Insubordinada como quien m¨¢s
La periodista y presidenta de la Fundaci¨®n Jos¨¦ Saramago recuerda c¨®mo se implic¨® en el refer¨¦ndum con el que se consigui¨® "que se nos descubriera y respetara como pueblo"
No fui ni imparcial ni independiente: en el refer¨¦ndum del 28 de febrero de Andaluc¨ªa milit¨¦ como profesional del periodismo y como ciudadana, categor¨ªas, por cierto, que nunca he sabido separar, ni he querido. En aquellos tiempos tampoco pude entender el furor desencadenado en ciertas instancias del poder central contra la consulta. Reci¨¦n llegados a la democracia como sistema, entend¨ªa como una consecuencia l¨®gica que los ciudadanos pudi¨¦ramos opinar directamente sobre algunos asuntos, no siempre a trav¨¦s de nuestros representantes.
El refer¨¦ndum por el grado de autonom¨ªa ¡ªy de responsabilidad¡ª de que nos ¨ªbamos a dotar me parec¨ªa cuesti¨®n m¨¢s que justificada para intervenir, as¨ª que me alc¨¦ en ira cuando o¨ª decir, desde el poder central, que este no era nuestro refer¨¦ndum, que no era necesario que opinara como andaluza, si ya alguien velaba por m¨ª. Entonces ped¨ª un mes libre en la radio en la que trabajaba y me fui a colaborar con los organizadores del refer¨¦ndum en la Junta de Andaluc¨ªa desde el gabinete de prensa. Se trataba de hacer circular, en tiempos sin Internet, las noticias que se produc¨ªan en una comunidad levantada, la emoci¨®n de las personas en la calle, las banderas verde y blanca de las ventanas, los poemas de gente an¨®nima y los recitales de la ¨¦lite cultural. Tambi¨¦n de encontrar firmas nacionales ¡ªse encontraron¡ª que apostaran por la autonom¨ªa que establec¨ªa el art¨ªculo 151 de la Constituci¨®n para esta tierra del sur, condenada por intereses ajenos a la identificaci¨®n con los valores m¨¢s rancios, nunca con la libertad, que sin embargo era una vivencia real, como qued¨® demostrado.
Ten¨ªamos que hacer que se nos descubriera y respetara como pueblo y lo conseguimos, vaya si lo conseguimos: de la pandereta pasamos a la insubordinaci¨®n. Fuimos ejemplarmente democr¨¢ticos. No quemamos contenedores de basura para protestar, simplemente acudimos a las urnas sin que nadie se quedara atr¨¢s. No era orgullo, era responsabilidad: fuimos atacados con una campa?a necia por el Gobierno central y sus palmeros de otras instituciones p¨²blicas y privadas, medios de comunicaci¨®n incluidos, intentaron cortarnos alas con obscenidad manifiesta y se encontraron con un pueblo se?or de su tiempo, no manijero de nadie, principal como todos, como el que m¨¢s.
Hablamos con voz clara y rotunda, el 28 de febrero fue un d¨ªa de emoci¨®n en cada casa y en cada calle. Nunca m¨¢s se vio a vecinos ayud¨¢ndose de esa manera para ir a votar, j¨®venes ofreci¨¦ndose para acompa?ar a mayores, enfermos buscando medios para acercarse a las urnas y encontr¨¢ndolos, alegr¨ªa y furia en la voz de Carlos Cano, la voz de ese d¨ªa sonando en coches tan engalanados de blanco y verde como los balcones de mi calle, verde esperanza, verde obstinado. Las llamadas que ese d¨ªa llegaron a mi lugar de trabajo todav¨ªa me estremecen. No era un art¨ªculo de la Constituci¨®n lo que se somet¨ªa a consulta, la pregunta de la papeleta, escrita en s¨¢nscrito por alguna lumbrera que se crey¨® magnifica, importaba poco, lo realmente grande, y que hizo grande ese d¨ªa, fue que millones de personas dijeron, frente a tantos poderes sabiondos, que ¡°en mi hambre mando yo¡±, y la autonom¨ªa era una forma posible de combatir males end¨¦micos, causantes de tanta postraci¨®n secular.
El 28 de febrero del a?o de gloria de 1980 entramos en el club de las comunidades hist¨®ricas por voluntad propia, construimos historia en el presente y, de tal manera lo hicimos, que el poder central tuvo que aceptar la grandeza del acto democr¨¢tico, reformar leyes, aplicar ins¨®litos caracteres retroactivos y encajar la derrota del despotismo muy poco ilustrado del que hizo gala a lo largo de la campa?a. La noche del 28-F fue un derroche de voluntades manifiestas. En mi doble acepci¨®n de ciudadana y periodista estuve en el centro de datos instalado en el Casino de la Exposici¨®n de Sevilla, conectada con cadenas de radio y con gente que preguntaba sin atender a directos o entrevistas. As¨ª fui testigo de la expresi¨®n de solidaridad con Almer¨ªa, cuando se supo que no alcanzaba el porcentaje establecido en la ley.
Conscientes de que el refer¨¦ndum estaba ganado, aunque no se cumplieran todos los requisitos legales, se impuso la voz de la solidaridad con esa provincia: ¡°Estar¨¢n rotos, hay que ir a abrazarlos¡±, se dec¨ªa en las radios, o en la concentraci¨®n ante la puerta del Ayuntamiento de Granada, o en el centro de datos de Sevilla, con miles de personas esperando los resultados y felizmente dificultando el trabajo de los periodistas, incapaces de moverse o llegar hasta los focos de atenci¨®n. ¡°Caravanas de solidaridad con Almer¨ªa¡±, se gritaba aqu¨ª y all¨ª, y nunca esa zona estuvo tan en el coraz¨®n de los andaluces como esa noche, sin reproches, con cari?o, incluyendo, incluyendo, incluyendo. El refer¨¦ndum, mal planteado por la Administraci¨®n central, alent¨® la conciencia de una forma singular de estar en el mundo y el orgullo de haberla conquistado palmo a palmo, persona a persona. Fueron d¨ªas magn¨ªficos, de dignidad que abrazaba. Esto ocurri¨® el 28-F de ahora hace 40 a?os. Estuve all¨ª, colabor¨¦, esa es mi gloria.
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