Dos h¨¦roes madrile?os en la primera vuelta al mundo
Ambos tripulantes, que salvaron la vida de numerosos compa?eros, carecen de reconocimiento oficial en sus respectivas ciudades
El 10 de agosto de 1519, partieron de Sevilla las cuatro naos (Trinidad, San Antonio, Concepci¨®n, Victoria y Santiago) a las que se subieron finalmente 247 hombres, cuatro de ellos a ¡°¨²ltima hora¡±, cuando la flota arribaba a Canarias antes de intentar la primera vuelta al mundo. La mayor parte de ellos proced¨ªa de regiones costeras, gente acostumbrada a la mar. Sin embargo, dos de aquellos navegantes hab¨ªan nacido en Madrid, a m¨¢s de 400 kil¨®metros de la playa m¨¢s cercana. Se llamaban Juan de Campos, de Alcal¨¢ de Henares, y Francisco D¨ªaz de Madrid, natural de la capital. ¡°La verdad es que no sabemos c¨®mo llegaron a enrolarse en la expedici¨®n. Pero s¨ª conocemos algo de su historia, con episodios que demostraron su valent¨ªa¡±, explica Tom¨¢s Maz¨®n, autor de la web rutaelcano.com y que ha recopilado la vida de todos los tripulantes. Ninguno de los dos madrile?os logr¨® terminar la vuelta al mundo, murieron a casi 2.500 leguas de sus casas, pero antes protagonizaron gestas que salvaron la vida de sus compa?eros.?
El lugar de origen de la tripulaci¨®n ha sido perfectamente determinado por los historiadores. De los 247 hombres embarcados, 147 eran espa?oles, de los que casi la mitad eran andaluces, el 21% vizca¨ªnos, el 5% guipuzcoanos y¡ dos madrile?os. El alcala¨ªno Juan de Campos era el despensero de la Trinidad, mientras que Francisco D¨ªaz de Madrid ocupaba en el mismo barco un puesto de ¡°sobresaliente¡±, soldados que proteg¨ªan a la tripulaci¨®n cuando alcanzaba tierra en cualquier parte del mundo.
El 27 de abril de 1521 las naos llegaron a la isla de Mact¨¢n (Filipinas). M¨¢s de 1.500 guerreros derrotaron a los 49 navegantes que se enfrentaron a ellos dirigidos por Fernando de Magallanes, que muri¨® en la batalla. Las cr¨®nicas de Antonio Pigafetta -una especie de reportero de la ¨¦poca- relatan que los filipinos esperaron a que los espa?oles desembarcaran en la playa para atacarlos. Magallanes, viendo su inferioridad num¨¦rica, orden¨® la retirada ordenada. El almirante portugu¨¦s, tras varias horas de lucha, muri¨® por una flecha envenenada y una lanzada, pero su acci¨®n logr¨® que la mayor parte de sus hombres pudiese regresar a los botes y se salvase, no as¨ª el madrile?o Francisco D¨ªaz, que falleci¨® junto a su capit¨¢n y a otros cinco compa?eros cubriendo la retirada del resto.
El diario de a bordo de la expedici¨®n se?ala que posteriormente las naos Trinidad y Victoria llegaron a Tidore (Molucas). All¨ª vieron a un grupo de nativos ¡°haci¨¦ndoles se?ales para que se acercaran¡±. Pero despu¨¦s de lo vivido, el recelo contra los ind¨ªgenas se hab¨ªa extendido entre los poco m¨¢s de un centenar de supervivientes. Pero hab¨ªa un gran problema: no quedaba nada para comer en las naos. As¨ª que la ¨²nica soluci¨®n era bajar a tierra, intentar un intercambio o robar directamente las provisiones. Juan Campos dio un paso al frente. ?l lo intentar¨ªa. ¡°Puesto que las naves no los hab¨ªa [alimentos] y que podr¨ªa ser que encontrase alguna manera de procur¨¢rselos, y que si le matasen, que en ello no se perd¨ªa gran cosa y que Dios se compadecer¨ªa de su alma¡±, les dijo a todos. Mejor que muriese un despensero que un soldado o un marino. As¨ª que el humilde furriel cogi¨® un peque?o bote y se acerc¨® solo a la cosa. Para sorpresa de todos, Campos ¡°fue bien recibido y todo el mundo [los nativos] iba a verle. De esta manera, logr¨® que los ind¨ªgenas le vendieran el ¡°arroz desgranado¡± que la tripulaci¨®n necesita. Retorn¨® ufano, entre v¨ªtores, a las naves ante la incredulidad de los presentes.
Sin embargo, cuando las naos volvieron a partir rumbo a Tidore (Molucas) los portugueses apresaron a parte de los espa?oles y los trasladaron a Malaca (Indonesia) en unos juncos que pronto naufragaron. En una de esas barcas iba Campos, que falleci¨® ahogado. Era el 1 de febrero de 1523, casi dos a?os despu¨¦s de la muerte de su compa?ero Francisco D¨ªaz de Madrid, en Ceb¨².
Los historiadores han perdido el rastro de los descendientes (si los tuvieron) y de los familiares de ambos navegantes. Sus vidas, que los expertos intentan reconstruir, solo est¨¢n reflejadas en los viejos legajos de los archivos nacionales. Lapu-Lapu, el h¨¦roe filipino que atac¨® a los espa?oles en Matac¨¢n, cuenta al igual que Magallanes o Elcano, con plazas, calles y monumentos en su pa¨ªs. Los heroicos D¨ªaz de Madrid y De Campos, ni una placa en sus pueblos.?
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