Roberto Merino: ¡°Decir ¡®Plaza Italia para arriba, Plaza Italia para abajo¡¯, es una huella de algo que ya no corre¡±
Cronista avezado de la capital chilena, retom¨® hace pocos meses sus columnas peri¨®dicas a este respecto mientras prepara la aparici¨®n de dos libros
Los adelantados que hace m¨¢s de 30 a?os ped¨ªan un Santiago de Chile pedaleable lo hac¨ªan, eso s¨ª, en t¨¦rminos que hoy suenan cuando menos descari?ados. ¡°Ciclov¨ªas para Santiasco¡±, demandaban.
Por su parte, Roberto Merino (62 a?os, Santiago) no cree que sea ning¨²n Santiasco. No por fetichizar ni por patrimonializar: m¨¢s bien por tincada, melancol¨ªa, perplejidad, molestia o lo que toque cuando llega a la hora de escribir.
Merino, que ha hecho de un cuanto hay (poes¨ªa, cr¨®nica, columnismo, novela, ensayo, adem¨¢s del trabajo editorial y acad¨¦mico), ha escrito por d¨¦cadas de su ciudad y volver¨¢ dentro de unos meses al asunto en un volumen de ensayismo de largo aliento. Y poco antes aparecer¨¢ Diario de hospital, que rescata una experiencia vivida entre 1994 y 1995.
Autobi¨®grafo involuntario, observador de usos y costumbres, Merino evita amarrarse a visiones muy fijas acerca de las cosas, incluido Santiago. Por lo mismo, puede quejarse por el fin de una ¨¦poca en tal barrio o calle, pero incluso en ese caso est¨¢ atento a las iron¨ªas y las deformaciones que el presente opera en el pasado y viceversa. As¨ª lo prueba peri¨®dicamente en The Clinic, medio que acoge desde este a?o sus columnas tras el fin de la p¨¢gina cultural de Las ?ltimas Noticias, en octubre pasado.
Sentado en un caf¨¦ junto a la Plaza Las Lilas, comuna de Providencia, en el sector oriente de Santiago, concede que no lamentar¨¢ por defecto cualquier demolici¨®n ni condenar¨¢ per se la aparici¨®n de un edificio de grandes dimensiones. De hecho, mientras conversa con EL PA?S ve justo al frente suyo un ejemplo, en la esquina de Juan de Dios Vial con Eliodoro Y¨¢?ez, a un costado de donde estuvo hasta 2005 el tradicional cine Las Lilas.
¡°Me atrever¨ªa a decir que los edificios que hicieron tras la demolici¨®n son mejores que los que estaban aleda?os al cine, que eran estrechos¡±, propone. ¡°Dejaron un espacio muy generoso en la esquina. Se supone que el empresario siempre est¨¢ tratando de lucrar con cada cent¨ªmetro cuadrado, pero ac¨¢ no es as¨ª. Hay una perspectiva que se suma a la de la plaza, lo que me parece encomiable. Yo no soy arquitecto, pero eso tiene algo liviano: no es un mazacote¡±.
Y dice por ¨²ltimo este hombre de barba abundante y chaqueta de mezclilla, que le gusta harto de lo construido en a?os recientes: ¡°Mucho paisaje, ese paisaje que se ve cuando uno sube por Avenida Santa Mar¨ªa [al costado norte del r¨ªo Mapocho], esos perfiles entre pastos y piscinas y brillos. Eso me gusta mucho, me emociona incluso.
Pregunta. Sigue d¨¢ndole vueltas a estos temas en un libro de mayor calado, ?no?
Respuesta. Son textos que ya he publicado, pero no cr¨®nicas, porque persiguen algunas intuiciones en un formato mayor. Hay un texto sobre el [cerro] Santa Luc¨ªa y la literatura que me pidieron para un libro. Eso me sigue gustando, porque es un tema que puede seguir, que queda abierto: son relaciones muy oblicuas, cuestiones que van desde El loco Estero, de [Alberto] Blest Gana, hasta Jorge D¨¦lano, Coke, que tiene una especie de peque?a novela o libreto cinematogr¨¢fico ¨CLas casas tambi¨¦n mueren de pie¨C sobre el tiempo en que se pasa de unas mansiones ecl¨¦cticas a los edificios que uno conoce ahora frente al cerro. Como todo en Coke, es medio absurdo ¨Chay una conversaci¨®n entre la casa y los edificio¨C, pero es bonito.
P. Antes que eso aparecer¨¢ Diario de hospital. ?Qu¨¦ cuenta?
R. Puras huevadas, no m¨¢s. O sea, imag¨ªnate, es una hospitalizaci¨®n larga: como dos meses. Entonces, es el d¨ªa a d¨ªa, dentro de lo posible. Son observaciones¡ No s¨¦ c¨®mo decirlo, pero no est¨¢ tan centrado en el sujeto, a pesar de que hay una presencia. Son, m¨¢s bien en las cosas que se ven, que pasan. Ahora, todo era dif¨ªcil, y a mano. Obedec¨ªa a un impulso. En verdad, era m¨¢s c¨®modo no escribir nada.
