Pagaron 600.000 euros por unas casas que el Supremo ha ordenado derribar: ¡°Es un mazazo¡±
Los vecinos de El Gordo se oponen a la demolici¨®n del resort de la isla de Valdeca?as. Los ecologistas piden medidas compensatorias para los municipios afectados
Las desiertas calles de El Gordo, un peque?o pueblo de 380 habitantes de C¨¢ceres, antesala de la urbanizaci¨®n de lujo Marina Isla de Valdeca?as, se animan algo los viernes por la tarde. Empieza el fin de semana y se nota movimiento por su calle principal, en sus bares, en la farmacia, en la tienda de productos gourmet que abri¨® hace dos meses, en un negocio de decoraci¨®n o en el supermercado. El municipio no quiere perder ese soplo de vida, que los vecinos atribuyen directamente a la influencia del complejo tur¨ªstico y sus moradores. Por eso nadie parece estar de acuerdo con que el resort se derribe por completo como acord¨® el Tribunal Supremo la semana pasada dando la raz¨®n a los ecologistas. Los vecinos califican la decisi¨®n de demoler los 185 chal¨¦s, el hotel, el campo de golf de 18 hoyos, las piscinas y todas las instalaciones existentes de ¡°delirante, incomprensible, una aberraci¨®n que traer¨¢ la ruina a la zona¡±. Todav¨ªa queda por conocer la sentencia completa y c¨®mo continuar¨¢ la batalla legal, porque la Junta de Extremadura ya ha anunciado que prev¨¦ ir al Constitucional.
Poco importa a los habitantes de la zona a estas alturas, tras a?os de convivir con la urbanizaci¨®n, que no se pudiera construir en las 135 hect¨¢reas de isla rodeada por el pantano de Valdeca?as y que el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura declarara el proyecto nulo en 2011. El complejo se levant¨® en terreno protegido medioambientalmente con los permisos del Gobierno extreme?o, que lo declar¨® proyecto de inter¨¦s regional para esquivar los problemas legales. ¡°?Qu¨¦ es lo que hab¨ªa ah¨ª antes a proteger? Nada, un lugar donde se tiraban escombros. Ahora est¨¢ cuidado y nos da ingresos¡±, resume Jos¨¦ Bravo, due?o del bar El oasis del lobo, un sentir generalizado en la localidad. En el establecimiento desayuna Javier Mart¨ªn, repartidor de cerveza, que a sus 27 a?os solo ha conocido la isla urbanizada y no concibe que desaparezca, porque ¡°viene gente de la capital, los fines de semana, a veranear¡±. Su pr¨®xima parada en la ruta de reparto: el hotel del complejo.
?ngel Pedro Mart¨ªnez, alcalde de El Berrocalejo, el otro pueblo que cuenta con terrenos en la isla, pensaba que con el trabajo que generara el complejo iban a recuperar algo de lo que les quit¨® el pantano. ¡°Antes de que se creara el embalse [Franco lo inaugur¨® en 1965] ¨¦ramos 1.150 vecinos, pero al inundarse todo hubo que emigrar¡±, explica. Ahora son 100 habitantes censados. ¡°Si derriban las instalaciones, los empleos que se generan aqu¨ª y en los alrededores se acaban. El pantano nos golpear¨¢ dos veces¡±, se?ala. Paco Segura, portavoz de Ecologistas en Acci¨®n, sostiene que ¡°no se puede fomentar el empleo bas¨¢ndose en una ilegalidad, lo que deben poner en marcha es un buen desarrollo de la zona¡±. Los conservacionistas exigen a la Junta de Extremadura que ¡°pida disculpas por su nefasta y cuasi prevaricadora gesti¨®n de este asunto y atienda de forma especial a los habitantes de los municipios afectados¡± con medidas de compensaci¨®n.
En una terraza del centro de El Gordo, los propietarios de dos chal¨¦s de la isla est¨¢n de sobremesa. Han llegado de Madrid ¨Dla mayor parte de las casas son segundas residencias¨D para pasar el fin de semana. ¡°Es un mazazo, estamos pagando hipotecas y una comunidad de m¨¢s de 600 euros al mes, porque al no construirse las viviendas previstas ese importe subi¨®¡±, comenta Jacobo Vargas. Ellos compraron al principio y est¨¢n ¡°muy cansados e indignados¡±. Llega un tercer amigo que explica que ¨¦l se enamor¨® del entorno y que quiere seguir aqu¨ª. El proyecto, enfocado al lujo, se vendi¨® sin problemas. Lo ten¨ªa todo: golf, agua y a una hora y media de Madrid. Pagaron unos 600.000 euros por unas casas que en ese momento atrajeron a famosos, directivos de bancos, futbolistas..., y que ahora se han devaluado completamente. ¡°Mala inversi¨®n¡±, reflexiona uno de los propietarios.
