Cuando el tren siempre pasa de largo
El barrio de San Diego est¨¢ atravesado por la v¨ªa f¨¦rrea, lo parte en dos, pero carece de un apeadero propio
San Diego es un barrio fronterizo, arrinconado en el mapa por una suerte de efecto barrera. Hacia su flanco oeste limita con la autopista y en el sur conoce las traviesas del tren. Los vagones desfilan a diario por esta muesca de asfalto en el distrito de Puente de Vallecas. Sus vecinos, sin embargo, nunca pueden subirse a ellos, porque la l¨ªnea de cercan¨ªas que discurre entre Atocha y Entrev¨ªas no hace parada all¨ª.
El viaje de una a otra estaci¨®n dura unos cinco minutos. I?aki Olaz¨¢bal, de 37 a?os, ha imaginado un apeadero a mitad de ese trayecto. Estar¨ªa emplazado en la bifurcaci¨®n de las traviesas, a la altura de un paso peatonal, que puede abaratar el proyecto. Los costes m¨¢s relevantes recaer¨ªan entonces sobre la cimentaci¨®n del and¨¦n y la construcci¨®n de escaleras mec¨¢nicas y ascensores, anota. Tomando la referencia de otras operaciones similares en la red de cercan¨ªas, como la parada de Can Forad¨ª (Palma de Mallorca), Olaz¨¢bal estima un presupuesto de dos millones de euros: "La terminal de Mirasierra, inaugurada hace dos a?os, cost¨® tres veces m¨¢s. Cuenta con un aparcamiento, varios edificios y conexi¨®n con el Metro. Esto ser¨ªa algo m¨¢s humilde, pero suficiente para revitalizar la zona".
Olaz¨¢bal es un orgulloso nieto del ¨¦xodo rural que ensanch¨® San Diego. La plataforma vecinal de la que forma parte tambi¨¦n bebe de aquel tiempo dorado para el asociacionismo. Coincidieron por primera vez hace un trienio, con una cacerola en la mano y protestando contra los narcopisos que inundaron otra vez el barrio de caballo. Han logrado que en la Junta de Distrito se apruebe por unanimidad una resoluci¨®n para instar al Ministerio de Fomento -responsable de Adif- a estudiar la construcci¨®n del apeadero. Y ahora quieren elevar esa petici¨®n a la Asamblea de Madrid. "El aislamiento ha sido decisivo en la vulnerabilidad del barrio. Necesitamos estar mejor conectados con el resto de la ciudad". Una nueva parada, adem¨¢s, ayudar¨ªa a descongestionar Entrev¨ªas, todo un hervidero matutino.
En lo que respecta al autom¨®vil, el barrio de San Diego presenta uno de los indicadores m¨¢s bajos de la ciudad, con 350 por cada mil habitantes. Exactamente la mitad de veh¨ªculos privados que en Chamart¨ªn. A pesar de contribuir en menor medida a la poluci¨®n, esta franja es la que registra una mayor cantidad de horas a temperaturas extremas, seg¨²n un estudio de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid (UPM). La escasa calidad de la edificaci¨®n, la antig¨¹edad o la falta de buena climatizaci¨®n amplifican aqu¨ª el efecto de las islas de calor. "Los barrios humildes, en los que hay pocos coches y motos, deber¨ªan convertirse en un campo de pruebas contra el cambio clim¨¢tico, mediante la potenciaci¨®n de las redes de transporte p¨²blico", propone Ol¨¢zabal.
San Diego es un ¨¢rea de 44.21 hect¨¢reas por donde circula una sola l¨ªnea de autocar. "Las calles son muy estrechas, aqu¨ª nunca hubo un Plan General como en otros barrios del sur. El trazado de hoy es casi el mismo que el de hace un siglo. Llevamos tiempo reclamando minubuses, como los que recorren el distrito centro", apunta Olaz¨¢bal. Adem¨¢s, denuncia, la estaci¨®n del suburbano m¨¢s cercana queda a m¨¢s de 10 minutos. Esta conjunci¨®n de factores hace que para distancias cortas la movilidad en transporte p¨²blico resulte casi tan efectiva como los viajes a pie. Toda una peculiaridad. Para verificarlo, EL PA?S ha consultado Targomo, una app que dibuja el mapa de is¨®cronas, calculando el radio que se alcanza en un tiempo dado.
Al otro lado de las traviesas, en Entrev¨ªas, Targomo da cuenta de que el per¨ªmetro cubierto en 20 minutos de transporte p¨²blico es mucho mayor que el alcanzado a pie. Sin embargo, a solo 500 metros, en San Diego, la diferencia entre un medio y otro es m¨ªnima para el mismo intervalo temporal. Esa disparidad prueba que en el barrio de Olaz¨¢bal faltan conexiones internas suficientes, una carencia que esquilma la vida del barrio: "El comercio ha ido cerrando. Una d¨¦cada atr¨¢s, la calle Monte Igueldo fue una arteria que vertebraba Vallecas. Ahora est¨¢ repleta de locales con el cierre echado. Y cuando cae el sol parece una calle fantasma", relata el activista.
Precisamente en Monte Igueldo, la calle de glorioso pret¨¦rito, Margarita S¨¢nchez, de 62 a?os, regenta una casa de comidas. M¨¢s all¨¢ de caf¨¦s y licores, las siete mesas met¨¢licas que amueblan el local ven pasar alb¨®ndigas, callos con garbanzos y filetes empanados. Las ca?as con tapa, por un euro, componen solo uno m¨¢s de los precios populares anunciados en la pizarra del establecimiento, en pie desde 1981. "Antes hab¨ªa muchos bares como este, pero fueron cerrando con la crisis. Esta ya no es una calle para comer o irse de tapas, la gente se mueve m¨¢s por el boulevard", asegura la propietaria. El paseo arbolado al que se refiere est¨¢ m¨¢s cerca del Metro. Tambi¨¦n rodeado de varias paradas de autob¨²s. Y se ha convertido, a su pesar, en el nuevo meollo de Vallecas.
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