Robots en el hipermercado, terror en el ultramarinos

Cuando imagin¨¦ a los robots llegando al supermercado imagin¨¦ que ser¨ªan como C3P0 de Star Wars, un androide dorado y parlanch¨ªn pasando mi pizza congelada y mi litrona de cerveza, peeep, peeep, por el sensor rojizo de la caja. El futuro ya est¨¢ aqu¨ª y los robots tambi¨¦n, pero no son robots humanoides ni peliculeros, son m¨¢quinas normales, meras m¨¢quinas por donde pasar el c¨®digo de barras y la tarjeta de d¨¦bito, que van sustituyendo a las personas. Es que es dificil¨ªsimo hacer un androide que camine, por ejemplo, porque el cuerpo humano es una m¨¢quina pluscuamperfecta y ese sencillo caminar es irreproducible tecnol¨®gicamente.

En el Carrefour de Lavapi¨¦s, que es el Gran Teatro del Mundo que se ve desde mi balc¨®n, detecto todas las tendencias y la decadencia paulatina de la especie. El hecho de que abra 24 horas (fue el primero de Espa?a en trasnochar) ya nos habla de una sociedad desquiciada donde las jornadas laborales se van de madre, la conexi¨®n es constante y lo que viene a ser la vida es arrinconada a las esquinas m¨¢s lejanas de los d¨ªas.

En el supermercado veo la senda de la coolness y el hiperdise?o, porque este supermercado hace muchos a?os parec¨ªa el vestuario de una c¨¢rcel y ahora hay hasta cafeter¨ªa y una barra tras la que trabaja un sushiman. Se ven aqu¨ª los pl¨¢sticos que ser¨¢n los micropl¨¢sticos que inundan los mares, las gentes de la gentrificaci¨®n y la turistificaci¨®n, los efectos de la especulaci¨®n inmobiliaria, los inmigrantes que pasan la tarde, el indigente que sorbe un caf¨¦ con leche en un vaso de cart¨®n, el continuo cambio de la poblaci¨®n del barrio. Afuera un hombre pide limosna todos los d¨ªas como si todos los d¨ªas estuviera desesperado, y as¨ª lleva a?os, mientras dentro la gente joven y moderna consume una vida sin lactosa, sin az¨²cares a?adidos, con isoflavonas de soja y un futuro desolador.

Han llegado los robots al barrio, esas m¨¢quinas normales y corrientes, ha llegado la automatizaci¨®n que llega y llegar¨¢ a todas partes. Los m¨¢s optimistas dicen que no hay problema: siempre har¨¢ falta gente que dise?e, que programe, que repare a los robots, siempre habr¨¢ trabajo (entonces, ?para qu¨¦ queremos robots?). Pero igual vamos a una sociedad postrabajo donde solo currar¨¢n las m¨¢quinas y los dem¨¢s, en vez de vivir ociosamente, libres de la maldici¨®n laboral, viviremos en la pobreza porque los chismes solo sirven a sus amos y no se reparte el beneficio tecnol¨®gico.

En el supermercado somos ahora nosotros mismos, con nuestra carne y nuestro hueso, los que pesamos nuestra compra y nos la cobramos. Como hacemos nosotros el trabajo hacen falta menos trabajadores. Eso s¨ª, no nos sale m¨¢s barato: algo falla. Lo m¨¢s inquietante es esa cajera que tienen ah¨ª ense?ando al cliente c¨®mo usar la m¨¢quina por la que pronto ser¨¢ sustituida.