Ed Sheeran, el triunfo del buenismo sonrosado
El cantautor brit¨¢nico, solo en escena ante 55.000 almas, inaugura la temporada alta de m¨²sica en Madrid con un ¨¦xito tan rotundo como redundante
Chicas, chicos: parece mentira. Podemos discutir si Ed Sheeran es cantautor cl¨¢sico o trovador urbano, pero su filiaci¨®n inglesa s¨ª que resulta incuestionable. Y eso significa que a las nueve en punto, ni un minutito m¨¢s tarde, estaba ayer el muchacho empu?ando su guitarra y atacando el primer acorde de Castle on the hill mientras centenares y centenares de chavales, pandillas y parejas a¨²n bajo los efectos del amor se abalanzaban con la lengua fuera sobre las puertas de acceso al Wanda Metropolitano. La puntualidad es una cualidad muy loable, en los espect¨¢culos y en cualquier otro aspecto de la vida, pero en el caso del pelirrojo m¨¢s popular del planeta se convierte tambi¨¦n en s¨ªmbolo. ?l es as¨ª, irreprochable, aseado y tambi¨¦n bastante predecible. Un rajoy del pop internacional al que nunca le faltar¨¢ -y el m¨¦rito es grande- una amplia legi¨®n de partidarios.
Era la ¡°tercera o cuarta vez¡± en la capital para nuestro ¨ªdolo risue?o, y siempre en progresi¨®n ascendente. La ¨²ltima, en abril de 2017, le sirvi¨® para reventar el WiZink Center, un ¨¦xito incontestable. Anoche, los 15.000 ac¨®litos de entonces se hab¨ªan casi cuadriplicado: 55.000 almas. Y todo, para acudir al encuentro de un jovencito que, completamente solo sobre el gigantesco escenario, canta y toca la guitarra.
Hemos visto a unos cuantos cantautores apreciables sirvi¨¦ndose de pedales de grabaci¨®n para acompa?arse sobre la marcha, duplicar voces o guitarras, valerse de la caja del instrumento como rudimentaria percusi¨®n. Es una t¨¦cnica socorrida y, sobre todo, valerosa, porque cualquier imprecisi¨®n queda registrada y arruinar¨ªa la arquitectura general de la pieza. Lo pasmoso, en el caso de Edward Christopher Sheeran, es que haya conseguido abarrotar estadios con un modus operandi caracter¨ªstico de salas como El B¨²ho Real o Libertad 8.
Al de Halifax puede sobrarle sacarina y faltarle osad¨ªa en sus composiciones, pero ha apuntalado la canci¨®n como la pluscuamperfecta unidad de medida para la m¨²sica popular. Ni aparatosas salvas de electr¨®nica ni bravuconadas a ritmo de reguet¨®n: solo con peque?as historias de tres o cuatro minutos, estructuradas en estrofas, estribillo y alg¨²n que otro puente, consigue un terr¨ªcola que cinco millones de cong¨¦neres le adquiriesen una entrada durante este pasado 2018.
Con Sheeran, por lo que cotejamos este martes, se produce un cierto refrendo de la normalidad. Ed bebe agua mineral, no es guapo pero tampoco feo, esboza a cada rato una sonrisa favorecedora y, como chico educado y agradecido, alaba el pa¨ªs que le acoge (aunque nos asocie, vaya por dios, con la siesta). Logra con The A Team, casi a las primeras de cambio, que en la cancha y el grader¨ªo se enciendan masivamente las luces de los m¨®viles, a pesar de que en la Espa?a mesetaria de junio a¨²n luce un sol descarado a las 21.15. Y, sin necesidad siquiera de pedalera y pistas dobladas, consigue embelesar a la multitud con Dive, c¨¢ndida balada de guitarra y voz, a la manera de un concurso de canci¨®n de autor. O con las polifon¨ªas a cuatro voces de Tenerife sea, de agudos realmente lindos.
Existe la qu¨ªmica, sin duda, entre ese ¨ªdolo cercano y un p¨²blico heterog¨¦neo, pero fundamentalmente joven, que se siente representado en un repertorio aseado, afable, impoluto. Son atributos quiz¨¢ romos, pero nada desde?ables. Thinking out loud, por ejemplo, se ha ido consolidando como cl¨¢sico irrebatible, y Perfect, aun constituyendo una apolog¨ªa de la melaza, resistir¨¢ varias generaciones de karaokes.
Queda la pregunta de si nuestro protagonista puede seguir vendi¨¦ndonos un espect¨¢culo casi id¨¦ntico al de hace tres a?os, con el a?adido de que el estadio agranda las distancias y difumina las complicidades. Solo hubo ayer una novedad, esa a¨²n in¨¦dita I don¡¯t care, que refrenda el aura de felicidad, juventud, chicas y tardes radiantes, manos entrelazadas, buenismo sonrosado. Algo m¨¢s tendr¨¢ que agregarle al men¨² de aqu¨ª a la pr¨®xima.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.