Gu¨ªa para extraterrestres: c¨®mo interpretar los mensajes enviados en las ¡®Pioneer¡¯ y ¡®Voyager¡¯
Cuatro sondas planetarias lanzadas en la d¨¦cada de 1970 llevan informaci¨®n sobre la Tierra por si en el muy lejano futuro caen en manos de alguna civilizaci¨®n extraterrestre
Muchos saben que la sonda Voyager 2, que acaba de volver a la actualidad por perder su conexi¨®n con la Tierra, transporta en su interior un mensaje para alien¨ªgenas, que en los ¨²ltimos d¨ªas han recibido mucha atenci¨®n tras las declaraciones de un confidente en el Congreso de EE UU que asegur¨® que el Pent¨¢gono esconde ¡°restos no humanos¡± de origen extraterrestre. Lo que no es tan sabido es que un total de cuatro sondas planetarias lanzadas en la d¨¦cada de 1970 llevan mensajes por si en el muy lejano futuro caen en manos de alguna civilizaci¨®n extraterrestre. Fue una idea original de Eric Burgess, un consultor brit¨¢nico que se la sugiri¨® a Carl Sagan y Frank Drake, de la Planetary Society. Fueron ellos dos los autores del dise?o b¨¢sico de la primera postal enviada a nuestros vecinos, explic¨¢ndoles c¨®mo somos y lo que hacemos. Los mensajes iniciales consist¨ªan en dos placas id¨¦nticas sujetas a los costados de las sondas Pioneer 10 y 11. Iban dirigidas hacia J¨²piter, aunque aprovechando una carambola c¨®smica, el Pioneer 11 visit¨® tambi¨¦n Saturno. Esas dos naves fueron los primeros objetos en alcanzar la velocidad para escapar del Sol y adentrarse en el espacio interplanetario.
Para nosotros, el significado de algunos elementos de la placa son obvios. Las dos figuras humanas, por ejemplo. Basadas ¡ªmuy libremente¡ª en esculturas griegas y dise?os de Leonardo, fueron bastante criticadas en su d¨ªa. Por un lado, la mezcla de rasgos multirraciales y, sobre todo, la censura que un departamento de la NASA impuso al considerar el personaje femenino demasiado expl¨ªcito. Tambi¨¦n ¡ªse dijo¡ª un extraterrestre dif¨ªcilmente podr¨ªa interpretar el gesto amistoso de la mano alzada. Pero, por lo menos, eso permit¨ªa exponer los cinco dedos, con el pulgar oponible.
La referencia m¨¢s importante son los dos c¨ªrculos de la esquina superior izquierda. Representa un ¨¢tomo de hidr¨®geno en sus dos estados: con el electr¨®n en sus niveles de energ¨ªa superior e inferior. Al producirse ese salto, el ¨¢tomo emite una radiaci¨®n caracter¨ªstica de 21 cent¨ªmetros de longitud de onda, la m¨¢s abundante en el universo. Un alien deber¨ªa conocerla. Entre los dos ¨¢tomos, una raya vertical indica un ¡°uno¡± binario. 21 cent¨ªmetros ser¨¢ la unidad para medir el resto de figuras.
A la derecha de la mujer, dos trazos indican su altura y entre ellos, el n¨²mero binario 1000 (un guion horizontal y tres verticales, o sea, 8 en decimal). Ocho veces 21 cent¨ªmetros corresponden a 1¡ä68 metros. El hombre es un poco m¨¢s alto. Detr¨¢s, esquem¨¢ticamente, el perfil del Pioneer, a la misma escala. En el margen inferior, un esquema del Sistema Solar, incluido Plut¨®n, que todav¨ªa era un planeta. Se indican la trayectoria que sigui¨® la nave, destacando la maniobra de asistencia gravitatoria al pasar por J¨²piter, que es lo que le imparti¨® la velocidad de escape. Su antena apunta hacia el tercer circulito: la Tierra.
Junto a cada planeta, un n¨²mero en base 2 da su distancia al Sol. La unidad de escala aqu¨ª no es la radiaci¨®n del hidr¨®geno, sino la d¨¦cima parte de la distancia de Mercurio. Sobre ¨¦l aparece el binario 1010, o sea 10. Plut¨®n est¨¢ a 1111111100 veces m¨¢s lejos. Si los aliens son capaces de descifrar este enigma, sin duda ser¨¢n muy inteligentes.
?Y d¨®nde estamos nosotros? La clave la da la estrella de trazos a la izquierda de las dos figuras. La raya horizontal m¨¢s larga sugiere la distancia del Sol al centro de la galaxia. Las otras catorce muestran las direcciones de otros tantos pulsars, una especie de faros c¨®smicos caracterizados por sus regulares y r¨¢pidos destellos. Los largos n¨²meros binarios indican el periodo de cada uno (otra vez, tomando la transici¨®n del hidr¨®geno como unidad). Como la placa era plana, la tercera dimensi¨®n la da la longitud de la l¨ªnea, proporcional a la altura del pulsar sobre el plano gal¨¢ctico. Con esta informaci¨®n, cualquier extraterrestre podr¨ªa triangular y deducir la situaci¨®n del Sol entre los millones de estrellas de la V¨ªa L¨¢ctea. Una tarea trivial, sin duda, o al menos as¨ª lo cre¨ªan sus autores.
