El tesoro escoc¨¦s
Kenny Anderson se enfrenta en soledad y con ¨¦xito a la sala El Sol
Existen pocas f¨®rmulas m¨¢s complicadas en el circuito madrile?o que la del solista a voz y guitarra, y m¨¢s si el oficiante proviene de allende los mares y no intercala mon¨®logos socarrones. Kenny Anderson, ese escoc¨¦s que como King Creosote es casi un orgullo nacional, tuvo este s¨¢bado que lidiar en El Sol con la parquedad de medios y expresiones, lo que en su caso nos priva de los riqu¨ªsimos timbres y arreglos que aderezan los ¨¢lbumes. Los dos m¨¢s recientes, Astronaut meets appleman y From Scotland with love, eran sendas virguer¨ªas, pero Anderson sali¨® del paso gracias a un repertorio impecable, una voz riqu¨ªsima y ese sentido del humor incombustible (imitaci¨®n del moonwalk de Michael Jackson incluida) que se gastan junto a las highlands.
Al Rey Creosota le ten¨ªamos ganas ya desde que en enero suspendiera en el ¨²ltimo momento su visita, as¨ª que esta vez se encontr¨® con un p¨²blico absorto y c¨®mplice, m¨¢s all¨¢ de los cuatro consabidos ap¨®stoles de la charleta. Por eso hubo qu¨ªmica desde la inaugural You just want, una pieza muy ¨¢rida en lectura desnuda porque constituye casi una larga letan¨ªa. Kenny maneja las distancias cortas, canta con dicci¨®n y temple casi m¨¢s propios de la m¨²sica tradicional y maneja un cat¨¢logo de melod¨ªas inagotables, desde la canci¨®n de autor hasta Donovan o The Proclaimers, por seguir entre escoceses ilustres.
Hubo una escala en los m¨ªticos Simon & Garfunkel para recrear en lectura entra?able The only living boy in New York, una inesperada escala en Come back and stay (Paul Young), piezas de oscuridad fascinante, un ¨¦xito potencial que nunca fue (Love life) y la euforia final de Third swan, con parte coreada por el p¨²blico y el encanto emp¨¢tico de las mejores p¨¢ginas de The Decemberists. Tan escoc¨¦s, tan brillante, tan jocoso: en efecto, un tesoro.
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