Vendedores de biblias contra Hitler
Magdalena Reuter, una testigo de Jehov¨¢ alemana, cuenta su paso por los campos de concentraci¨®n en el II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Hist¨®rica
La alemana Magdalena Reuter no guarda rencor por los a?os que pas¨® en el campo de concentraci¨®n de Ravensbr¨¹ck. Salta a la vista en su discurso, optimista y casi na?f. Pero hay un hecho biogr¨¢fico que apuntala su falta de resentimiento con contundencia: se cas¨® con un antiguo soldado alem¨¢n que vigil¨® el gueto de Varsovia. El encuentro entre ambos fue posible gracias a su activismo religioso como testigos de Jehov¨¢. "Nos cont¨¢bamos experiencias", record¨® hoy ella en Salamanca, poco antes de la clausura del II Encuentro Internacional de Centros de Memoria Hist¨®rica.
La religi¨®n fue la causa de la ca¨ªda en desgracia de la familia de Magdalena (los Kusserow ten¨ªan 11 hijos) y tambi¨¦n fue su tabla de salvaci¨®n. "De alguna manera mi padre nos prepar¨® para lo que ocurrir¨ªa, avisando de que ven¨ªan tiempos dif¨ªciles", record¨®. Su padre, un antiguo oficial alem¨¢n que hab¨ªa combatido en la I Guerra Mundial, fue encarcelado por vez primera en 1936. Los testigos de Jehov¨¢ no eran del agrado del F¨¹hrer. En sus revistas hab¨ªan criticado la deriva totalitaria y lun¨¢tica del dirigente. Quer¨ªa ser Dios. Una afrenta para los creyentes. "Heil quiere decir tambi¨¦n salvaci¨®n y eso no puede venir de un hombre, y menos de Hitler", explic¨® Reuter.
As¨ª que Magdalena y sus hermanos sufrieron el escarnio de sus compa?eros de escuela y los golpes del maestro por negarse a participar en la ceremonia en la que ensalzaban a Hitler. Tres de sus hermanos fueron encerrados en reformatorios durante siete a?os. S¨®lo en 1945 pudieron reencontrarse con los dem¨¢s. Wilhem, otro de los Kusserow, fue fusilado en 1940 por negarse a ir a la guerra. "Cada d¨ªa le visitaban oficiales para hacerle desistir pero ¨¦l estaba decidido".
Magdalena, nacida en 1924, fue arrestada a los 16 a?os por primera vez y enviada a un campo de concentraci¨®n en cuanto cumpli¨® los 18. Lleg¨® a Ravensbr¨¹ck en febrero de 1942. En el patio a¨²n hab¨ªa un gran ¨¢rbol de Navidad y, bajo las ramas, se esparc¨ªan cad¨¢veres de jud¨ªos.
Durante tres a?os, en los que se reencontr¨® con su madre, vivi¨® en el barrac¨®n de los testigos de Jehov¨¢, lo que le proporcion¨® una red afectiva que le ayud¨® a sobrellevar la infamia del encierro. Tambi¨¦n se envalentonaban: se negaron a trabajar en la f¨¢brica de armamento de Siemens y a coser bolsas para los soldados. El propio Himmler las golpe¨® y orden¨® que las castigasen durante d¨ªas por su boicot a la guerra. Ir¨®nicamente, cuando abandonaron el campo en los ¨²ltimos d¨ªas del conflicto, caminaron hasta una finca del propio Himmler, donde un empleado las cuid¨®. En septiembre de 1945 regres¨® a su casa. Su padre reuni¨® a la familia, cit¨® al maestro del pueblo para afearle la conducta y pasaron p¨¢gina.
Ella fue una de los 4.200 prisioneros que llevaron cosido en el uniforme un tri¨¢ngulo violeta, que identificaba a los testigos de Jehov¨¢ en los campos. Se calcula que murieron 1.490, entre ellos 253 sentenciados a muerte. Tras los jud¨ªos, fue el segundo colectivo religioso m¨¢s perseguido por el r¨¦gimen nazi. Una unidad especial de la Gestapo hab¨ªa comenzado a registrarlos desde 1936. Su resistencia, pac¨ªfica, y sus denuncias -en 1938 editaron un libro donde se recog¨ªa el plano de un campo de concentraci¨®n- les convirtieron en un grupo detestable para el nacionalsocialismo. Una parte de los alemanes contrario a Hitler sali¨® de las filas de "bibelforscher" (vendedores de biblias) como los Kusserow.
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