Democracia y bien com¨²n: ?qu¨¦ dice Chile?
La democracia, como valor compartido, no tiene a¨²n su lugar asegurado en el bien com¨²n del Chile de hoy. No por lo menos a partir de la voluntad y convicci¨®n de todas las representaciones pol¨ªticas partidarias
En una especie de cuenta regresiva, nos acercamos al 11 de septiembre y aun no se logra concretar un compromiso amplio, de todas las fuerzas pol¨ªticas, por el cuidado y defensa de la democracia, a prop¨®sito de los 50 a?os del golpe de Estado en Chile. Menos probable a¨²n una condena transversal de lo ocurrido en 1973.
De acuerdo a los hechos de la esfera p¨²blica, todo indica que la democracia, como valor compartido, no tiene a¨²n su lugar asegurado en el bien com¨²n del Chile de hoy. No por lo menos a partir de la voluntad y convicci¨®n de todas las representaciones pol¨ªticas partidarias.
?Qu¨¦ sucede si, en cambio, se exploran los imaginarios ciudadanos de la democracia, tal como se lo propuso la encuesta Chile dice 2023 de la Universidad Alberto Hurtado-Criteria?
Los resultados son concluyentes respecto de la existencia de un cierto ideal democr¨¢tico o de una representaci¨®n de la democracia, como algo deseable y sustentado en tres aspectos esenciales: participaci¨®n en las decisiones, respeto a las normas b¨¢sicas e igualdad de derechos. Un 90% de los encuestados as¨ª lo declara. Un no despreciable 70% asocia la democracia a que los ingresos de las personas sean m¨¢s equitativos. La sociedad chilena mantiene dentro de sus expectativas vivir en una sociedad democr¨¢tica y m¨¢s justa (justicia ante las normas o justicia social). Tendencias, estas, levemente m¨¢s sustentadas en personas que se declaran de centro o de izquierda, que en las de derecha.
Estas cifras disminuyen, cuando la valoraci¨®n ya no es en abstracto sino referida al sistema democr¨¢tico en sus formas pol¨ªticas concretas, por ejemplo, cuando se consulta si la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno: 64%. O si ser¨ªa absolutamente importante vivir en una sociedad democr¨¢tica: 62%.
Todo lo anterior se ve reflejado en un ¨ªndice de compromiso con la democracia pol¨ªtica, que, seg¨²n la encuesta, en una escala de 0 a 10, sit¨²a a la poblaci¨®n chilena en un promedio de 7,8. Aunque, nuevamente, los puntos m¨¢s altos -sobre 8- los encontramos en las posiciones de centro y de izquierda, y los m¨¢s bajos -6,6- en quienes se declaran de derecha, acompa?ados esta vez del sector socio econ¨®mico D, con un 7,4.
Sin embargo, las cifras se vuelven menos concluyentes al momento de evaluar la democracia en que vivimos y al sondear hasta d¨®nde estamos dispuestos a respetarla. En efecto, por una parte, un 52% se declara poco o nada orgulloso del sistema pol¨ªtico chileno, respaldado por un 61% que estima que los derechos humanos se respetan no mucho o nada en el pa¨ªs. Nuevamente representado a grupos de derecha y socioecon¨®micamente bajos. Y en cuanto a cu¨¢les ser¨ªan las disposiciones frente a una democracia poco efectiva o amenazada, un 60% se muestra dispuesto a justificar un Gobierno autoritario no democr¨¢tico, en caso de corrupci¨®n, incumplimiento de las leyes o mucha delincuencia, porcentaje que sube a 80%, en las personas que se declaran de derecha.
Si se mira, en cambio, la democracia a nivel de la vida cotidiana, se observan menos ambig¨¹edades o contradicciones; chilenos y chilenas encuestados reconocen y valoran pr¨¢cticas democr¨¢ticas con mucha claridad en el seno de las familias, en la comunidad y en sistema educacional y en los barrios (entre 75% y 87%), como tambi¨¦n, aunque con menor fuerza, en el territorio y el trabajo (empresas).
