Florecer
Cree el autor que cuidar una planta es tambi¨¦n un espejo de vida, de cuidarse a uno mismo y mantener la esperanza
Durante d¨ªas que se volvieron meses, la orqu¨ªdea parec¨ªa languidecer como una delgad¨ªsima mano de esqueleto. Tallos como hilos sin alma, fideos erguidos por un inexplicable af¨¢n de mantenerse estirados y una breve cama de tierra enmohecida por donde se perd¨ªan sus ra¨ªces invisibles y sin embargo, un d¨ªa y dos d¨ªas despu¨¦s, Sebasti¨¢n daba de beber a la planta y le hablaba a las peque?as ramas con un aliento que era met¨¢fora de lo que hace ¨¦l mismo con todo lo que hace: ensayar met¨®dicamente el piano o acompasar el ritmo de una melod¨ªa con un bajo el¨¦ctrico, tanto como hacer la compra y luego cocinar como chef y gozar cada comida como metr¨®nomo de la vida que se va sumando por minutos sobre el pentagrama del tiempo. Eso es: cuidar una planta es tambi¨¦n un espejo de vida, de cuidarse a uno mismo y velar por hidratarnos toda sequedad y mantener la esperanza, m¨¢s que ilusi¨®n, de que hemos de florecer.
All¨ª donde parec¨ªa palo seco de pronto sonr¨ªen los racimos de unos p¨¦talos en colores, como yemas de los dedos al escribir sobre un teclado o intentar por en¨¦sima vez una sonata callada que poco a poco va reptando por un Madrid iluminado por amables lloviznas y cursos de Sol que fertilizan el mejor ¨¢nimo para crecer y recrecerse. All¨ª donde se anidaba en seco la ra¨ªz de un poema o el proyecto de una conversaci¨®n, poco a poco se fue hidratando el libro que ahora se presenta y los primeros pasos de una felicidad aunque sea fugaz; el parche de tierra que deja que sufrir la sed o el fr¨ªo del invierno que ya se esfum¨® se convierte en primavera y en el quicio de una ventana, la orqu¨ªdea parece amanecer en carcajadas de flores bicolores.
Basti¨¢n se queda hablando con la orqu¨ªdea con el mismo idioma con el que habla el perro que lo mira hipnotizado como un dios. Tendidos, pasan las horas en un silencio que encierra todo el misterio del que intento hablar: la ni?a que ya come por su propia mano, el beb¨¦ que escucha los sonidos del mundo a punto de nacer, el cuento que va cuajando en p¨¢rrafos lentos y el paseo que dan por las tardes unos ancianos enamorados que llevan boina y pa?oleta como para contener todas las hermosas palabras que los unen en vida y s¨ª, parece entonces que la palabra florecer es tambi¨¦n sin¨®nimo de agradecer. Hablo de esa gratitud que tiene la orqu¨ªdea al responder con flores el cuidado paciente que se le ha conferido durante d¨ªas que son meses, todo el tiempo que se alarga para dar fruto en el sencillo milagro de hacer que aparezca un p¨¦talo o un verso all¨ª¡ donde no hab¨ªa nada.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.