Pagar (o no) al ¡®gorrilla¡¯
Una treintena de aparcacoches ilegales operan en los alrededores de los hospitales con escasez de ¡®parking¡¯ mientras algunos conductores se quejan de tener que darles propina
¡°?Eh, aqu¨ª!¡±, grita un hombre en medio de la carretera de la calle de San Modesto mientras alza los brazos y se?ala un aparcamiento libre. Su nombre es Jorge, es de Nigeria y es un gorrilla. Cada d¨ªa acude a las inmediaciones del hospital de Ram¨®n y Cajal para ¡°ayudar¡± a los conductores a encontrar aparcamiento a cambio de una propina. Como ¨¦l, m¨¢s de una treintena de aparcacoches ilegales se ganan la vida con este negocio en los aleda?os de los hospitales con escasez de aparcamientos.
Muchos conductores y vecinos se sienten coaccionados a darles dinero a pesar de estar aparcando en un lugar p¨²blico. ¡°Cuando se percatan de que est¨¢s buscando sitio, se ponen delante de tu coche para que aparques donde ellos te dicen¡±, cuenta Carmen Alonso. ¡°Me da la sensaci¨®n de que si no les pagas, te ara?an el coche¡±, reconoce Alonso, que este verano ha acudido con frecuencia al Hospital de La Paz para visitar a su madre enferma. Su veh¨ªculo nunca ha sufrido da?os. Pero ella, aparte de pagar la zona azul del aparcamiento, da dinero al gorrilla "por si acaso". Ese temor qued¨® reflejado en una petici¨®n en el portal municipal de participaci¨®n ciudadana?Decide Madrid, donde en 2015 apareci¨® una propuesta para ¡°erradicar gorrillas en los Hospitales¡±, que acab¨® recabando 2.479 votos (el 0,078% del censo).
¡°Eso de ara?ar coches si no nos pagan es mentira¡±, dice Obi, ¡°solo uno de cada cien gorrillas lo hace¡±. ¡°La gente no conoce toda la verdad¡±, agrega este hombre, originario de Sierra Leona. Tambi¨¦n asegura que muchos roces los producen los propios conductores: ¡°A veces ara?an a otros coches y la gente cree que somos nosotros¡±.
Para paliar el calor de este inusitado vero?o de octubre, Obi lleva en la cabeza un pa?uelo naranja bajo una gorra promocional. Trabaja unas doce horas al d¨ªa; ¡°gano 15 euros al d¨ªa de media¡±. Corta la conversaci¨®n. Ha llegado un coche: ¡°?Gire se?or!¡±. Gu¨ªa a un conductor ayudado de una fina rama de pino que usa como batuta. El hombre aparca, se baja, entrega un euro al gorrilla y se marcha.
¡°Creo que no hacen nada malo. Tienen que ganarse la vida¡±, opina Ana Isabel Mena. Mientras aparca, dos gorrillas discuten sobre qui¨¦n se queda con su propina. ¡°En algunas ocasiones, hemos tenido que atender a varios aparcacoches que se hab¨ªan peleado por los clientes¡±, cuenta Mari Luz Ja¨¦n, que trabaja en el Ram¨®n y Cajal. ¡°?Esto es un hospital!¡±, exclama una reguladora del SER. Muchos conductores se dirigen a ella para quejarse de la situaci¨®n: ¡°Les digo que denuncien y que no les den propina, pero tienen miedo y acaban pagando¡±.
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