P. ?C¨®mo se ha ido entendiendo con Santiago?
R. Hubo una especie de subentendido com¨²n: que esta ciudad era muy aburrida, y una serie de otros reclamos. Y no s¨¦ si la realidad cambi¨® o si cambi¨® el punto de vista de la gente, pero a?os despu¨¦s empez¨® una especie de reivindicaci¨®n de la belleza de Santiago ¨Cde lo agradable que era¨C por parte de todo el mundo. El a?o 2013 me fij¨¦ en eso: hablando con los taxistas, la gente dec¨ªa, qu¨¦ bonita es la ciudad.
P. ?No le hab¨ªa pasado antes?
R. Jam¨¢s. Eso de decir, oye, qu¨¦ bonito lo que es propio, era muy raro. Actualmente, en Youtube hay muchos expertos en peque?as cosas, muy locales, y van con la c¨¢mara y las muestran. Yo lo hallo muy entretenido. Hay un ruso [Andrei Sokolov] que era lector de noticias en la televisi¨®n rusa, y no s¨¦ por qu¨¦ est¨¢ aqu¨ª y es experto en Santiago y se pega en unas caminatas de Maip¨² a Vitacura, mostrando lo que va saliendo en un tono de alguien que sabe. Es bien extra?o.
P. Quienes caminan por caminar saben que hacerlo es una especie de ejercicio espiritual, ha escrito usted. ?Ha sido su caso? ?Sigue siendo un caminador esforzado?
R. Camino, s¨ª, pero m¨¢s bien ensimismado, as¨ª que no es mucho lo que miro. Por lo mismo, no me he expuesto a los descubrimientos: cuando uno propicia la caminata, va descubriendo cosas, pero ese es un tr¨¢mite de largo o de mediano plazo. Yo siento que no tengo tiempo, que tengo que escribir r¨¢pido. No tengo ya tanto tiempo para eso y me canso m¨¢s, tambi¨¦n. Pero hace poco, por un texto que estoy escribiendo, fui con mi hermano por calle San Isidro [en el ¨¢rea centrica de Santiago], y fue bueno: me record¨® esa emoci¨®n de los descubrimientos juveniles, cuando no sabes qu¨¦ vas a encontrar, y de repente tocas un timbre y hablas con alguien que te da un ¨¢ngulo, una perspectiva. Eso tambi¨¦n lo hice, y fue bueno. Hay una casa que siempre hab¨ªa visto por fuera, porque ten¨ªa las mamparas de vidrio esmerilado. Ahora est¨¢ convertida en restor¨¢n y conservaron la casa, y por primera vez me asom¨¦. Fue muy ilustrativo.
P. Usted vivi¨® por ah¨ª.
R. S¨ª, y arrasaron con esa calle. Fue siempre una calle muy quitada de bulla, y se transform¨® en estos guetos verticales, graffitis, de repente una remodelaci¨®n, plazas nuevas en retazos de terreno. Todo muy feo, como si lo hubieran hecho con sa?a. Y en algunos de estos edificios nuevos tratan de citar cierta arquitectura con balaustradas, con vidrios esmerillados en las mamparas de los edificios. Qu¨¦ raro es todo eso.
P. ?Pensaba algo as¨ª en 2022, cuando declar¨® a La Tercera que hab¨ªa pasado por el centro de Santiago y que le pareci¨® ¡°una ciudad por donde pas¨® una guerra¡±?
R. S¨ª. Es que era terrible: las huellas del picapedreo [de los adoquines durante el estallido social de 2019], adem¨¢s de los blindajes al comercio, tambi¨¦n en Providencia. Los domingo, todav¨ªa ves una ciudad como de metal. Esto era impensable en Santiago. Me acordaba de los Sacramentinos, que en los a?os 30, cuando hubo un fuerte anticlericalismo, tuvieron que pintar de verde unas puertas de bronce para que no se notara que eran de bronce, porque se las pod¨ªan sacar y quemar. Yo pensaba que era una exageraci¨®n: ?c¨®mo puede haber un momento en que se diera eso? ?Ni en el per¨ªodo de la Unidad Popular (UP)! Recuerdo que una vez una prima, en el Gobierno de Salvador Allende, lleg¨® contando que hubo una marcha cerca de Plaza Italia [hito santiaguino que se ha pintado como una frontera social] y hab¨ªan roto a piedrazos unos cristales muy grandes en el edificio de la Unctad [actual Centro Gabriela Mistral, GAM, en la Alameda]. Y eso era raro. Era un hecho de violencia que a todo el mundo le parec¨ªa excepcional. ?Por qu¨¦ agredir un edificio? Ni en la ¨¦poca de la UP, cuando se agarraban a piedrazos todo el d¨ªa, hubo esta autodestrucci¨®n que se vio despu¨¦s.
