La Constituci¨®n como cierre
Con independencia de cu¨¢l sea el desenlace del plebiscito, vale la pena preguntarse si una Carta Fundamental puede realmente ofrecer un cierre o clausura
En la tensa espera del plebiscito chileno del pr¨®ximo 17 de diciembre, los defensores y detractores de la propuesta constitucional han sugerido que la alternativa que ellos defienden ofrece un cierre a los procesos constituyentes que han mantenido al pa¨ªs en vilo desde 2019.
Los defensores de la propuesta sugieren que su ratificaci¨®n ofrece un punto final a la discusi¨®n constituyente, al proporcionar un reemplazo constitucional elaborado en democracia, lo que permite subsanar la principal carencia que se le imputa a la Constituci¨®n vigente. En tanto, quienes se oponen argumentan insistentemente que no habr¨¢ un nuevo proceso constituyente en caso de que ella sea rechazada, por cuanto esto evidenciar¨ªa una negativa ciudadana a perseverar en tal sentido.
Hay buenas razones para mostrarse esc¨¦pticos ante cualquier promesa de cierre. De ganar el A favor, se iniciar¨¢ un proceso de implementaci¨®n que probablemente tardar¨¢ d¨¦cadas y consumir¨¢ mucha atenci¨®n parlamentaria. A la inversa, quienes hoy prometen un rechazo ciudadano como posibilidad de clausura, hace solo unos meses le negaban cualquier legitimidad a la Constituci¨®n vigente por la que hoy abogan. Parece dudoso creer que se defienda aquello que hace tan poco se denunciaba como un texto escrito por cuatro generales y en contra del cual, se suger¨ªa, cualquiera alternativa ser¨ªa preferible. Es cierto que, en el evento de un nuevo rechazo, la Constituci¨®n chilena ser¨¢ a nivel comparado una de las que mayor n¨²mero de veces ha sido ratificada por la ciudadan¨ªa. Pero tampoco puede desconocerse que una Constituci¨®n ¨Cla vigente, la votada o cualquier otra¨C solo tendr¨¢ futuro si ella es apoyada incondicionalmente por la mayor¨ªa del arco pol¨ªtico, con independencia de los c¨¢lculos electorales de corto o mediano plazo.
Es interesante notar que este argumento de clausura ha estado presente en distintos momentos de la experiencia constituyente chilena. En 2019 se justific¨® la necesidad de una nueva Carta Fundamental, entre otros argumentos, porque eliminaba la mancha simb¨®lica que supon¨ªa una Constituci¨®n promulgada en dictadura, a pesar de sus m¨²ltiples reformas en democracia. Era un cierre y un nuevo comienzo. Posteriormente, muchos sostendr¨ªan su posici¨®n a favor de la propuesta de la Convenci¨®n Constitucional en el plebiscito de septiembre de 2022 alegando que, a¨²n con todos sus defectos y excesos, tal alternativa ofrec¨ªa cerrar el ciclo constitucional.
Con independencia de cu¨¢l sea el desenlace del plebiscito, vale la pena preguntarse si una Constituci¨®n puede realmente ofrecer un cierre o clausura. Para despejar tal interrogante es ¨²til recurrir a la distinci¨®n que ofrece el norteamericano Sanford Levinson, para quien toda Constituci¨®n se compone de dos elementos centrales, que ¨¦l llama la Constituci¨®n de lo zanjado y la Constituci¨®n de la conversaci¨®n.
La primera procura dejar fuera de la discusi¨®n democr¨¢tica ciertas cuestiones que estructuran la toma de decisiones dentro del proceso pol¨ªtico, como el sistema para elegir al presidente o el procedimiento que debe seguirse para la promulgaci¨®n de una ley. Como el ajedrez, solo la claridad y eficacia de estas reglas nos permiten en definitiva jugar a algo y no estar simplemente ante manchas blancas y negras. Bajo esta dimensi¨®n, es innegable que la Constituci¨®n vigente evidencia graves carencias, al establecer un sistema presidencial altamente disfuncional, que se caracteriza por su alta fragmentaci¨®n y por los escasos incentivos que tienen los actores pol¨ªticos a cooperar entre ellos.
