la muerte del dictador pareci¨® efectuar la Hermandad Nacional de la Guardia de Franco y una m¨¢s desconocida Juventud Espa?ola en Pie (JEP). ¡°El atentado se produjo en un momento ¨¢lgido de la violencia de la extrema derecha durante la Transici¨®n, que sin duda era tolerada o contaba con la relativa connivencia del Estado. Eran ¨¦pocas de gran tensi¨®n, la ciudadan¨ªa se preguntaba cu¨¢l ser¨ªa la pr¨®xima de esa gente, hasta d¨®nde se podr¨ªa ir con la supuesta libertad de expresi¨®n en un estado en manos de neofranquistas¡±, sit¨²a el historiador Ricard Vinyes, comisionado para la Memoria del Ayuntamiento de Barcelona, que hoy inaugurar¨¢ ante la que fue la sede de la revista un atril conmemorativo del atentado, a la manera de los que lucen ya en la plaza Cinc d¡¯Oros (Diagonal / Passeig de Gr¨¤cia) y en Hipercor (Meridiana).
¡°Una placa no serv¨ªa: hay causalidades que deben ser explicadas... Me entrevist¨¦ con la viuda del conserje Pe?alver y otros familiares de heridos y nunca, en estos 40 a?os, ni desde el Ayuntamiento ni desde la Generalitat se hab¨ªan dirigido a ellos; hay cosas que no se deben olvidar¡ La Transici¨®n cost¨® mucho¡±, justifica Vi?as.
Heredero de uno anterior ya muy duro, 1977 fue otro a?o calentito en esa Transici¨®n que no se sab¨ªa hacia qu¨¦ lado iba a caer. Parec¨ªa una partida de ping-pong entre el af¨¢n reformista y democr¨¢tico y el b¨²nker, lo m¨¢s reaccionario del r¨¦gimen franquista, que se sent¨ªa amenazado por doquier: la calle del General Goded de Barcelona recuperaba su nombre republicano, el de Pau Casals; en su despacho de la calle Atocha de Madrid, cinco abogados laboralistas eran asesinados por un comando de extrema derecha; en mayo se legalizaba el rojo PSUC; el 15 de junio hab¨ªa las primeras elecciones democr¨¢ticas desde 1939; en octubre regresaba de su exilio el presidente de la Generalitat Josep Tarradellas y en diciembre se deten¨ªa a Albert Boadella por supuesta mofa de los militares en La torna.
En ese caldo de cultivo, desde el 20 de octubre de 1973, con el respaldo del ¨¦xito de una sociedad que hab¨ªa dado alas a revistas humor¨ªsticas como Hermano Lobo o la deportiva Barrab¨¢s (ambas de 1972), se iba imponiendo El Papus, que de sus 110.000 ejemplares iniciales pas¨® a 200.000 en marzo de 1976 (1.250.000 personas de difusi¨®n), impulsada por las decenas de secuestros administrativos que caracterizar¨ªan sus 14 a?os de vida, que se saldaron con 157 juicios y dos consejos de guerra.
Siempre bajo el paraguas directo o indirecto de la familia God¨®, propietaria de La Vanguardia, a partir del n¨²mero 45 depend¨ªa de Ediciones Amaika, con Echarri, Carlos Navarro, el propio Nebreda e Iv¨¢ como hombres fuertes que tambi¨¦n estaban mayormente en la sala de m¨¢quinas como Gin, Ja, Joan de Sagarra, Antonio Franco, Maruja Torres o Jaume Figueras.
Aprovechando de una manera suicida los llamados ¡°espacios de tolerancia¡± de esos fr¨¢giles a?os, cada uno de los componentes de la revista, con trazo o pluma bien libre, iconoclastas a m¨¢s no poder (marc¨® ¨¦poca La Papunovela, destripada parodia de las fotonovelas protagonizadas por los propios redactores en muchos casos), con agria acidez y una heterodoxa y muy oral gram¨¢tica, fue atacando sin piedad el capitalismo y las irregularidades empresariales que estaban destrozando en plena crisis del petr¨®leo de los 70 el bienestar alcanzado en los 60.
Salpimentado con sexo de sal gorda y un punto machista, en la bien subtitulada publicaci¨®n (Revista sat¨ªrica y neurast¨¦nica) tambi¨¦n recib¨ªan de lo lindo la Iglesia y, claro, los violentos reductos fascistas del poder. En esa l¨ªnea, el n¨²mero en el que se mofaron de la manifestaci¨®n del 20-N de 1976 fue, al parecer, la gota que colm¨® el vaso: Echarri fue avisado de que los ultras iban a por ¨¦l y acab¨® con escolta policial. ¡°La amenazas las coment¨¢bamos en la redacci¨®n si ven¨ªan por correo porque sol¨ªan incluir dibujos, ten¨ªan cierta habilidad en hacer collages; tambi¨¦n nos amenazaban por tel¨¦fono diciendo que nos hab¨ªan puesto una bomba: desaloj¨¢bamos el edificio y acab¨¢bamos la revista en un bar¡±, recuerda Nebreda en el completo despliegue que el museo digital Humoristan (www.humoristan.org) dedica al evento y que completar¨¢n presencialmente el mi¨¦rcoles con una mesa redonda en el Colegio de Periodistas.
La bomba lleg¨®. Y, am¨¦n de las desgracias personales, se llev¨® por delante algo del esp¨ªritu porque en 1978 la revista baj¨® hasta los 62.000 ejemplares, languideciendo hasta 1986.
Hubo 12 detenciones por el atentado; seg¨²n el abogado de la revista, durante el juicio se dio ¡°obstrucci¨®n deliberada¡± y el periodista Xavier Vinader aseguraba que en el atentado se dieron ¡°conexiones entre grupos de extrema derecha y los Servicios de Seguridad del Estado¡±. Nunca qued¨® claro del todo qui¨¦n fue el culpable, ni los inductores ni los ejecutores. Al menos, desde hoy, se recordar¨¢, como m¨ªnimo, que aquello pas¨® y d¨®nde.
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