Por ¨²ltimo, cabe destacar la desconfianza que un alto porcentaje muestra frente a los pol¨ªticos, los canales de televisi¨®n y los empresarios: 84%, 65% y 64% creen que ellos mienten en sus comunicaciones, respectivamente.
A la luz de estos resultados, la contracara de la dificultad de las representaciones pol¨ªticas para llegar a expresar un compromiso claro, p¨²blico, transversal, con la democracia, ser¨ªa una ciudadan¨ªa que, si bien no duda en declarar sus convicciones democr¨¢ticas, no conf¨ªa en que sus expectativas est¨¦n siendo o vayan a ser cumplidas o que, en ciertas condiciones, la podr¨ªa hipotecar.
Nos encontramos, as¨ª, si no en el peor de los mundos, en uno no muy bueno: la ciudadan¨ªa quisiera creer en la democracia, pero aquellos que tienen una mayor responsabilidad, justamente en un sistema democr¨¢tico, sus representantes, no aparecen dispuestos a garantizarles que la promover¨¢n y defender¨¢n. ?Bastar¨ªa que los partidos pol¨ªticos firmaran un compromiso en ese sentido, para que la percepci¨®n de la ciudadan¨ªa respecto de la democracia real cambiara y se abandonar¨¢n las ilusiones autoritarias? No, por cierto. Pero, si no suficiente, parece, al menos, ser condici¨®n totalmente necesaria, m¨ªnima, para que la democracia sea considerada parte del bien com¨²n.
?Habr¨¢ alg¨²n elemento que ayude a comprender la aproximaci¨®n del mundo pol¨ªtico y de la ciudadan¨ªa al tema de la democracia? Tal vez la m¨¢s importante, pueda ser la desconfianza que se ha instalado en el pa¨ªs desde hace ya varios a?os. En este caso afectando a los actores pol¨ªticos entre s¨ª y a la ciudadan¨ªa respecto de los actores pol¨ªticos.
Pero existe talvez una expresi¨®n m¨¢s profunda de la desconfianza, que tiene que ver con la asociaci¨®n entre democracia y justicia. Hoy expresada a prop¨®sito de los temas de seguridad (delincuencia, crimen organizado) u otro tipo de amenazas (corrupci¨®n, migraci¨®n), ante las cuales se espera que la justicia legal, la del respeto a las normas, act¨²e con dureza y eficacia. Si no¡, la democracia tiende ser puesta en duda. Eso es claro hoy. Sin embargo, hasta no hace poco, 2019 concretamente, la justicia que se reclamaba era la justicia social, que sigue formando parte del imaginario democr¨¢tico, aunque hoy un tanto relegada por una demanda de justicia que garantice otro tipo de seguridades m¨ªnimas.
En noviembre de 2019, el d¨ªa 15, se logr¨® aquello que hoy no est¨¢ asegurado: un compromiso por la paz y la nueva constituci¨®n, que acordaba, textualmente, ¡°una salida institucional cuyo objetivo es buscar la paz y la justicia social a trav¨¦s de un procedimiento inobjetablemente democr¨¢tico¡±. De all¨ª que se hablara, concretamente, de un acuerdo constitucional y de un nuevo pacto social. Con el proceso constitucional ya sabemos lo que ha pasado. Respecto del pacto social, la verdad es que nunca hubo voluntad o disposici¨®n a encararlo, olvidando que el origen del estallido hab¨ªa sido la demanda social.
La historia reciente, entonces, no acompa?a mucho el desaf¨ªo de -a 50 a?os del golpe de Estado- poner a la democracia en el centro del bien com¨²n de Chile.
El actual compromiso con la democracia, que se est¨¢ buscando y que ojal¨¢ se logre, no podr¨ªa, sin embargo, repetir el mismo error del anterior: restringir el alcance de la democracia a principios pol¨ªticos sin considerar los imperativos de justicia -legal y social- que espera la ciudadan¨ªa. El bien com¨²n requiere de ambos: normas comunes que sean respetadas por todos y beneficios comunes que sean distribuidos equitativamente. Puede que all¨ª est¨¦ el inicio del camino hacia la confianza mutua.
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