El due?o de la inteligencia
Europa tiene la oportunidad de liderar la regulaci¨®n mundial de las m¨¢quinas
Pocas tecnolog¨ªas se han desarrollado sin que los militares tuvieran un ojo puesto en ellas. El propio Arqu¨ªmedes, dice la leyenda, utiliz¨® sus estudios sobre la reflexi¨®n de la luz solar para achicharrar con una combinaci¨®n de espejos la flota del general romano Marco Claudio Marcelo, y se gan¨® con ello una certera estocada en el coraz¨®n por parte de un soldado cabreado. Es lo que pasa cuando un cient¨ªfico se mete en pol¨ªtica, que sale con los pies por delante. La cornucopia dineraria que financi¨® la f¨ªsica de part¨ªculas en la segunda mitad del siglo XX fue la consecuencia directa del proyecto Manhattan que, redondeando un poco, resolvi¨® a lo bestia la Segunda Guerra. La virolog¨ªa vivir¨¢ dentro de poco una fase de esplendor, por razones que a un militar le parecer¨¢n obvias. El GPS fue una herramienta militar del Pent¨¢gono hasta que Bill Clinton decidi¨® donarlo al mundo libre de costes. Aunque solo a cambio de financiar versiones del GPS m¨¢s avanzadas para el ej¨¦rcito.
Lo mismo estamos viviendo con la Inteligencia Artificial (AI), el conjunto de t¨¦cnicas matem¨¢ticas que lleva una d¨¦cada generando prodigios asombrosos. M¨¢quinas que ven y que responden llamadas de los humanos ¨Ca menudo tras escuchar las cuatro estaciones de Vivaldi en manos libres, pero eso no es culpa del robot, sino del r¨¢cano que lo compr¨®¡ª, piernas y brazos artificiales que responden al mero pensamiento de las personas paralizadas, drones y martec¨®pteros como el que vuela estos d¨ªas por Marte, sistemas adaptativos que no solo ganan a los campeones humanos de ajedrez, go o p¨®ker, sino que descubren en cuesti¨®n de horas unas estrategias que no se le hab¨ªan ocurrido a nadie que est¨¦ hecho de carne durante siglos de cultura y excelencia. ?Humillante? Sin duda. ?De inter¨¦s militar? Por supuesto.
La ¨¦lite de las ciencias de la computaci¨®n lleva 15 o 20 a?os clamando por un tratado internacional que regule el uso b¨¦lico de la IA, al estilo de los pactos de no proliferaci¨®n nuclear
El pa¨ªs m¨¢s avanzado en IA sigue siendo Estados Unidos, por m¨¢s que China est¨¦ decidida a comerle el terreno, y la tradici¨®n liberal, casi libertaria, del gigante americano en materia de pol¨ªtica industrial supone un escollo para las iniciativas de analizar la ¨¦tica de esa poderosa tecnolog¨ªa. A Washington, lo que hagan los magnates de Silicon Valley con los mensajes que trasmiten en sus redes y los datos que atesoran en sus bases le importa m¨¢s bien poco mientras aporten riqueza al pa¨ªs. Pero la ¨¦lite de las ciencias de la computaci¨®n lleva 15 o 20 a?os clamando por un tratado internacional que regule el uso b¨¦lico de la IA, al estilo de los pactos de no proliferaci¨®n nuclear. Saben muy bien de lo que hablan, porque el Pent¨¢gono los recluta de entre sus huestes.
Europa tiene ah¨ª una oportunidad. No solo por la parte b¨¦lica de la cuesti¨®n, sino tambi¨¦n por los abusos cotidianos. Los algoritmos de la IA ya se utilizan para seleccionar empleados, por ejemplo, y sabemos que est¨¢n sesgados por sexo y raza, puesto que han aprendido leyendo nuestros textos, que tambi¨¦n lo est¨¢n. Si Europa regula, medio mundo ir¨¢ detr¨¢s.
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