El rescatador de los muertos olvidados en el campo de batalla
El cient¨ªfico Nicol¨¢s M¨¢rquez Grant ha ayudado a recuperar los restos de cientos de personas desaparecidas en las guerras mundiales, en la guerra civil espa?ola y en cr¨ªmenes actuales
Un joven se compr¨® un billete de ida y vuelta un d¨ªa de verano de 1916, quiz¨¢ ilusionado, pero jam¨¢s regres¨® a casa. Un equipo de arque¨®logos encontr¨® el boleto casi un siglo despu¨¦s, todav¨ªa bien conservado entre un amasijo de huesos bajo la hierba del apacible pueblo franc¨¦s de Fromelles. Aquel chico fue uno de los soldados australianos enviados el 19 de julio de 1916 a una misi¨®n suicida: atacar las trincheras alemanas en campo abierto y a la luz del d¨ªa, en plena Primera Guerra Mundial. Unos 2.000 chavales australianos cayeron bajo el fuego de las ametralladoras germanas. El cient¨ªfico Nicol¨¢s M¨¢rquez Grant ha ayudado a recuperar centenares, ¡°quiz¨¢s miles¡±, de cuerpos olvidados en campos de batalla como el de Fromelles. ¡°Los huesos no emocionan tanto como los objetos que ten¨ªan. Son chicos j¨®venes con sus cuchillas de afeitar, con las fotograf¨ªas de sus familiares o con aquel pasaje de ida y vuelta. Eso impacta¡±, explica el investigador.
M¨¢rquez Grant es ¡°medio espa?ol, medio escoc¨¦s¡±. Naci¨® hace 45 a?os en Irvine (Escocia), de padre espa?ol y madre escocesa, pero se cri¨® en la isla de Ibiza. All¨ª estudi¨® los restos humanos del imperio cartagin¨¦s con los que se doctor¨® en Arqueolog¨ªa y Antropolog¨ªa en la Universidad de Oxford. Un d¨ªa de 2008, recuerda, su jefa de entonces le propuso colaborar con la polic¨ªa brit¨¢nica en cr¨ªmenes y cat¨¢strofes actuales. Y dijo que s¨ª. ¡°Recuerdo cu¨¢ndo descubr¨ª el primer cuerpo. Fue un 10 de marzo, el d¨ªa de mi cumplea?os, en un jard¨ªn de Londres. Est¨¢bamos excavando el terreno y de repente vimos un cad¨¢ver enrollado en una cortina. Me sorprendi¨®. Es una experiencia que no te imaginas¡±, rememora.
Tras aquel primer caso llegaron muchos m¨¢s, algunos de ellos muy conocidos, como la b¨²squeda de la ni?a brit¨¢nica Madeleine McCann, desaparecida en 2007 en Portugal, o la identificaci¨®n de los 72 fallecidos en el incendio de la Torre Grenfell, un edificio de viviendas sociales que ardi¨® en Londres en 2017 con sus habitantes dentro. ¡°Siempre digo que la arqueolog¨ªa es el mejor entrenamiento. Yo estaba estudiando restos humanos incinerados en ¨¦poca romana en Ibiza cuando hubo un doble homicidio en Inglaterra. Enterraron un coche con dos cuerpos quemados dentro. Menos mal que pude aplicar mi conocimiento arqueol¨®gico a los fragmentos ¨®seos que encontramos¡±, recuerda M¨¢rquez Grant, profesor del Instituto Forense de la Universidad de Cranfield, en Bedford (Reino Unido).
El arque¨®logo y antrop¨®logo forense se ha centrado en los ¨²ltimos a?os en tres conflictos: las dos guerras mundiales y la guerra civil espa?ola. En 2018, particip¨® en la excavaci¨®n de la Colina 80, un yacimiento belga bautizado la Pompeya de la Primera Guerra Mundial por su buen estado de conservaci¨®n. All¨ª aparecieron los restos de m¨¢s de 130 soldados, junto a sus objetos personales, como los peines con los que se acicalaron antes de caer tiroteados. ¡°Los soldados me afectan m¨¢s, porque son muy j¨®venes. A veces mor¨ªan a los 19 o 20 a?os. Iban voluntarios y en dos semanas estaban muertos¡±, explica el investigador.