En contraste, la Constituci¨®n de la conversaci¨®n de Levinson apunta a dejar abierto un marco que permita desarrollar la disputa por el sentido de los valores en la vida com¨²n. Para que una carta fundamental sea exitosa, debe permitir a todos los sectores de la pol¨ªtica democr¨¢tica reivindicarla como la fuente de sus valores y programas, incluso si ellos son contradictorios. Esta apertura es la que permite que una Constituci¨®n sea comparada con una novela inacabada (Ronald Dworkin) o con una catedral en construcci¨®n (Carlos Nino), porque s¨®lo as¨ª ella puede ser entendida como un di¨¢logo entre generaciones y no como una imposici¨®n de unos a otros.
Esto tambi¨¦n permite que pueda ser una herramienta tan ¨²til para estructurar el proceso democr¨¢tico. Los diferentes actores pol¨ªticos luchar¨¢n ¨Cde un modo que Chantal Mouffe llama agonal¨C por darle a ¨¦sta un sentido acorde a sus expectativas sin dejar de defenderla. Si para algunos el derecho a la vida es el fundamento para oponerse al aborto, para quienes lo defienden como un derecho de la mujer ¨¦ste ser¨¢ antes bien la raz¨®n para exigir un m¨ªnimo material que permita sustentar una vida digna. Precisamente por ello las constituciones m¨¢s exitosas comparten como un rasgo com¨²n ser especialmente ambiguas o indeterminadas respecto de los clivajes sobre los cuales se estructura la competencia pol¨ªtica.
Normalmente la forma de conciliar tales dimensiones es a trav¨¦s de un equilibrio doble. En primer lugar, consagrando una Constituci¨®n de la conversaci¨®n m¨ªnima, que permita acomodar la diversidad de demandas que supone una sociedad compleja. Ella deber¨¢ limitarse a reconocer unos cuantos consensos sociales que posibiliten cimentar un proyecto com¨²n de autogobierno, pero ofreciendo protecci¨®n ante posibles abusos de la autoridad y cautelando la posici¨®n de las minor¨ªas que exige el pluralismo democr¨¢tico. En segundo lugar, dise?ando una Constituci¨®n de lo zanjado eficaz y detallada, cuya discusi¨®n sea realizada bajo un velo de la ignorancia que posibilite no saber en favor de qui¨¦nes operar¨¢ finalmente. Y es que no debemos olvidar que, en ¨²ltima instancia, eso es precisamente un proyecto constitucional: un acuerdo entre ¨¦lites sobre c¨®mo estructurar la competencia pol¨ªtica y la vida en sociedad, que ellas se obligan a cumplir y hacer cumplir con independencia de cu¨¢l sea el desenlace.
De todo esto se desprende que habr¨¢ cierres que un cambio constitucional puede ofrecer y otros que ser¨¢ mejor evitar. En tal sentido, ser¨¢ bienvenida toda mejora en la Constituci¨®n de lo zanjado que concluya finalmente la agon¨ªa que ha supuesto a los chilenos m¨¢s de una d¨¦cada de polarizaci¨®n est¨¦ril. Si tal es el caso ¨Calgo dif¨ªcil de determinar, dada la alta cantidad de variables y supuestos involucrados¨C la propuesta constitucional sometida a votaci¨®n podr¨ªa efectivamente ofrecer un cierre al problema de gobernabilidad que afecta al pa¨ªs.
Pero tal alternativa solo ser¨¢ viable en el mediano o largo plazo si no compromete o restringe la constituci¨®n de la conversaci¨®n. Cualquier exclusi¨®n o restricci¨®n injustificada que pueda avanzarse bajo ella supondr¨ªa un retroceso democr¨¢tico, al impedir que la gobernabilidad que se dice ofrecer pueda expresarse bajo pautas de pluralismo e igualdad de oportunidades. En tal escenario, lo constitucional irremediablemente continuar¨¢ siendo un espacio de disputa pol¨ªtica.
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