P. ?Y ha vuelto al centro?
R. S¨ª, volv¨ª, y hay partes que se recuperaron r¨¢pido, como [el paseo] Hu¨¦rfanos. Anduve por Hu¨¦rfanos hacia el poniente, y estaba supernormal, un poco como era antes. Pero medio fantasmal, tambi¨¦n: negocios cerrados. Hab¨ªa en el centro negocios que quebraron dadas las circunstancias del estallido y la pandemia, y eso tambi¨¦n incide en el paisaje. Lo otro que es muy impresionante es la cantidad de comida callejera... Yo me dec¨ªa, ?c¨®mo se atreven a comer eso? Ah¨ª me acord¨¦ de ciertas im¨¢genes de un Chile muy pobre, de fines de los 60: frente a la Estaci¨®n Mapocho, por ejemplo, hab¨ªa un viejo que vend¨ªa pescado frito. Y ah¨ª estaba con la olla con aceite, y los tipos comiendo en un papel... Eso se acab¨®. Quiz¨¢ perdimos esa relaci¨®n espont¨¢nea con la comida.
P. ?Y no la ha tra¨ªdo de vuelta la migraci¨®n?
R. Totalmente. Son costumbres que en Chile se hab¨ªan perdido un poco, aunque quedaban vestigios con el s¨¢nguche de potito hecho de guata cocida: durante los 70 y 80 hab¨ªa esa presencia insomne. Hubo una oferta culinaria callejera, que m¨¢s tarde fue arrasada por las modalidades de la inmigraci¨®n, y que en lugares como Alameda con Santa Rosa se expresaba en un mundo nocturno con choferes de colectivos, travestis, borrachos, vendedores y gente que esperaba una micro improbable.
P. Y el factor migrante, ?no ha alcanzado a verlo bien?
R. Me perd¨ª un poco de eso. S¨¦ poco.
P. A prop¨®sito del Santiago segregado y de las diferencias sociales, usted declar¨® en 2013: ¡°La l¨ªnea divisoria se marca simb¨®licamente en los chistes, en el tono especial con que se nombran los barrios opulentos o las zonas miserables; en fin, en el mapa simb¨®lico de la ciudad en cuyas referencias nos movemos, donde los barrios funcionan como subentendidos¡±. ?A qu¨¦ se refer¨ªa?
R. Me refer¨ªa, yo creo, a un mapa no expl¨ªcito en la conversaci¨®n, en el lenguaje. Para expresar un rasgo espec¨ªfico, como el arribismo, no necesitas decir demasiadas cosas. He visto a alguna se?ora diciendo que est¨¢ muy complicada porque est¨¢n haciendo trabajos en Las Hualtatas [una calle de un muncipio acomodado de Santiago], y con eso te da a entender que su cotidianeidad pasa por un sector mejor que el del interlocutor, probablemente. Ahora, cuando yo dec¨ªa eso, creo que en Santiago los barrios estaban menos demarcados que ahora. Hoy hay esta especie de mirada reivindicativa, identitaria, de cualquier lugar. Si yo soy del barrio de la plaza Las Lilas, entonces, ¡®?aguante Plaza Las Lilas!¡¯. Es como una guerra imaginaria en que la plaza est¨¢ siendo agredida por otros barrios. Ese tipo de cosas son irracionales. Ahora, que te enrostren el no pertenecer tiene que ver con no entender las referencias. Me cont¨® una vez [Rafael] Gumucio que hab¨ªa estado con un exfutbolista y una cantante y su conclusi¨®n era que hablan las mismas huev¨¢s que los cuicos [de sectores acomodados], pero respecto de otros lados: ¡®Ah, yo te cacho [conozco] porque t¨² viv¨ªas en Departamental¡¯, o ¡®s¨ª, por supuesto, yo iba a tal colegio¡¯.
P. Lo mismo, pero en otro sector de Santiago.
R. A eso me refiero: al reconocimiento t¨¢cito, a la cosa codificada naturalmente. Porque no es que nadie haga un esfuerzo porque sea as¨ª. Decir ¡®Plaza Italia para arriba, Plaza Italia para abajo¡¯, es una huella de algo que ya no corre. O sea, para el estallido social [en 2019] tambi¨¦n qued¨® la cagada de Plaza Italia para arriba. Ah¨ª hubo hist¨®ricamente un l¨ªmite que de alguna manera funcionaba, un l¨ªmite puesto por Vicu?a Mackenna [intendente de Santiago entre 1872 y 1875], y 30 o 40 a?os despu¨¦s la ciudad que se cre¨® al otro lado, hacia el oriente, era notablemente distinta, con otra inspiraci¨®n, de ciudad jard¨ªn. Pero todav¨ªa hay una sombra de eso, a veces, en las discusiones pol¨ªticas.
P. Parece darle risa que se siga usando...
R. Es que da risa.
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