M¨¢rquez Grant y otros colegas fundaron en 2016 el Equipo de Recuperaci¨®n e Identificaci¨®n de V¨ªctimas de Conflictos de la Universidad de Cranfield. Trabajan con discreci¨®n, muchas veces sin decir ni siquiera d¨®nde est¨¢n o a qui¨¦n buscan, para que sean los familiares de los ca¨ªdos en combate los primeros en saberlo. Unos 16 millones de estadounidenses lucharon en la Segunda Guerra Mundial y m¨¢s de 400.000 murieron. Oficialmente, todav¨ªa hay 72.000 desaparecidos. Y EE UU sigue busc¨¢ndolos. El equipo de M¨¢rquez Grant colabora con el Departamento de Defensa para ayudar a encontrarlos e identificarlos.
El arque¨®logo recuerda un caso especial. Hace tres a?os, su grupo fue en busca de los restos de un bombardero B-17 estadounidense estrellado en 1944 junto a Kimratshofen, hoy un tranquilo pueblo en el sur de Alemania. Un nonagenario del lugar todav¨ªa recordaba el lugar exacto de la ca¨ªda. ¡°En estos casos el problema es que el avi¨®n explotaba, porque iba cargado de bombas, y se formaba un cr¨¢ter gigante. A veces hay fragmentos humanos a cientos de metros. Lo m¨¢s bonito es encontrar uno de estos fragmentos y poder identificar a la persona¡±, explica M¨¢rquez Grant. En Kimratshofen apareci¨® un resto que est¨¢ siendo identificado por su ADN para ser enterrado con honores.
El investigador acude a veces a los funerales. En 2017 acompa?¨® a Alma Williams, de 80 a?os, en el entierro de su hermano Ronald, un soldado brit¨¢nico que muri¨® a los 22 a?os en una batalla contra los nazis en 1943, en Salerno (Italia). ¡°Yo era una ni?a de 6 a?os cuando nos quitaron a Ron, mi hermano mayor¡±, declar¨® Williams. Un grupo de historiadores encontr¨® los restos y M¨¢rquez Grant ayud¨® a identificarlos. ¡°Es maravilloso escribir este cap¨ªtulo final¡±, proclam¨® la hermana octogenaria, tras una b¨²squeda de 74 a?os.
El abuelo brit¨¢nico de M¨¢rquez Grant tambi¨¦n combati¨® contra los nazis en la batalla de Salerno en la Segunda Guerra Mundial. Y antes su bisabuelo hab¨ªa luchado contra los alemanes en la Primera Guerra Mundial. ¡°A m¨ª me da igual la nacionalidad. Si la gente necesita ayuda para recuperar los restos de sus familiares, all¨ª estar¨¦¡±, afirma el arque¨®logo.
El ¨²ltimo gran trabajo de M¨¢rquez Grant es la recuperaci¨®n, en una fosa de Almagro (Ciudad Real), de los restos de 26 fusilados por los golpistas en la guerra civil espa?ola. En agosto presentar¨¢ los resultados en un congreso en Ginebra (Suiza). Las autoridades de algunos pa¨ªses, como L¨ªbano, se inspiran en estas exhumaciones para dise?ar sus propios programas de recuperaci¨®n de los desaparecidos en sus guerras civiles. ¡°Abrir una fosa en un pueblo de una provincia espa?ola puede tener mucha resonancia a nivel internacional. Es como si los muertos ayudaran a otros muertos a identificarse. As¨ª lo quiero pensar yo¡±, expone el antrop¨®logo.
¡°Los esqueletos cuentan una historia que no se puede ver con otras fuentes¡±, afirma Nicol¨¢s M¨¢rquez Grant
El investigador tiene una espina clavada. Su abuela espa?ola muri¨® hace unas semanas, a los 98 a?os, sin saber que su nieto excavaba fosas de la Guerra Civil. ¡°Mi abuela perdi¨® a su hermano y a su padre fusilados. Cuando yo trabajaba en alguna fosa en Espa?a, le dec¨ªa que era un yacimiento romano. Mi familia pensaba que le habr¨ªa dado un ataque al coraz¨®n si hubiera sabido la verdad. Le remov¨ªa ese tema y nunca pude hablarlo con ella¡±, lamenta M¨¢rquez Grant, que ahora busca a su propio bisabuelo. ¡°Estoy intentando averiguar d¨®nde est¨¢. Creo que estar¨¢ en una fosa de Segura de Le¨®n, en Badajoz, de donde era mi abuela¡±.
