Almagro abre la puerta del ¡°corral de los desgraciados¡±
El equipo Mapas de Memoria recupera los restos de 26 fusilados del franquismo en Ciudad Real
En la c¨¢rcel de Almagro (Ciudad Real), un hombre condenado a muerte escribe a los que le sobrevivir¨¢n. Se llama Santos Racionero, tiene 24 a?os y sabe que no cumplir¨¢ los 25, pero cuela mensajes de ¨¢nimo y mentiras piadosas ¡ª ¡°me encuentro bien¡±, ¡°no necesito tanta leche¡±, ¡°madre, ah¨®rrese esas caminatas¡¡±¡ª en peque?as cuartillas o papel de fumar que enrolla y esconde entre la ropa o la cacerola de comida que le lleva su hermana Josefa. As¨ª, cada d¨ªa, durante tres meses hasta la ma?ana del 9 de septiembre de 1939, cuando a ella le dicen que no hace falta que vuelva m¨¢s. Ocho d¨¦cadas despu¨¦s, Mar¨ªa Jos¨¦ Bautista, nieta de Josefa, muestra a EL PA?S ese tesoro de papel: casi un centenar de cartas diminutas redactadas por un joven desahuciado cuya ¨²nica preocupaci¨®n es que los suyos ¡°no tengan pena¡± y sepan que ¨¦l no les deja ¡°mancha¡± alguna.
¡°Esto es la historia de nuestra familia y de m¨ª pasar¨¢ a mis hijos para que no se olvide. Aqu¨ª hay mucho sufrimiento, mucho dolor¡±, explica Mar¨ªa Jos¨¦, emocion¨¢ndose ante esa correspondencia que Josefa custodi¨® con el cuidado con el que se guarda lo que va a dejarse en herencia. ¡°A mi abuela le rompieron la vida con 21 a?os. Desde ese momento fue una persona triste¡±. Los meses de septiembre no se pod¨ªa celebrar nada en aquella casa. ¡°Si la invitaban a una boda, por ejemplo¡±, explica su hijo Felipe, ¡°no iba¡±. ¡°Septiembre no exist¨ªa¡±.
No solo el dolor ha pasado de generaci¨®n en generaci¨®n, tambi¨¦n la admiraci¨®n, es decir, el amor. ¡°Mi abuela siempre dec¨ªa que una persona no muere mientras se le recuerda y como su hermano no tuvo descendencia tem¨ªa que lo olvid¨¢ramos. Pero aqu¨ª nos acordamos mucho de ¨¦l y sabemos que muri¨® por la libertad y por la democracia¡±, recuerda Mar¨ªa Jos¨¦, emocion¨¢ndose de nuevo al mostrar la foto de Santos que preside el sal¨®n de su casa.
Es ese sentimiento, que traspasa generaciones, que atraviesa a personas que no llegaron a conocer a las v¨ªctimas o que eran muy peque?as para poder recordar sus rasgos fuera de las fotograf¨ªas, lo que ha movido al equipo de Mapas de Memoria de la UNED, en colaboraci¨®n con la Diputaci¨®n de Ciudad Real, a documentar 53 fosas en la provincia. La de Almagro, conocida como el ¡°corral de los desgraciados¡±, es la primera de ellas que abren, gracias a una subvenci¨®n del Gobierno de 28.000 euros, con el grupo de antropolog¨ªa forense de la Universidad Complutense. Mar¨ªa Benito, directora de la excavaci¨®n, explica que llamaban as¨ª a este lugar porque los enterramientos est¨¢n en un anexo al cementerio donde eran arrojados ¡°los fusilados que no hab¨ªan confesado, las personas que se hab¨ªan suicidado y beb¨¦s sin bautizar¡±. ¡°Como estaba prohibido entrar¡±, a?ade, ¡°los familiares lanzaban flores¡±.
La exhumaci¨®n comenz¨® hace tres semanas, la investigaci¨®n hace diez a?os y el deseo de los familiares de recuperar los restos, en el mismo momento en que los mataron, ya terminada la guerra, en una provincia de retaguardia donde no hubo frente ni trincheras, solo denuncias y juicios sumar¨ªsimos donde las condenas a muerte se despachaban, algunos d¨ªas, de diez en diez.
Juli¨¢n L¨®pez, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa Social de la UNED, ha consultado cientos de ellos. ¡°Una pregunta recurrente en los juicios sumar¨ªsimos era: ¡®?Insultaba usted al ej¨¦rcito nacional?¡¯. Las condenas a pena de muerte llegaban a manos de Franco, que ten¨ªa la ¨²ltima palabra y aplicaba un criterio discrecional. Cuando empezamos a investigar sab¨ªamos de la existencia de 2.000 represaliados muertos en Ciudad Real. Ahora, tras consultar el Archivo Hist¨®rico de Defensa, registros civiles y expedientes penitenciarios, tenemos casi el doble¡±.