Pocos a?os despu¨¦s de los Pioneer, las dos sondas Voyager llevaron a bordo un mensaje mucho m¨¢s sofisticado: un disco similar a un vinilo, acompa?ado de una c¨¢psula para poder reproducirlo. Al igual que la placa, iba recubierto por una delgada capa de oro que deb¨ªa protegerlo durante los eones que pudiera durar su viaje.
El disco conten¨ªa fotos y sonidos: im¨¢genes de la Tierra, tanto desde ¨®rbita como de paisajes, fauna y flora. L¨¢minas de anatom¨ªa humana, mapamundis mostrando la deriva continental, la ¨®pera de Sidney y el Golde Gate (debidamente anotado en binario para indicar su longitud), bailarinas de Bali, el edificio de la ONU (de d¨ªa e iluminado de noche), el Taj Mahal, un supermercado, una llegada de los 100 metros lisos, Jane Goodall con sus chimpanc¨¦s, una p¨¢gina de los Principia de Newton y la partitura de una Cavatina de Beethoven.
En total, 116 im¨¢genes. Una de ellas (la n¨²mero 78), que mostraba un buceador y un pez, nunca se pudo publicar por no haber llegado a un acuerdo con el autor acerca de la cuesti¨®n de derechos. A su manera, esa ausencia tambi¨¦n aporta interesantes reflexiones sobre nuestra sociedad.
La secci¨®n de audio la integraban saludos en cincuenta idiomas, desde el antiguo sumerio (que solo hablan un par de cientos de acad¨¦micos) hasta mandar¨ªn o telugu, propio del centro de la India. En cambio, no estaba el swahili; el locutor que deb¨ªa participar olvid¨® la cita y no se present¨® en la sesi¨®n de grabaci¨®n.
Otras grabaciones plantear¨¢n problemas de interpretaci¨®n a cualquier extraterrestre: la erupci¨®n de un volc¨¢n, grillos y ranas, pitidos Morse, el golpear dos piedras de s¨ªlex, la sirena de un barco o el suave sonido de un beso. Y tambi¨¦n la onda de un electroencefalograma en plena meditaci¨®n. Quiz¨¢ ¡ªse dec¨ªa¡ª, una civilizaci¨®n suficientemente avanzada podr¨¢ interpretarlo y leer nuestros pensamientos.
Ya hab¨ªa un apartado de m¨²sica: tres piezas de Bach (hubo quien propuso incluir su obra completa, pero la idea se descart¨® porque ¡°hubiese sido presumir¡±). Y muestras orquestales de Java, canciones de iniciaci¨®n de los pigmeos, mariachis, un blues de Louis Armstrong y el Johnny B. Good de Chuck Berry; el aria de la Reina de la Noche de Mozart, el primer movimiento de la Quinta sinfon¨ªa de Beethoven junto con cantos navajos, flautas peruanas o un fragmento de la Consagraci¨®n de la Primavera de Stravinsky. Deber¨ªa haberse incluido Here comes the Sun, de los Beatles, pero la discogr¨¢fica que pose¨ªa los derechos neg¨® su autorizaci¨®n.
Las instrucciones sobre c¨®mo reproducir el disco iba grabada en su superficie: como en los Pioneer, mostraban la escala basada en las transiciones del ¨¢tomo de hidr¨®geno y el mapa de pulsars. Adem¨¢s, una vista del disco en planta y perfil, con la c¨¢psula instalada sobre ¨¦l. En binario, la velocidad (3¡ä6 segundos por vuelta, o sea, 16 rpm) y una muestra de las se?ales que deb¨ªa generar, as¨ª como la duraci¨®n de cada imagen (8 milisegundos). Por ¨²ltimo, dos rect¨¢ngulos presentaban un esquema del barrido electr¨®nico en la pantalla (que deb¨ªan proporcionar los extraterrestres) y, si todo iba bien, la primera imagen de calibraci¨®n: un c¨ªrculo perfecto.
El Voyager 1 pasar¨¢ cerca de la estrella Gliese 445 dentro de 44.000 a?os; su gemelo, a un par de a?os luz de Ross 248, en 33.000 a?os. Si ah¨ª no los recoge nadie, continuar¨¢n su viaje. Las estad¨ªsticas sugieren que cada 50.000 a?os deber¨ªan aproximarse a una u otra estrella antes de perderse en el enjambre de la V¨ªa L¨¢ctea.
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