Al antrop¨®logo le llama la atenci¨®n la diferencia entre los relatos heroicos que rodean a las guerras mundiales y el silencio en torno a las guerras civiles. Su equipo evita mostrar im¨¢genes de los esqueletos de los soldados brit¨¢nicos, con una especie de respeto a los h¨¦roes, pero la actitud cambia con los muertos de la guerra civil espa?ola, cuyas fotograf¨ªas dan la vuelta al mundo. ¡°Una compa?era dice que ha habido tanto silencio que, realmente, la historia de la Guerra Civil la cuentan los esqueletos. Las im¨¢genes tienen poder, tambi¨¦n en Guatemala y Argentina. Los esqueletos cuentan una historia que no se puede ver con otras fuentes¡±, argumenta el profesor.
¡°Recuerdo casi todos los casos en los que he trabajado. Todos te marcan de alguna manera¡±, se?ala M¨¢rquez Grant. El investigador rememora uno de los m¨¢s indignantes, el de Julia Pastrana, una mujer mexicana que muri¨® en 1860 a los 26 a?os. ¡°Era conocida como la mujer m¨¢s fea del mundo en el siglo XIX. Formaba parte de uno de aquellos circos decimon¨®nicos de freaks [personas con deformidades que eran exhibidas como si fueran monstruos]¡±, relata el antrop¨®logo.
Julia Pastrana simplemente sufr¨ªa una enfermedad muy rara, que hac¨ªa que estuviera cubierta de pelo, pero se hizo c¨¦lebre en su ¨¦poca, con apodos como la Dama Barbuda y la Mujer Mono. Incluso el naturalista ingl¨¦s Charles Darwin se refiri¨® a ella en un libro como ¡°una bailarina espa?ola que era extraordinariamente refinada, pero ten¨ªa una espesa barba masculina y una frente peluda. [...] Su cara parec¨ªa la de un gorila¡±.
Pastrana se cas¨® con su representante y muri¨® en Mosc¨² d¨ªas despu¨¦s de dar a luz a su primer hijo, que tambi¨¦n falleci¨®, afectado por la misma enfermedad. Los cuerpos de ambos fueron vendidos al cient¨ªfico ruso Ivan Sokolov, que los embalsam¨® en la Universidad de Mosc¨². El propio viudo, Theodore Lent, acab¨® haciendo negocio con los dos cad¨¢veres, expuestos y revendidos durante d¨¦cadas. En 1990, la prensa noruega anunci¨® que los restos de Julia Pastrana se encontraban en un dep¨®sito del Instituto de Medicina Forense de Oslo.
¡°Yo ayud¨¦ a presionar al Gobierno noruego para que repatriase el cuerpo a M¨¦xico¡±, recuerda M¨¢rquez Grant, reclutado por las autoridades mexicanas porque hab¨ªa publicado un manual legal sobre el tratamiento ¨¦tico de los restos humanos. El 7 de febrero de 2013, el investigador asisti¨® como testigo al sellado definitivo del ata¨²d de Julia Pastrana en Oslo antes de su repatriaci¨®n. Cara a cara con la mujer esclavizada en los circos decimon¨®nicos, M¨¢rquez Grant pidi¨® ver el resto de su cuerpo antes de firmar que todo estaba bien. ¡°Ten¨ªa unos zapatos con tornillos, porque despu¨¦s de fallecida estuvo expuesta de pie en una vitrina. Le quit¨¦ los zapatos. Menos mal que miramos los pies, porque no es digno tener as¨ª a una persona¡±, reflexiona el antrop¨®logo.
M¨¢rquez Grant, que trabaj¨® de manera voluntaria, recuerda que en M¨¦xico ¡ªun pa¨ªs con m¨¢s de 33.000 desaparecidos y en plena guerra contra el narcotr¨¢fico¡ª hubo una peque?a pol¨¦mica por dedicar dinero a recuperar un cad¨¢ver del siglo XIX. ¡°Lo que nos ense?a el caso de Julia Pastrana es que una persona nunca ser¨¢ olvidada, aunque hayan pasado 150 a?os. Siempre habr¨¢ alguien que querr¨¢ enterrarla dignamente. Yo creo que esa humanidad es el mensaje m¨¢s importante¡±, remacha el investigador.
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