Faros
Madrid no tiene mar, pero hay faros de luz verde listos para rescatar al n¨¢ufrago
¡°Pero si te pregunta la polic¨ªa, no la compraste aqu¨ª¡±. La morri?a ataca en cualquier momento y puede coincidir perfectamente cuando ya pasan unos minutos de las diez de la noche y comprar una Estrella Galicia pone a tu chino de confianza en un aprieto por la ley antibotell¨®n. ¡°No te preocupes, yo protejo a mis fuentes¡±, le dije. No lo entendi¨®, pero me la dio.
Para sobrevivir en Madrid, un gallego necesita aliados. A veces es un chino. A veces, otro gallego con el que poder hablar de c¨®mo era dormir tapado, pisar un charco, recoger la ropa siempre h¨²meda del tendedero. Tambi¨¦n son aliados esos bares de los martes ¨C a veces todo se tuerce un martes- en los que entras y te sientes autom¨¢ticamente un triunfador porque te das cuenta enseguida de que podr¨ªa ser mucho peor. Esos borrachos tiernos de los martes ¨Cnada que ver con los de los viernes- que cantan Roc¨ªo Jurado con se?oras maravillosas que podr¨ªan esconder un conejo peque?o debajo del cardado¡ Eso, en otras ciudades, no lo tienen. Y son aliados los taxistas. En Madrid, al contrario que en las ciudades de las que venimos los de provincias, no hay que ir a buscarlos a su parada, sino simplemente esperar a que aparezca una lucecita verde y levantar la mano para que te rescaten. Porque un taxista no solo te lleva al sitio al que quieres ir, tambi¨¦n ¨Cy esta es la misi¨®n importante- te sacan de uno en el que ya no quieres estar. Aqu¨ª, lamentablemente, no hay mar, pero me gusta pensar que los taxistas son como los faros en la costa que parpadean en medio de la tormenta para se?alar al marinero el camino de vuelta a casa.
Por todo esto, viv¨ª con verdadera angustia el conflicto de los taxis con las famosas VTC y la interminable huelga. Me entristeci¨® ver la mala imagen que dieron los de mi bando, hasta el punto de que estuve a punto de ofrecerme como gestora de crisis de reputaci¨®n. No estoy orgullosa de ello, pero he de decir que, al final, sucumb¨ª y me descargu¨¦ la aplicaci¨®n de Los Otros. Luego pens¨¦ que si hasta yo lo hab¨ªa hecho, todo el mundo ten¨ªa ya que tenerla, lo que convert¨ªa la huelga en la peor estrategia jam¨¢s ejecutada. Aun as¨ª, durante muchos d¨ªas, tuve remordimientos. Me puse de penitencia el rechazar la botella de agua que te ofrecen al subir y apenas habl¨¦ con los conductores. Con los taxistas, en cambio, he tenido conversaciones maravillosas: me han dado informaci¨®n, ideas para reportajes, me han hecho re¨ªr y cuando han visto que no estaba el horno para bollos, se han callado para dejarme pensar. Eso es tener callo, tablas, ser un profesional.
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