Desfile de gozos
La albacete?a, locuaz y emp¨¢tica, se grad¨²a en un WiZink que le brind¨® toda la complicidad
?8.000 almas agotando el papel en el WiZink Center para ver a una cantautora concienciada de un pueblito albacete?o? Hay fen¨®menos que asemejan milagros, y buena cosa es que todav¨ªa, por ventura, sucedan. Se maravillaba Mar¨ªa Rozal¨¦n no hace mucho en alg¨²n camerino de que todos le pidan canci¨®n y opini¨®n, de que su palabra cuente y sea atendida. Pero estas adhesiones casi nunca son azarosas ni fugaces, sino fruto de un discurso l¨²cido, sagaz. Razonado y razonable. Y Rozal¨¦n se ha afianzado como una creadora coherente y corajuda, incluso para combatir esos nervios que anoche se le anudaron en la garganta durante los primeros minutos de su gran fiesta de graduaci¨®n.
¡°Sab¨ªa yo que acabar¨ªa llorando como una coplera¡±, se sincer¨® con ese desparpajo suyo de la serran¨ªa del Segura, antes de enderezar un rumbo que desembocar¨ªa en la pura euforia. En una fiesta compartida que tuvo tambi¨¦n algo de reivindicaci¨®n y homenaje, de ocasi¨®n para el recuerdo a la que la propia protagonista no quisiera poner nunca fin.
Rozal¨¦n quiz¨¢ sea demasiado locuaz para una audiencia que multiplica por cien la de sus tiempos en el Libertad 8, pero su discurso est¨¢ dictado por un coraz¨®n al que las emociones desbocan los latidos. Nunca ha pretendido ser un referente generacional; en todo caso, se ha erigido en cualificada portavoz de la calle. Por ello ejerce como pocas la empat¨ªa, esa conexi¨®n entre seres humanos hoy tan escasa, casi tan marciana. Por eso logr¨® poner en pie a todo el pabell¨®n con Justo, ese sentid¨ªsimo homenaje a su t¨ªo abuelo, muerto en la peor de las guerras. Y organiz¨® un monumental bochinche infantil en el escenario con motivo de Las hadas existen.
No le import¨® anoche a Mar¨ªa salirse de madre, saltarse los horarios, incurrir en un caos alentado por una colosal complicidad. Quiz¨¢ una artista de 31 a?os y con solo tres discos en circulaci¨®n incurra en cierta desmesura al concebir un concierto de ?dos horas y media!, pero a casi nadie del grader¨ªo pareci¨® importarle. Rozal¨¦n ha aprendido a escribir unas melod¨ªas tan sinuosas como reconocibles, a veces tan redondas (y populares) que podr¨ªan llevar a?os esperando solo a que alguien las prendiera. Por no hablar del hallazgo fascinante de Beatriz Romero, esa int¨¦rprete de signos que sirve como im¨¢n esc¨¦nico y termina ejerciendo casi tanto de bailarina y actriz como de traductora.
Comparecieron Kevin Johansen (al que muchos en el p¨²blico no pon¨ªan cara), Kase.O y Abel Pintos en un permanente desfile de gozos. Y hubo tiempo, ?claro que hubo tiempo!, para un par de tributos muy sentidos, a Violeta Parra (Volver a los 17)?y a Luis Eduardo Aute, con una muy afortunada lectura de La belleza. Tambi¨¦n para explayarse con influencias de habanera o bolero, o con las conexiones mexicanas para Me arrepiento?y Tu nombre. Mar¨ªa solo deber¨ªa tener cuidado con algunas inflexiones vocales reiterativas, esos finales de frase que se repiten, con escasa variaci¨®n, aqu¨ª y acull¨¢. Pero para ser ¡°cansautora¡±, como se defini¨® con sorna, Rozal¨¦n aboli¨® durante m¨¢s de 150 minutos los parpadeos. Y a¨²n fue capaz, tras la traca final de Girasoles, de promover un desmadre bailongo entre sus m¨²sicos y el p¨²blico. Tardar¨¢n unos y otros en olvidarlo, intuimos.
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