Jorge Moreno, antrop¨®logo y director de Mapas de Memoria, muestra el perfil de las v¨ªctimas de esta fosa: ¡°Ten¨ªan entre 24 y 56 a?os. Pertenec¨ªan a partidos como el PSOE o el PCE y a sindicatos como UGT o CNT. Son jornaleros, campesinos. Hay un sastre, un m¨¦dico, un alba?il...¡±. Terminada la Guerra Civil, continu¨® la represi¨®n, una bomba que no mataba, pero dispers¨® a los supervivientes. Los hijos eran separados y repartidos con otros familiares. Las viudas recorr¨ªan grandes distancias buscando trabajo para subsistir. ¡°La mayor¨ªa de los fusilados son hombres, pero ellas murieron en vida¡±, recuerda el antrop¨®logo Juli¨¢n L¨®pez.
Regina Robledo, que en junio cumple 86 a?os, visita la fosa por segunda vez. Este mi¨¦rcoles, acompa?ada de su marido y sus hijas, s¨ª se ha atrevido a entrar para ver c¨®mo los forenses recuperan, a m¨¢s de un metro de profundidad, los restos de 26 ejecutados en 1939, entre ellos, su padre, Emilio.
¡°Yo, cuando ven¨ªa, miraba por el agujerito¡±, relata Regina indicando un hueco en la pared del cuarto funerario. ¡°Mi madre nunca se atrevi¨® a venir. So?aba con mi padre, por las noches cre¨ªa que la llamaba... Esto le destroz¨® los nervios¡±, a?ade. Ha estado poco tiempo frente a la fosa porque ver los huesos, los cr¨¢neos agujereados por arma de fuego, los zapatos y botones... ¡°impresiona¡±, pero no hay una sonrisa m¨¢s grande que la suya en Almagro cuando Mar¨ªa Benito le pide que abra la boca para extraer la muestra de ADN que permitir¨¢ identificar a Emilio Robledo, jornalero, fusilado en noviembre de 1939, a los 35 a?os, y darle una sepultura digna. ¡°Gracias, gracias, gracias¡±, repite Regina. Ella ten¨ªa apenas cuatro a?os cuando mataron a su padre y fue su madre quien le cont¨® c¨®mo fue su detenci¨®n ¡ª ¡°Dieron una patada en la puerta. Yo me agarr¨¦ a la pata de sus pantalones...¡±¡ª y las duras condiciones de la prisi¨®n en la que estuvo siete meses esperando la muerte ¡ª¡±Le pegaban mucho...¡±¡ª.
Scotland Yard-Almagro
¡°Me parezco, ?a que s¨ª?¡±, pregunta, se?alando a Emilio en el mural de fotos de los ejecutados que el equipo ha colocado en la entrada de la excavaci¨®n. Al principio muchas eran siluetas con el nombre. A medida que localizaban a las familias de las v¨ªctimas, el equipo las sustituy¨® por sus rostros. Antes de iniciar la exhumaci¨®n, pusieron anuncios en medios de comunicaci¨®n de la zona, redes sociales y en el registro civil para encontrarlas. El pasado viernes localizaron a una m¨¢s, la de Leoncio Cazallas, concejal del PSOE fusilado a los 52 a?os. Su foto ya ha sustituido a la silueta.
Nicholas M¨¢rquez-Grant, arque¨®logo y antrop¨®logo forense de la Universidad de Cranfield, ha trabajado en fosas de las dos guerras mundiales y colabora con Scotland Yard en cr¨ªmenes del presente, pero en Almagro, explica, es imposible no emocionarse. ¡°Estamos en contacto permanente con las familias de las v¨ªctimas, que vienen a contarnos su historia. Nuestro objetivo no solo es recuperar restos enterrados clandestinamente, sino recordar qui¨¦nes eran y devolverles su dignidad, que dejen de estar abandonados¡±.
Forenses y antrop¨®logos trabajan juntos en todo el proceso. ¡°Nosotros de fosa hacia arriba¡±, explica el investigador Jorge Moreno, ¡°y ellos de fosa para abajo¡±. Por las noches cenan juntos e intercambian avances y sensaciones. Toda esa informaci¨®n la comparten, adem¨¢s, en charlas en institutos para que los chavales conozcan esa parte de la historia que no sale en los libros de texto.
