Somos un poco ratas
Este roedor es s¨ªmbolo de mugre, gula, decadencia y malicia, pero si algo podemos aprender de nuestra relaci¨®n con ellos, es que no son tan diferentes a nosotros. A veces, los polos del mismo signo tambi¨¦n se atraen
Los humanos somos un poco ratas. No estoy llamando a nadie taca?o; el significado de la frase es literal. Desde hace milenios, humanos y ratas hemos tenido una relaci¨®n muy estrecha y no es por casualidad. Enseguida se instalaron en nuestras ciudades, las hemos elegido como modelo en investigaci¨®n y hasta hay quien las tiene como mascota. En antrozoolog¨ªa, la ciencia que analiza las interacciones del ser humano con los animales, toda relaci¨®n tiene una explicaci¨®n. En este caso, se debe en gran parte a que nos parecemos. Como dice el refr¨¢n, ¡°dime con qui¨¦n vas y te dir¨¦ qui¨¦n eres¡±.
Lo primero que debemos aclarar es a qu¨¦ nos referimos por rata. Hay muchas especies de animales que podr¨ªan entrar dentro de esta categor¨ªa, pero las que han convivido con la humanidad son fundamentalmente dos: la rata negra (Rattus rattus) y la rata parda (Rattus norvegicus). Sobre todo, se distinguen por el tama?o. Si es una rata grande que vaga por las alcantarillas, probablemente se trate de una parda, pero si es m¨¢s peque?a y corretea entre las tejas de una casa, es probable que sea una rata negra.
Toda relaci¨®n tiene un primer encuentro, un comienzo. Los Homo sapiens y las ratas no provenimos del mismo sitio: nosotros venimos de ?frica y ellas del sudeste asi¨¢tico. As¨ª que tuvimos que explorar nuevos territorios para encontrarnos con ellas. Pronto, estos roedores descubrieron que la vida con nosotros era mejor, y se instalaron en las ciudades sin nuestro consentimiento. A partir de entonces, ya no se separaron de nosotros y nos siguieron en nuestras migraciones, colonizando el resto del mundo. En 2017, un estudio a gran escala analiz¨® los genes de 110 ratas pardas de todo el mundo y averigu¨® que llegaron a Europa hace 1.800 a?os.
Los humanos somos una especie muy flexible, preparada para vivir en ambientes diferentes, desde el desierto hasta los rincones m¨¢s g¨¦lidos. Ser capaces de seguirnos no es algo que cualquier especie pueda hacer. Al igual que nosotros, las ratas se adaptan a lo que haga falta y, como especie invasora que son, cuando llegan a un nuevo lugar extinguen a las especies aut¨®ctonas de la zona.
Parte de su ¨¦xito se debe a que comen de todo. Tienen una dieta omn¨ªvora y por eso, se sienten tan c¨®modas entre nuestra basura. Tanto peladuras de fruta como restos de pescado, todo lo devoran con avaricia. Aqu¨ª encontramos la fuente de la primera discordia: competimos por los recursos, as¨ª que el conflicto es inevitable. Nos destrozan los cultivos y los graneros comi¨¦ndose lo que consideramos nuestro. Adem¨¢s, se convirtieron en un importante transmisor de enfermedades. No hay m¨¢s que recordar la gran tragedia que supuso la famosa peste negra, que durante el siglo XIV mat¨® a m¨¢s de un tercio de la poblaci¨®n de Europa. Esta es una enfermedad de roedores producida por una bacteria (Yersenia pestis) que puede pasar a las personas a trav¨¦s de las pulgas. De esta misma manera se transmite el tifus, causado por otra bacteria (Rickettsia typhy), que tuvo mucho que ver en la derrota de Napole¨®n durante su invasi¨®n a Rusia en 1812. Claramente, las ratas han afectado al curso de la historia.
A pesar de nuestros esfuerzos para erradicarlas, las ratas siguen en nuestras ciudades. Las autoridades de Nueva York llevan 355 a?os luchando contra ellas en vano, porque son animales muy inteligentes que aprenden a evitar el veneno y las trampas. Desesperados, en 2017 los neoyorquinos se gastaron 32 millones de d¨®lares (casi 30 millones de euros) en un plan especial para erradicarlas, pero la poblaci¨®n sigue creciendo. El problema es que, aunque consigan matar al 90%, los programas de exterminio no sirven de nada dado que las ratas se reproducen muy r¨¢pidamente. Especialmente si tienen comida de sobra, porque hay menos competencia. Estas derrotas suponen una cura de humildad que nos recuerda que no tenemos el control del mundo.
A mediados del siglo XIX, nuestra relaci¨®n con las ratas se volvi¨® m¨¢s compleja. Ya no solo nos complicaban la existencia, tambi¨¦n empezaron a salvar millones de vidas. Fue el primer animal domesticado para fines cient¨ªficos. Resultaron id¨®neas porque estaban a mano en nuestras ciudades y se reproduc¨ªan r¨¢pido. Sin embargo, no hubieran sido un modelo ¨²til de no ser por su parecido con nosotros.
Los roedores son el grupo m¨¢s grande dentro de la clase de los mam¨ªferos, lo que los convierte en buenos representantes. Aunque parezcan diferentes a primera vista, gran parte de lo que sucede detr¨¢s de la cortina, fisiol¨®gicamente, es muy similar. A su vez, los humanos somos el primate m¨¢s inteligente y la perspicacia intelectual de las ratas contin¨²a asombrando a los cient¨ªficos. Aunque en los ¨²ltimos a?os otra especie, el rat¨®n de laboratorio, la ha ido sustituyendo en ¨¢mbitos como la investigaci¨®n biom¨¦dica, la rata sigue siendo la reina en el campo de la psicolog¨ªa y la cognici¨®n. Resulta que sus conexiones cerebrales son sorprendentemente parecidas a las nuestras.
A¨²n debemos comentar una ¨²ltima similitud fundamental, por la que se les ha abierto la puerta voluntariamente en algunos hogares: son extremadamente sociales. Tienen una gran empat¨ªa y pueden formar v¨ªnculos incluso con nosotros, los humanos. A pesar de lo que muchos piensan, las ratas son muy limpias y pasan gran parte del d¨ªa acical¨¢ndose. Aprenden trucos como los perros y si las entrenas, acuden a tu encuentro cuando las llamas por su nombre. A pesar de la mala fama, todas estas cualidades est¨¢n haciendo que cada vez sean m¨¢s populares como animal de compa?¨ªa.
No es extra?o que encontremos parecidos entre un primate y un roedor dado que, al fin y al cabo, la evoluci¨®n est¨¢ llena de convergencias. Los murci¨¦lagos y p¨¢jaros vuelan por el cielo, los delfines y tiburones se han hecho al agua y los humanos y ratas a las ciudades. Con su larga cola, hocico puntiagudo y ojos peque?os, no nos sentimos precisamente identificados con ellas, pero no hay que juzgar a un libro por la portada: lo importante de la rata est¨¢ en el interior.
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