La concha de caracol m¨¢s antigua del mundo suena por primera vez en 18.000 a?os
El instrumento, encontrado en la cueva de Marsoulas, perteneci¨® a cultura magdaleniense y produce un sonido similar al de una trompa
No hay sociedad sin canto. No hay, tampoco, ritual, fiesta o ceremonia sin m¨²sica. En eso coinciden los arque¨®logos y antrop¨®logos que estudian la producci¨®n de sonidos en comunidades antiguas. Carole Fritz, del Centro Nacional Franc¨¦s de Investigaci¨®n Cient¨ªfica, y Gilles Tosello, cient¨ªfico del Centro de Investigaci¨®n de Arte Prehist¨®rico de Toulouse, han recuperado una concha de caracol marino de hace 18.000 a?os que confirma la primitiva e inseparable relaci¨®n entre el sonido y los seres humanos. Este instrumento, descubierto en la cueva decorada de Marsoulas, en Francia, perteneci¨® a la cultura magdaleniense, uno de los ¨²ltimos grupos del Paleol¨ªtico superior en Europa occidental, y es el cuerno de concha de caracol m¨¢s antiguo conocido hasta ahora.
Para comprobar el posible uso musical de esta concha blanca, de 31 cent¨ªmetros de largo y 18 de ancho, los investigadores le pidieron ayuda a un m¨²sico especializado en instrumentos de viento, que fue capaz de reproducir el sonido de esta especie de trompeta en tres notas distintas que casi coincid¨ªan con los tonos de C, D y C agudo en la nomenclatura musical moderna (Do, Re y Do sostenido). Tosello, prehistoriador y especialista en arte parietal, explica que fue la primera vez ¡°desde hace m¨¢s o menos 18.000 a?os que la concha son¨®¡±. ¡°Nuestro m¨²sico trat¨® de producir notas, como lo hace con su instrumento, y lo logr¨®. Sin embargo, nada nos confirma que los instrumentistas de esa ¨¦poca tocaran notas fijas, ni que existieran los tonos y los semitonos¡±, dice Tosello.
Los hallazgos de la investigaci¨®n de Tosello y Fritz, que se publican este mi¨¦rcoles en la revista Science Advances, arrojan luz sobre una dimensi¨®n musical hasta ahora desconocida en las sociedades europeas del Paleol¨ªtico. ¡°Este trabajo permite poner sonidos sobre una ¨¦poca que conocemos solamente con dibujos y objetos. No tenemos ninguna informaci¨®n sobre el idioma hablado, sobre los cantos o sobre el contexto ac¨²stico de esa cultura. Con esta concha podemos escuchar c¨®mo sonaba ese momento de la historia¡±, dice Tosello.
El cuerno fue encontrado por primera vez en 1931, pero el descubridor inicial sospech¨® que serv¨ªa simplemente como una taza ceremonial para beber agua. Como no observ¨® ninguna modificaci¨®n humana, lo guard¨® en la colecci¨®n del Museo de Historia Natural de Toulouse y no lo volvi¨® a estudiar. Varias d¨¦cadas despu¨¦s, Fritz, Tosello y otros investigadores analizaron la concha con t¨¦cnicas de imagen avanzadas y determinaron que los magdalenienses que habitaron la cueva de Marsoulas hab¨ªan modificado cuidadosamente el caparaz¨®n para instalar una boquilla. ¡°Estos antiguos artesanos tambi¨¦n eliminaron los bordes de la cresta acampanada que se extiende hacia afuera desde la abertura principal de la concha y adornaron el exterior con dise?os de pigmentos de color rojo ocre que coinciden con el estilo del arte mural que se encuentra dentro de Marsoulas¡±, explican los investigadores.
Carole Fritz cuenta que ella y Tosello llevan 20 a?os trabajando en la cueva para estudiar el arte rupestre. ¡°Para nosotros es fundamental estudiar lo que est¨¢ pintado en las paredes y los objetos encontrados alrededor. Fue revisando las colecciones de la cueva que redescubrimos la concha¡±. Los cient¨ªficos utilizaron fotogrametr¨ªa, la t¨¦cnica que define con precisi¨®n la forma, dimensiones y posici¨®n en el espacio de un objeto cualquiera, para resaltar modificaciones exteriores que no se ven f¨¢cilmente a simple vista. Luego, utilizaron tomograf¨ªas computarizadas para visualizar el interior del caparaz¨®n, y encontraron que se hab¨ªan cortado dos orificios adicionales en las capas espirales debajo del v¨¦rtice de la concha, tal vez para acomodar la extensi¨®n del tubo largo de la boquilla. ¡°Todo este trabajo se hizo con el objetivo de caracterizar minuciosamente las huellas de la intervenci¨®n humana¡±, explica la cient¨ªfica.
Fritz y Tosello reconocen que distintas investigaciones previas han documentado la presencia de flautas y pitos de hueso en yacimientos arqueol¨®gicos del Paleol¨ªtico superior, pero insisten en que los instrumentos fabricados con otros materiales como esta concha, que perteneci¨® a un gran caracol marino de la especie Charonia lampas, son muy escasos. ¡°Sab¨ªamos que los cazadores-recolectores de la ¨¦poca pod¨ªan hacer m¨²sica. Conocemos las flautas desde los auri?acienses de hace 35.000 a?os. La concha es ciertamente m¨¢s reciente, de 18.000 a?os, pero confirma que las poblaciones de la vertiente norte de los Pirineos entraron en relaci¨®n con la costa Atl¨¢ntica¡±, dice Fritz. Y contin¨²a: ¡°Sabemos que los magdalenienses de Marsoulas ten¨ªan v¨ªnculos con los magdalenienses de la costa cant¨¢brica. El caparaz¨®n consolida estos contactos. Llevan el mar hacia el interior, al fondo de la cueva¡±.
De acuerdo con los cient¨ªficos, esta concha tambi¨¦n muestra la capacidad de los antiguos grupos humanos para transformar un objeto complejo en un instrumento de viento. ¡°A¨²n debemos meditar sobre la funci¨®n del sonido en el Paleol¨ªtico, pero podemos decir que la relaci¨®n entre la m¨²sica y el simbolismo humano es muy fuerte. En Marsoulas es dif¨ªcil no establecer el paralelismo entre el sonido y el arte rupestre. Las caracolas han servido como instrumentos musicales, dispositivos de llamada o se?alizaci¨®n, y objetos sagrados o m¨¢gicos seg¨²n las culturas¡±, escriben los autores. Y concluyen: ¡°Hasta donde sabemos, el caparaz¨®n de Marsoulas es ¨²nico en el contexto prehist¨®rico, no solo en Francia sino a la escala de la Europa Paleol¨ªtica y quiz¨¢s del mundo¡±.
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