Salteras y el patio de madrina desde el exilio

Desde los seis a?os he vivido fuera de Sevilla, de Triana, donde nac¨ª. La distancia en el tiempo me ofreci¨®, en cambio, otros espacios donde asentar mis experiencias. Esos lugares de mi vida fueron Vic¨¢lvaro, un inolvidable pueblo, a pocos kil¨®metros de Madrid, incorporado ya, por la furia inmobiliaria, a la capital. En Vic¨¢lvaro, a cuyo regimiento de Artiller¨ªa estaba destinado mi padre, pas¨¦ los a?os de la Guerra Civil, y en el fondo de mi memoria, laten siempre sus recuerdos. Cuando termin¨® la guerra nos vinimos a Madrid donde hice los estudios de Bachillerato y universitarios. Al acabar la carrera y el servicio militar, que entonces era obligatorio, me fui a Alemania, a Heidelberg, donde pas¨¦ 10 a?os preparando mi doctorado y dando clase en el departamento de Filolog¨ªa de la Universidad. Despu¨¦s, tres a?os de catedr¨¢tico de instituto en Valladolid, y otros tres en la Universidad de La Laguna. A continuaci¨®n, 11 a?os en la Universidad de Barcelona y muchos m¨¢s en Madrid. Pero entre esos a?os de Madrid estuve, tambi¨¦n, cinco en Berl¨ªn, donde viv¨ª la ca¨ªda del muro en 1989, y pude percibir la pasi¨®n de los alemanes por unirse, de nuevo, en aquellas dos Alemanias, aparentemente, tan distintas.

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No hab¨ªa podido dormir

28-F: M¨¢s memoria y menos nostalgia

Muchas veces me he preguntado: ?De d¨®nde soy yo? Porque todos esos sitios a los que mis estudios y mi trabajo me llevaron han sido parte esencial de mi vida y de mi posible enriquecimiento personal. En todos esos lugares he sentido una profunda identificaci¨®n con ellos y, ahora, en la historia de mi particular memoria, una cierta forma de solidaridad.

Precisamente, por ello, me he visto siempre impulsado a reflexionar sobre ese importante y maltratado concepto de identidad. Identidad que ha servido, tantas veces, para construir supuestas teor¨ªas, que nada tienen que ver con ese fondo ¨ªntimo de la persona, fruto siempre de una educaci¨®n en libertad y de esos ideales de solidaridad para los que los fil¨®sofos griegos inventaron esa hermosa palabra: filantrop¨ªa.

Pero, en el fondo, la propia identidad est¨¢ llena de memoria y del surco del tiempo: ese r¨ªo colectivo en el que nacemos, en el que navegamos, y en el que vive el ser que somos. En esa identidad se encuentran los recuerdos que forjan nuestra existencia. Es verdad que soy un andaluz en el exilio, aunque esa distancia se ha ido acortando, a?o tras a?o, a lo largo de mi adolescencia y juventud.

Todos los veranos, al acabar la Guerra Civil, los he pasado en Salteras, ese pueblo de Sevilla en el que nacieron mis padres y que llen¨® de alegr¨ªa aquellos tristes a?os de la posguerra. All¨ª viv¨ªa mi madrina Fernanda, viuda desde muy joven de un t¨ªo de mi padre, y para la que fui el hijo que ella no pudo tener. Por ella, por su casa, por el patio que perfumaba aquel jazm¨ªn, por sus palabras y su amor, por su inteligencia y sensibilidad, empec¨¦ a percibir un horizonte de esperanza en el que habr¨ªa de reencontrarse mi futuro. Y ese maravilloso pueblo y esa extraordinaria mujer alentaron el reencuentro con el r¨ªo de mi existencia en el que empezaba a fluir ya mi persona.

Porque all¨ª aprend¨ª, en el trato con mi madrina, algo que me ha llevado, muchas veces a reflexionar sobre el contenido del lenguaje y la inteligencia humana. Creo que madrina, con excepci¨®n de algunos viajes a Sevilla, nunca sali¨® del pueblo; pero su innato talento me hizo pensar que, a trav¨¦s de su lenguaje, de sus palabras, lat¨ªa mucho de lo que habr¨ªa de aprender, a?os despu¨¦s, al estudiar la historia de Andaluc¨ªa y de su cultura.

Y en este momento tengo que rememorar a ese andaluz genial, a Casiodoro de Reina, el fraile jer¨®nimo del monasterio de San Isidoro del Campo que, en el siglo XVI y en un estilo y belleza admirable, tradujo la Biblia. Esa obra le cost¨® verse obligado a abandonar su tierra, por la persecuci¨®n y condena inquisitorial a la que fue sometido. Como ¨¦l, otros muchos tuvieron que abandonar Sevilla, que empezaba a ser una de las ciudades m¨¢s interesantes y cultas de Europa. Doris Moreno, una profesora de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona ha escrito una magn¨ªfica biograf¨ªa de Casiodoro, publicada por el Centro Andaluz de las Letras.

Cuando despu¨¦s de las vacaciones veraniegas regresaba a Madrid, mis padres me dec¨ªan siempre que volv¨ªa ¡°como nuevo¡±. Esa supuesta novedad me permit¨ªa, desde mis resonancias saltere?as, descubrir el ingenio y la gracia de mi madre y el inter¨¦s cultural de mi padre. Y no puedo evitar el recuerdo de aquel d¨ªa en que, poco despu¨¦s de la guerra, paseando casualmente por la calle de la Real Academia, me dijo mi padre: ¡°Ni?o, mira que si t¨², alguna vez...¡±. Yo no sab¨ªa lo que significaban sus palabras, ni qu¨¦ era ese edificio al que se?alaba, pero quedaron siempre en mi memoria: ?Era el jazm¨ªn del patio de madrina; era Salteras, Sevilla, Andaluc¨ªa!