Daniel Collado conoce bien las instalaciones y a sus residentes. Regent¨® el chiringuito del resort y el club social durante 10 a?os hasta hace dos semanas cuando finaliz¨® la concesi¨®n. Aunque no se la renovaron, Collado, que se dedica tambi¨¦n a la organizaci¨®n de eventos, considera que la isla es imprescindible para la zona. ¡°Aqu¨ª no hay cajero, ni m¨¦dico y lo poco que tenemos nos lo quieren quitar¡±, reflexiona. La incertidumbre de a?os de no saber si ¡°lo tiran o no lo tiran, impide echar ra¨ªces, estar tranquilo¡±, comenta a la puerta de su vivienda desde la que ve, al otro lado de la calle, el colegio de su hijo. Lleva 11 a?os en el pueblo. Su abuela emigr¨® a Madrid para que sus tres hijos pudieran estudiar, y finalmente ha sido su nieto el que volvi¨®. Y quiere quedarse.
La pregunta para muchos, incluidos Ecologistas en Acci¨®n, es por qu¨¦ no se par¨® la construcci¨®n al principio. Ellos, junto a Adenex, lo denunciaron en 2007 cuando empezaron, e incluso consiguieron que el Tribunal Superior de Justicia de Extremadura paralizara las obras en 2011. Sin embargo, para que se aplicara esa suspensi¨®n, el tribunal ped¨ªa como medida cautelar a la ONG que pagara una fianza de 41 millones. Una cantidad de dinero imposible de reunir para los conservacionistas. Pero una vez llegados a este punto, si no se demoliera lo construido se dar¨ªa ¡°carta blanca para construir de forma ilegal¡± en suelos estrictamente protegidos.
En una de las ¨²ltimas casas del pueblo Carmen S¨¢nchez regenta un peque?o supermercado en el que paran los propietarios de las viviendas camino de la isla. ¡°Lo que van a hacer es una aberraci¨®n. Sigue habiendo aves, no hay ning¨²n da?o ecol¨®gico¡±, sentencia. Pero esta percepci¨®n, que comparten muchos habitantes de la zona, dista de las conclusiones de un informe emitido por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas a petici¨®n de los jueces. La construcci¨®n del complejo, aseguran, provoc¨® una gran p¨¦rdida de biodiversidad, porque se elimin¨® ¡°m¨¢s de la mitad de los ¨¢rboles y arbustos nativos¡± y los promotores plantaron especies ¡°poco apropiadas¡±, algunas ¡°ex¨®ticas invasoras¡±.
Juan Carlos Dom¨ªnguez, due?o de la empresa de jardiner¨ªa encargada del mantenimiento de la urbanizaci¨®n, lleg¨® a El Gordo hace 15 a?os y ahora emplea a 11 personas, todos del pueblo. Particip¨® desde el principio en el desmontaje de la isla y asegura que se mantuvieron las masas de encina y pinos, y los eucaliptos perimetrales, adem¨¢s de plantar miles de ¨¢rboles. ¡°Yo soy joven, tengo 38 a?os, y me puedo ir a otro lugar, pero la gente de aqu¨ª no, sobre todo porque la mitad de las plantillas son mayores de 50 a?os¡±, comenta. Su mujer, Jeanette Sarro, es la propietaria de la nueva tienda gourmet que ofrece productos de la zona y de toda Espa?a. Antes viv¨ªan en Talavera de la Reina, pero decidieron vender el piso y establecerse en el pueblo con sus dos hijos.
Muchos de sus clientes llegan de la isla situada a siete minutos en coche del pueblo. En el complejo, una garita con una barrera, que no hay ning¨²n problema en flanquear, da la bienvenida. A la izquierda se extiende el campo de golf. Las casas, con forma de cubos y de una planta, est¨¢n desiertas; son segundas residencias que se ocupan fines de semana y periodos de vacaciones. La carretera desemboca en el hotel. All¨ª se han hospedado este fin de semana Francisco Valle e Isabel Cardo. Cuentan, mientras empujan sus carritos con los palos de golf, que van a pasar el fin de semana jugando ¡°un torneo del d¨ªa de los enamorados¡±. Vienen desde Palencia y ya conoc¨ªan las instalaciones, que les parecen ¡°preciosas¡±. ¡°Hemos notado que hay un negocio nuevo [la tienda de productos gourmet] y que el resto se mantienen¡±, explica Francisco. A su mujer, decoradora de interiores, le parece que las casas est¨¢n ¡°muy bien integrados en el medio¡±.
M¨¢s abajo, se extienden las piscinas y la playa artificial. En uno de los bordes, aparece el esqueleto de hormig¨®n de los edificios que se paralizaron ¡ªcon la llegada de la crisis, que se sum¨® al embrollo legal, la promotora dej¨® parte del complejo sin construir¡ª. Por all¨ª paseaban este viernes F¨¦lix Moreno con su mujer Susana Olid y su madre, Mar¨ªa Sim¨®n, naturales de Navalmoral de la Mata, un pueblo cercano. Han venido a pasar el fin de semana en el hotel. ¡°Me parece muy bonito y es bueno para los pueblos, porque se trabaja, se consume y se hace la vida m¨¢s llevadera. Es progreso y es sostenible¡±, contesta Mar¨ªa Sim¨®n desde la perspectiva de la zona que le ofrecen sus 96 a?os.
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