Canje con el cura para desenterrar a una de las v¨ªctimas
Uno de los enterrados en el ¡°corral de los desgraciados¡±, Alberto L¨®pez, maestro, ya no est¨¢ en la fosa. En octubre de 1964, su hijo Luis hizo un trato con el cura para que le dejara exhumar los restos a cambio de pintar un cuadro de San Bartolom¨¦ para la iglesia. Ya falleci¨®, pero en 2017 habl¨® con en antrop¨®logo Jorge Moreno. ¡°Para m¨ª era una obsesi¨®n. No hay un d¨ªa que no me acuerde de mi padre¡±, le cont¨®. Ten¨ªa 14 a?os cuando le mataron. La familia escribi¨® a Franco para que conmutara la pena de muerte, pero la carta no lleg¨® a enviarse porque la madre de Luis fue detenida. ¡°La v¨ªspera de que le mataran fue a verle. El carcelero, que antes de la guerra vend¨ªa sand¨ªas, les dijo con sa?a: ¡®ma?ana segu¨ªs¡¯, sabiendo que ¡®ma?ana¡¯ para mi padre ya no exist¨ªa¡±.
Aquel octubre de 1964, tras una hora cavando, Luis encontr¨® a su padre en la caja que sus t¨ªos hab¨ªan enviado 25 a?os antes. ¡°Fue horrible. Sac¨¢bamos cr¨¢neos con tiros. ?l llevaba el guardapolvo caqui que usaba para dar clase. Ahora est¨¢ en un nicho del cementerio con su nombre y apellidos¡±.
La investigaci¨®n para saber qu¨¦ fue de aquellas familias les ha llevado de Ciudad Real a Barcelona, Madrid, Valencia, Ja¨¦n¡ Desde esta ¨²ltima ciudad, Lucrecio de Pradas relata por tel¨¦fono a EL PA?S: ¡°Mi padre ten¨ªa diez meses cuando mataron al suyo, y me puso su nombre en su honor. ?l y mi abuela apenas hablaban de la guerra por temor a represalias, pero cuando cumpl¨ª los 18, mi t¨ªa, que estuvo presente en el fusilamiento, me dijo: ¡®No quiero morirme sin que sepas la verdad y por qu¨¦ te llamas como te llamas¡¯. Lo hab¨ªa denunciado un familiar, por envidias. Luego se arrepinti¨® e intent¨® pararlo todo, pero no le hicieron caso. Fueron a detenerle a casa de su suegra y ella muri¨® ese mismo d¨ªa de un infarto¡±.
La familia intent¨® llevarse el cuerpo de Lucrecio Pradas, fusilado el 25 de octubre de 1939, pero no les dejaron y fue enterrado en la fosa. ¡°Hace 20 a?os fui por primera vez all¨ª y hab¨ªa hierbas de un metro. Desde entonces, al menos una vez al a?o, iba a llevar siete rosas, una por cada nieto¡±, explica Lucrecio. La semana pasada visit¨® la exhumaci¨®n. ¡°Se ve¨ªan los tiros y cada vez que lo pienso me emociono, pero llevo su nombre con mucho orgullo y para m¨ª es una alegr¨ªa poder enterrarle dignamente¡±.
¡°Ya estamos aqu¨ª. Ya venimos a por vosotros¡±, dijo Jos¨¦ Barrios, el primer familiar que autoriz¨® la exhumaci¨®n, al llegar a la fosa abierta. Est¨¢ muy contento, pero a¨²n le dura el disgusto de un hombre que se acerc¨® estos d¨ªas a curiosear y ante los huesos dijo: ¡°Algo habr¨ªan hecho¡±. ¡°Todo el mundo tiene derecho a una sepultura digna¡±, le replica hoy. ¡°A nadie, sea de la ideolog¨ªa que sea, le tiene que parecer mal que los familiares tengamos a nuestros muertos en las condiciones que nosotros estimemos, no con m¨¢s dignidad que otros, con la misma¡±.
A la fosa acude todos los d¨ªas un hombre llamado Hip¨®lito. Un derrame hizo que perdiera memoria y desde entonces por miedo a olvidarse de sus muertos acude cada ma?ana al cementerio. Ahora, cuando termina, visita a los t¨¦cnicos de la exhumaci¨®n para ver si hay alg¨²n avance en el rescate de esos 26 hombres. ¡°Me parece muy bien que se haga esto, que se sepa lo que pas¨®¡±. Su t¨ªo, cuenta, muri¨® en el campo de concentraci¨®n de Auschwitz. ¡°No se lo merec¨ªan¡±, repite, refiri¨¦ndose a todos.
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