Ganamos todas
Iba sin recelos, consciente de que el apoyo era lo que m¨¢s importaba. Me daba igual el resultado: quer¨ªa verlas a ellas jugando al f¨²tbol ante un Wanda Metropolitano lleno
La ¨²ltima vez que vi un partido fue, precisamente, un Atleti-Bar?a. Masculino, claro. En el Vicente Calder¨®n. Hace cuatro o cinco a?os. Decid¨ª que no volver¨ªa a un campo. Los insultos hom¨®fobos y xen¨®fobos, de un voltaje may¨²sculo, b¨¢rbaros e inconscientes, me impidieron ver el juego y disfrutar de ¨¦l en condiciones.
Recuerdo que ¨¦ramos tres mujeres del Bar?a en medio de un grupo de aficionados del Atleti. Mi hermana, prudente, me dijo que no animara demasiado y me tapara la camiseta al salir con la cazadora, pues el Bar?a gan¨® dos goles a uno. Todav¨ªa tengo en la cabeza los ojos encendidos de un se?or de unos sesenta a?os que se acerc¨® a m¨ª a la salida del estadio grit¨¢ndome: "Puta catalana de mierda". Me asust¨¦. Ni me alegr¨¦ por la victoria ni sal¨ª con ganas de volver. Rechac¨¦ el f¨²tbol. Yo, que no hab¨ªa d¨ªa en el que no diera una patada a un bal¨®n, que de ni?a me regalaron la equipaci¨®n completa del Real Madrid (no es cuesti¨®n de preferencias, es que yo era de Casillas) y que no perdonaba la quiniela semanal, dije adi¨®s a este deporte.
El caso es que sal¨ª de all¨ª con ganas de hacerme socia y volver al campo, aunque todav¨ªa no he decidido de qu¨¦ equipo. Qu¨¦ importa eso. Aqu¨ª ganamos todas
He pensado mucho desde entonces en por qu¨¦ algo tan saludable genera un odio tan absurdo. Pens¨¦ en la base: la incapacidad de algunas personas de gestionar las emociones. No nos ense?an a asumir nuestras derrotas, imaginen las que no dependen de nosotros. Tambi¨¦n he cre¨ªdo que algunos medios alimentan la crispaci¨®n y que desde casa se nos obliga desde peque?os a elegir, a no cambiar, a defender hasta la muerte. M¨ªrenme a m¨ª: fui del Deportivo de La Coru?a, pas¨¦ por la Real Sociedad, me volv¨ª seguidora del Real Madrid, el Atl¨¦tico de Madrid me cae bien y termin¨¦ cambi¨¢ndome al Bar?a. Para algunos ser¨¦ una chaquetera, pero es que mis padres no me han impuesto nada nunca. Y se lo agradezco, no saben c¨®mo.
El domingo volv¨ª a un estadio, al Wanda Metropolitano, a ver mi primer partido de f¨²tbol de mujeres: Atleti-Bar?a, de nuevo. Iba sin recelos, consciente de que el apoyo era lo que m¨¢s importaba. Me daba igual el resultado: quer¨ªa verlas a ellas jugando al f¨²tbol ante un estadio lleno. Disfrutar de su triunfo, del de todas las mujeres deportistas que luchan por verse reconocidas y valoradas. Lo que me encontr¨¦: familias felices, ancianos sufriendo el resultado, un padre con una camiseta que pon¨ªa Mi hija, ni?as dej¨¢ndose la voz en sus c¨¢nticos, j¨®venes coreando el nombre de las deportistas, otros que iban por primera vez y acababan vivi¨¦ndolo como el que m¨¢s. No escuch¨¦ ni un insulto ni una discusi¨®n.
Quiz¨¢ sea cierto y estas chicas est¨¦n no solo cambiando las cosas, sino a nosotros. El caso es que sal¨ª de all¨ª con ganas de hacerme socia y volver al campo, aunque todav¨ªa no he decidido de qu¨¦ equipo. Qu¨¦ importa eso. Aqu¨ª ganamos todas.
Madrid me mata.
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