C¨®mo evitar el estornudo que puede llevar vida a Marte
Los protocolos de protecci¨®n planetaria pretenden proteger los cuerpos del sistema solar de ser contaminados por vida terrestre
Un simple estornudo humano puede dispersar del orden de un mill¨®n de microbios. Es cierto que son simples organismos biol¨®gicos que solo podemos ver con la ayuda de un microscopio. Pero est¨¢n vivos. Normalmente, no viajan demasiado: de nuestros interiores a un pa?uelo. Aunque si tienen un buen d¨ªa y no nos da tiempo a cubrirnos pueden acabar en la mesa del compa?ero de despacho o en la calva del se?or que va sentado delante en el autob¨²s. Existe tambi¨¦n la posibilidad, remota, de que puedan hacer un viaje incre¨ªble, pero factible, mucho m¨¢s lejano, hasta la superficie de Marte o de Europa. Y pueden llegar all¨ª, si no lo han hecho ya, antes que los humanos. Solo tendr¨ªan que ser tan afortunados de estar en la boca, por ejemplo, de una ingeniera aeron¨¢utica trabajando en una misi¨®n espacial.
Hay muchas cosas de los microbios que antes no sab¨ªamos. Ahora tenemos constancia a partir de su estudio en la Tierra que existen unos organismos conocidos con el nombre global de extrem¨®filos que son capaces de vivir y sobrevivir en condiciones intolerables o incluso letales para la mayor¨ªa de las formas de vida.
A?os de estudio en astrobiolog¨ªa han probado tambi¨¦n los efectos del espacio exterior en la supervivencia de microorganismos terrestres: algunos son capaces de soportar las temperaturas extremas, el impacto continuo de micrometeoritos y los altos niveles de radiaci¨®n que existen fuera de nuestra atm¨®sfera. Mediante experimentos que tienen como objetivo no solo torturar a estos peque?os ¡°bichitos¡± para ver hasta donde aguantan (a los pobres tard¨ªgrados se les ha hecho de todo y sobreviven a casi todo aunque quiz¨¢ no a un impacto con la superficie de la Luna), sino que de la resistencia microbiana al espacio podemos aprender mucho acerca de la vida m¨¢s all¨¢ de la Tierra y utilizar ese conocimiento para futuras misiones de exploraci¨®n.
Los primeros cohetes y la misi¨®n Apolo 16 demostraron, por ejemplo, que esporas bacterianas pod¨ªan sobrevivir a las condiciones del espacio profundo y experimentos posteriores corroboran que pueden hacerlo incluso durante mucho tiempo, desde un a?o (LDEF; Long Duration Exposure Facility de la NASA) hasta 6 (EURECA; EUropean REtrievable Carrier de la ESA). La supervivencia de una variedad de microbios tolerantes a la desecaci¨®n y a la radiaci¨®n en condiciones similares a las de Marte se ha probado en el experimento EXPOSE que la ESA instal¨® como parte del European technology exposure facility (EuTEF) en el exterior de la Estaci¨®n Espacial Internacional. Adem¨¢s, su reactivaci¨®n tras el regreso a la Tierra, su capacidad para resucitar por as¨ª decirlo, sugiere que son capaces de reparar el da?o acumulado en su ADN.
La cuesti¨®n que tenemos entre manos hoy es que si estos microorganismos son capaces de mantenerse vivos en el espacio tienen entonces el potencial de contaminar otros cuerpos celestes y eso implica que dadas las condiciones adecuadas en la superficie de otro planeta tambi¨¦n tendr¨ªan la posibilidad de resucitar y proliferar. Evitar precisamente esto es uno de los motivos principales por el que se han desarrollado los protocolos de protecci¨®n planetaria a trav¨¦s de una organizaci¨®n internacional llamada COSPAR (Committee on Space Research por sus siglas en ingl¨¦s).
Casi todas las naciones con un programa espacial activo han firmado un tratado que con criterios b¨¢sicos basados en d¨®nde vas (Marte, la Luna, un asteroide, o de vuelta a la Tierra) y qu¨¦ vas a hacer (no es lo mismo pasar de largo, que orbitar o posarse en superficie) asigna categor¨ªas espec¨ªficas dependiendo del riesgo de contaminaci¨®n. Y eso se extiende a la posibilidad de contaminar nuestro planeta con alg¨²n esp¨¦cimen biol¨®gico tra¨ªdo de fuera.
As¨ª todas las misiones que viajan a un cuerpo del sistema solar son asignadas a una de cinco categor¨ªas, del uno al cinco, con riesgo creciente. Por poner un ejemplo se permiten 300.000 microbios en despegue a una misi¨®n a Marte y se asume que cuando lleguen van a ser biol¨®gicamente inertes. Pero en determinadas regiones de Marte se permiten muchas part¨ªculas menos. Por poner estos n¨²meros en perspectiva, una habitaci¨®n sin filtrar contiene 1.000 millones de part¨ªculas por metro c¨²bico y una habitaci¨®n limpia como aquellas en las que se trabaja en las misiones espaciales tiene est¨¢ndares de 100.000 o menos part¨ªculas por metro c¨²bico de aire (esto es con tama?os de 0,1 micras o m¨¢s grandes).
El objetivo principal de los protocolos de protecci¨®n planetaria es reducir, ya que eliminar completamente es muy dif¨ªcil, la posibilidad de llevarnos vida en misiones de exploraci¨®n a otros cuerpos del sistema solar. Ser¨ªa un tremendo fiasco hacer un viaje de millones de millones de kil¨®metros hasta la superficie de otro cuerpo celeste para detectar, por casualidad, la vida que nos trajimos de casa.
Vac¨ªo C¨®smico es una secci¨®n en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista cient¨ªfico sino tambi¨¦n filos¨®fico, social y econ¨®mico. El nombre ¡°vac¨ªo c¨®smico¡± hace referencia al hecho de que el universo es y est¨¢, en su mayor parte, vac¨ªo, con menos de un ¨¢tomo por metro c¨²bico, a pesar de que en nuestro entorno, parad¨®jicamente, hay quintillones de ¨¢tomos por metro c¨²bico, lo que invita a una reflexi¨®n sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La secci¨®n la integran Pablo G. P¨¦rez Gonz¨¢lez, investigador del Centro de Astrobiolog¨ªa y Eva Villaver, investigadora del Centro de Astrobiolog¨ªa.
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